El sector panadero atraviesa una de sus peores crisis en décadas, con el cierre de aproximadamente 1.800 establecimientos en todo el país desde fines de 2023. Este colapso implicó la pérdida de entre 11.000 y 15.000 puestos de trabajo directos, según un dramático informe de la Cámara de Industriales Panaderos (Cipan).
El titular de la entidad, Martín Pinto, no duda en calificar la situación actual como peor que otros momentos históricos difíciles. “La crisis del 2001 y la pandemia no es nada comparado con lo que estamos viviendo hoy. El sector está trabajando siempre a pérdida, solo está subsistiendo”, afirmó en declaraciones a medios, según confirmó la agencia C5N.
La tormenta perfecta: costos por las nubes y consumo en picada
La debacle del sector es el resultado de una combinación letal. Por un lado, los costos operativos se disparan de manera incontrolable. Los empresarios panaderos reciben boletas de luz con aumentos mensuales de entre el 45% y 50%, un golpe insostenible para cualquier PyME.
Por otro lado, enfrentan un derrumbe histórico en la demanda. Según los datos de Cipan, el consumo de pan cayó un 55% en los últimos dos años, mientras que la venta de productos de pastelería y tortas se desplomó un 85%. Esta caída libre del consumo es un claro ejemplo de cómo, cuando los precios suben demasiado, incluso para productos considerados de primera necesidad, la cantidad demandada puede reducirse drásticamente.
Un panorama desolador que se extiende a toda la economía PyME
La tragedia de las panaderías no es un caso aislado, sino el síntoma de una enfermedad más amplia. Pinto contextualizó la crisis dentro de un panorama nacional desolador para las pequeñas y medianas empresas: “Tenemos 17.000 PyMEs cerradas en estos dos años, con casi 300.000 puestos de trabajo perdidos”.
Frente a esta realidad, las medidas desesperadas dentro de cada negocio son inevitables. “Lo primero que tiene que hacer un panadero es empezar a suspender gente, empezar a dar de baja compañeros”, explicó el dirigente, pintando un cuadro de desesperación laboral.
Con una presión imposible de sostener, los panaderos se ven forzados a trasladar una parte de los aumentos a los precios finales. Sin embargo, en un contexto donde “la gente hoy compra lo que puede y no lo que quiere”, esa estrategia termina ahuyentando a los pocos clientes que quedan, cerrando un círculo vicioso que, hasta ahora, no encuentra salida.




