Tag

medico

Browsing

Hernán Barreda Correia es un médico que día a día combate el coronavirus en el Hospital Güemes, el centro asistencial con mayor cantidad de pacientes infectados desde aquellos primeros días de otoño.

El médico comodorense, amante de la náutica y nieto de un conocido hombre de la ciudad, este joven de 31 años le pone el pecho al Covid, desde hace 134 días.

Día a día Hernán llega al “Piso 17” donde se encuentran internados los pacientes leves y moderados. Además, tres veces por semana – martes, jueves y sábado – juega de titular en la sala de emergencia; el espacio donde se termina decidiendo la severidad del paciente y su destino: la sala general del piso 17; la terapia intermedia, donde Hernán está los fines de semana o la terapia intensiva, donde juega el partido más difícil.

Al otro lado del teléfono a Hernán se lo escuchá entusiasmado, con ganas. Hace tres años que está en el Güemes donde realiza la residencia en clínica médica. Sin embargo, admite que se viene un momento complicado en la lucha contra el coronavirus.

“Estamos probablemente en el momento más álgido de la pandemia. Agosto va a ser el mes más complejo, pero espero que a partir de ahí empiecen a disminuir el número de casos. Estamos viendo que los casos son más y más complejos porque solamente estamos recibiendo los casos moderados y complejos, los otros realizan tratamiento ambulatorio”, explicó a ADNSUR.

UN HIJO DE LA EDUCACIÓN PÚBLICA

Hernán nació en Comodoro Rivadavia, tiene 31 años y se fue a estudiar medicina a la Universidad de La Plata hace 13 años luego de haber cursado sus estudios en la Escuela 83 y el Colegio Biología Marina, al cual le agradece la formación “en el área biológica” que le sirvió para afrontar sus estudios universitarios.

Amante de la navegación y el mar, “es un hijo” del Náutico Comandante Espora, donde además de practicar diferentes disciplinas fue profesor.

En 2006 cuando terminó la secundaria decidió continuar sus estudios en La Plata, en Comodoro aún no estaba la carrera de Medicina que este año iba a dar sus primeros graduados, y hace tres inició la residencia en el Güemes, donde además hace emergencia, con el objetivo de avanzar en una jefatura en residencia en el corto plazo.

Hernán asegura que ser parte de los equipos médicos que luchan contra el coronavirus es “un desafío”, y explica la razón. “En lo personal siempre las situaciones de emergencia me gustaron. Navegué toda mi vida y creo que heredé un poco de mi actividad náutica la pasión por la adrenalina y la capacidad entrenada de tratar de estar con espaldas anchas ante posibles situaciones de catástrofe. Entonces, de manera personal lo tomo como un desafío y una oportunidad de aprendizaje. Por suerte pudimos conformar un buen equipo de trabajo. Tenemos mucha gente y muy bien dispuesta, y requirió transformar la incertidumbre inicial en medidas de trabajo concretas para que no se transforme todo esto en angustia sino en prepotencia de trabajo”, indicó.

“Prepotencia de laburo” es una frase que repite en más de una ocasión. Hernán es un apasionado por lo que hace y asegura que suma más de 300 horas de trabajo al mes, una locura que puede realizar gracias al apoyo de su compañera de vida, Florencia, otra comodorense con la que está hace 10 años.

El joven asegura que esa prepotencia de trabajo se la debe a su abuelo, Víctor Correia, el funebrero de la histórica cochería Jones, que cerró sus puertas en 2012 luego de 60 años de actividad ininterrumpida.

“Es un grande, le debo mucho de toda esta prepotencia de laburo, en prepararse frente a los momentos difíciles”, admite con orgullo el médico.

Paradojas del destino. Su abuelo durante toda su vida, con respeto y profesionalismo, se encargó del último adiós de la vida, y Hernán está terminando su formación para sostener la vida, el valor más preciado por todos.

“No es casualidad”, admite el joven médico. “Por circunstancias de la vida me crié cerca de mi abuelo. Pasé mucho tiempo de mi infancia y adolescencia con él y en la cochería. Creo que me empapé mucho de su forma de trabajar y en la forma de dar información a la gente en momentos difíciles, sin ninguna duda”, reconoce.

Esta vez es a Hernán es a quien le toca estar en el frente batalla y lejos de rezongar por la cantidad de horas de trabajo y el sacrificio que conlleva este momento, asegura que esta en el lugar correcto.

“Estoy en el lugar que tengo que estar y haciendo lo que hay que hacer. Estoy más que contento, no me arrepiento. Siempre dije que la medicina es estar, que cuando todos corren uno se queda en el lugar para ver que se necesita de asistencia”, sentencia el médico que quiere seguir aprendiendo, sin olvidarse del mar, su familia y la ciudad, con el deseo de devolverle algo de todo lo que le dio.

