Hace 10 años, la familia Fernándes adquirió Estancia Las Bardas, sin saber que iba a proyectar en ese lugar. Un viaje a Canadá y el boom de la viticultura en Chubut fueron la invitación perfecta para pensar en la viña propia en el valle de Trelew. Christian cuenta que le decían que no iba a dar, que el lugar era «inhóspito y desértico». Sin embargo, se animaron a plantar y hoy producen las primeras 1.000 botellas de vino que dan origen al viñedo, una experiencia 100 % patagónica.
“Yo no tomaba vino tinto, pero en un viaje, en toda excursión que vos contratabas, te metían en un viñedo y no importaba si lo pedías o no”. Christian Fernándes (39) admite que esa experiencia en Canadá fue un quiebre en su vida profesional. Le llamó la atención la importancia que le daban al vino los canadienses y el circuito que tenían armado. Entonces pensó: “como entre Punta Tombo y Trelew no hay un producto de ese tipo.”
Eran otros tiempos; la viticultura estaba dando sus primeros pasos en muchos rincones de Chubut, y aún no había tantos emprendimientos como ahora. Pensó: “Sería bueno plantar y ver si se nos da.”
Unos años antes, la familia Fernándes, conocida en la provincia por su actividad ganadera, principalmente ligada a la lana, con las cabañas «La Normita», «Los Dos Hermanos» y «Santa Mónica», entre otras, había adquirido la Estancia Las Bardas, un emprendimiento que se encuentra en la meseta del valle inferior del río Chubut, en Trelew.
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Con la corazonada puesta en el lugar, la familia Fernándes decidió intentarlo y comenzó la aventura. “En principio, queríamos demostrar que se podía plantar un viñedo en un lugar inhóspito y desértico. Nos habían dicho que no se podía, pero la idea era probar que se podía dar como varietal. Se arrancó con 500 plantas de Pinot Noir y, año tras año, fuimos probando más plantas, desde Syrah, Malbec, Merlot, Chardonnay y Torrontés.”
Christian lo admite: cuando comenzaron, no tenía idea de cómo hacer vino. Sabía de producción por la actividad ganadera, pero poco y nada de plantas. Así, con el asesoramiento del INTA Trelew, primero, y luego del enólogo e ingeniero agrónomo Alejandro Gressia, comenzó la experiencia y el resultado fue positivo, publicó ADNSUR.
“La verdad se fueron dando todos los varietales, lo único fue que fuimos viendo que el Torrontés y el Syrah se daban mejor como plantas, con un mejor crecimiento más vigoroso. La primera plantación arrancó en 2018, con 500 plantas de pinot noir, y hoy tenemos 2 hectáreas plantadas. En producción, las plantas más viejas son las de pinot noir, que tienen 6 años, y ya vamos por la cuarta cosecha, en marzo y abril».
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La producción actual es de 1.000 botellas. Sin embargo, el horizonte apunta a unas 4.000 en producción plena. El vino, hoy se puede degustar en la propia estancia, donde se armó un circuito turístico que apunta a la degustación, el cordero patagónico que proveen sus propias cabañas y la historia de la zona, entre dinosaurios y fósiles marinos de millones de años.
Por supuesto, el proyecto comenzó de a poco. Primero, se hizo la modificación del salón, se construyó la bodega sobre un quincho que funcionaba en el lugar, se plantaron las vides y se empezó a vinificar. En diciembre de 2023, finalmente, Las Bardas abrió sus puertas y este verano la bodega ya se encuentra más afianzada.
La propuesta es simple, pero atractiva, tanto para el turista nacional como para el extranjero: degustación de vinos del valle inferior de Chubut, con picada de por medio y cordero al asador bien patagónico. La iniciativa está pensada para todo tipo de turismo, incluso también para eventos como casamientos y cumpleaños, pero el gran objetivo son los turistas que llegan en grupo.
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«La idea es siempre trabajar con grupos. Mínimo 10 y máximo 15 personas; por eso trabajamos con agencias de viajes, garantizando el grupo, porque el cordero es nuestro principal producto y siempre tiene que estar presentado completo. Pero la idea es seguir creciendo: proyectamos a futuro dormitorios al borde de la barda y seguir avanzando con el viñedo para tener más cantidad de botellas, porque hoy solamente se puede consumir dentro de la estancia. Aún no puedo darme el lujo de venderlo en otro lado.»
Christian lo sabe: el turismo de la zona es el rebote de Puerto Madryn. Los visitantes que también llegan a Punta Tombo y al Museo Paleontológico Egidio Feruglio son, principalmente, turistas de otoño-invierno.
“Eso es un poco lo que vimos. En diciembre se trabajó muy bien y enero vino muy bajo, pero entiendo que nuestro producto no es para esta época, principalmente porque nosotros ofrecemos el almuerzo de cordero con degustación. Es una experiencia completa, en la que la persona está alrededor de tres horas en el lugar de día y hoy, un domingo al mediodía, la gente elige la playa. Entonces, nuestro producto es mucho más de invierno, cuando se realiza el avistaje a las ballenas. Pero estamos contentos, porque también es generar una actividad más para Trelew, y eso es más que importante”, sentencia el empresario que se animó a plantar su propio viñedo, desafiando el viento patagónico.