El Ministerio de Salud de Tucumán informó hoy que, gracias a la donación de plasma de un paciente recuperado de coronavirus de esa provincia, se logró mejorar «considerablemente» el estado de un médico salteño contagiado con Covid-19.

De acuerdo a la información oficial, la decisión se tomó luego de que el pasado 25 de junio, la ministra de Salud de Salta, Josefina Medrano, se comunicó con su par de Tucumán, Rossana Chahla, para pedirle el envío de plasma ya que esa provincia todavía no se realiza ese tipo de extracción.

El médico, de 43 años, cursaba un cuadro de «gravedad» complicado por «una neumonía que desmejoró su estado de salud», agregó el parte oficial.

Tucumán es la única provincia del norte del país que cuenta con un banco de plasma, y forma parte de un ensayo clínico a nivel nacional para evaluar la seguridad y la eficacia de la administración de plasma a enfermos con Covid-19, explicaron desde el área de Salud.

Chahla indicó que Tucumán creó el «banco de plasma que puede ser enviado a alguna provincia vecina que lo solicite, pero fundamentalmente para el abastecimiento de nuestros pacientes».

La ministra destacó la celeridad y predisposición del gobierno tucumano, lo que permitió mejorar la calidad de atención al paciente a través de «una acción solidaria y de equidad» y resaltó que «debemos colaborar entre todos como un sistema único de salud a nivel nacional».

Un informe oficial brindado hoy por el Ministerio de Salud provincial, de los 43 tucumanos recuperados de coronavirus, 31 accedieron a realizarse una extracción de sangre para estudiar si desarrollaron o no anticuerpos -defensas naturales del organismo- para la enfermedad.

«De esos 31 sólo 16 tenían anticuerpos, y los invitamos a que donen plasma de manera voluntaria», señaló la ministra Chahla, quien precisó que ya lo hicieron cinco pacientes y esta semana se sumarán otros.

El médico Ramiro Federico Bassi y el enfermero Patricio Walmsley, las dos víctimas fatales en la tragedia aérea de Esquel eran dos personas reconocidas en la aeroevacuación por sus colegas y por su entrega profesional.

“Padre, médico cardiólogo, aeroevacuador y buzo. Me gusta el tenis y viajar. Escucho a Bruce Springsteen y a Billy Joel», así se definía Ramiro Bassi, de 44 años, en su cuenta de Twitter.

Oriundo de Bahía Blanca, papá de Benjamín de 7 años, y fanático de Bruce Springsteen, vivía hace décadas en Bernal, provincia de Buenos Aires.

Cardiólogo de la Unidad Coronaria del Sanatorio Modelo de Quilmes y del Hospital Argerich. Graduado en Evacuación Aeromédica en el Instituto Nacional de Medicina Aeronáutica y Espacial, formaba parte de la empresa MD Fly, que brinda el servicio de Ambulancias Aéreas y Escolta Médica en el país desde 1995.

En estos tiempos de pandemia de coronavirus estaba ejerciendo más que nunca su profesión de aeroevacuador, y el viernes pasado tuiteó: «A la madrugada fuimos a Formosa en un vuelo sanitario. Trajimos una paciente de 1900 gramos con una cardiopatía congénita. Llegó sin complicaciones al Hospital Militar. Valió la pena trabajar un 1° de mayo».

El afecto, la tristeza y el reconocimiento de sus colegas, familiares y amigos se vio reflejado en numerosos mensajes en las redes sociales.
Enfermero apasionado
Además de Bassi, en el accidente murió el enfermero Patricio Walmsley, vivía en el Tigre, provincia de Buenos Aires, y como el médico fallecido era también un apasionado por su tarea.

Walmsley era enfermero aeroevacuador desde 2009. Con el pasar del tiempo se especializó en enfermería pediátrica. Entre 2013 y 2018 formó parte de las organizaciones Médicos Sin Fronteras y Save The Children, y trabajó en zonas como Haití, República Centroafricana, Níger y República Democrática del Congo.

En su Linkedin se definía como: «Enfermero universitario graduado en 2009 en la Universidad de Buenos Aires, amplia experiencia en traslado aéreo de mediana y alta complejidad, experiencia como enfermero laboral a cargo de grandes dotaciones».

También trabajó dos años como enfermero supervisor clínico de la Unidad de Salud de Emergencia de Save The Children en Reino Unido. Y pudiendo radicarse en Inglaterra, decidió regresar a la Argentina.

Hablaba inglés, francés y suajili, y su Facebook da cuenta de la variedad de destinos en los que trabajó. Hace cinco años estuvo en África para colaborar con la crisis humanitaria de la República Centroafricana.

Su trabajo como enfermero aeroevacuador era una pasión. En 2016 protagonizó una charla en la Ciudad Cultural Konex, donde expuso cómo fue su trabajo durante años en el Congo.

En las últimas semanas, ante la pandemia de coronavirus, su vocación de servicio lo llevó a sumarse como enfermero en el SAME. Sin embargo, mantenía su guardia con MD Fly y el martes por la tarde asumió la guardia para viajar a Esquel a asistir en el traslado de una pequeña niña de 3 años que debía viajar hacia Buenos Aires.

Fue Walmsley quien tomó el viaje entre los tres enfermeros posibles en ese momento.

Su última foto con vida la subió a su Whats-App minutos después de que despegara el avión Learjet 35. Dentro de la avioneta y con el barbijo puesto, en la foto aclaró: “Sanitario a Esquel”.

El director general de Defensa Civil de Chubut, José Mazzei, dijo, por Radio 3, que «más allá de la tragedia, que nos golpea a todos, no se pueden romper los protocolos», y agregó que «hay que hacerles los test tanto a los cuerpos de los fallecidos como a los dos sobrevivientes».

Por último, explicó que «una vez que se hagan los análisis de coronavirus, los médicos forenses quedarán habilitados para hacer las autopsias. Hoy hay una situación de salud pública que está por encima de cualquier otra situación», concluyó.

Lo hizo en declaraciones a la prensa el hermano del médico Federico Bassi, el profesional de la salud que falleció en Esquel en un siniestro con un avión sanitario ocurrido este martes.

El familiar, en diálogo con TN, subrayó que “era algo frecuente” que el profesional realizará estas tareas de traslado y que “había semanas en las que iba a tres o cuatro lugares”.

Sebastian Bassi contó que su hermano era cardiólogo y aeroevacuador y que este martes estaba “de guardia” por lo que se embarcó en el avión sanitario que trasladar a una nena desde la localidad cordillerana hacia la Capital Federal.

“No iba todos los días porque tampoco todos los días hay esos vuelos”, agregó, al tiempo que contó que “hablamos el 3 de mayo porque fue el cumpleaños de mi mamá, porque estamos todos separados en distintos lugares y después mandó un mensaje justo antes de salir diciendo que se iba a Esquel”.

El hermano del médico contó que Federico solía viajar “de un momento a otro, como de emergencia, a veces avisaba, con suerte, unas horas antes”.

Además, contó que el mensaje que transmitía su hermano en medio de la pandemia de Coronavirus “era que todo esto es para cuidarse y a mi abuela la llamaba todos los días para asegurarse que no saliera de la casa”.

“Estoy bastante shockeado, no duermo desde anoche que me enteré”, concluyó.

Vale recordar que además de Bassi, en el accidente perdió la vida el enfermero Patricio Walmsley y resultaron heridos el piloto del avión Mariano Latorre, de 44 años, y el copiloto que fue identificado como Martín Gamboa Copi, de 34.

Ambos permanecen internados en estado crítico en el hospital esquelense.

Gabriel Heras, médico especializado en medicina intensiva, plantea permitir a los familiares despedir a sus allegados dentro de la UCI con los debidos equipos de protección individual.

España ha registrado en la última jornada un descenso en el número de muertes diarias, 605, lo que eleva la cifra total a casi 16.000 fallecidos.

Entretanto, las pruebas rápidas a nivel masivo anunciadas por el Gobierno aún no han llegado a la mayoría del personal sanitario, que se encuentra en la primera línea de la lucha contra la enfermedad y sigue trabajando sin conocer su estado de salud.

Gabriel Heras, médico especializado en medicina intensiva, es uno de los miles de médicos contagiados por coronavirus. Actualmente, se encuentra recuperándose de la enfermedad y está deseando volver a trabajar para «entrar en la segunda parte del partido».

«Este partido va a tener prórroga»

«Parece que este partido va a tener prórroga», dice Heras en una entrevista a RT. Director del proyecto Humanizando los Cuidados Intensivos (HU-CI), Heras describe las últimas cinco semanas en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) como «absolutamente extenuantes».

Este profesional trabaja en primer hospital afectado por coronavirus en la Comunidad de Madrid. «Se paró el hospital. No dejaban salir a nadie, ni por supuesto entrar a nadie tampoco. Teníamos que ver qué pacientes eran potencialmente infectados e incluso qué profesionales también», relata.

Por otro lado, Heras subraya que están «absolutamente» en contra de que los pacientes mueran en soledad, como está ocurriendo actualmente. Plantea un solución que a su juicio es «sencilla»: permitir a los familiares despedir a sus allegados dentro de la UCI con los equipos de protección individual.

«Yo tardé cinco semanas en contagiarme y me contagié porque la última semana, que fue la de mayor pico asistencial, en mi hospital se acabaron los EPI [equipo de protección individual], se acabaron las mascarillas y se acabaron los guantes», comenta.

«La sanidad tiene mucho margen de mejora»

«Es como ir a la batalla sin escudo. Nos hemos dado cuenta que tenemos los mejores profesionales del mundo, pero la sanidad tiene mucho margen de mejora. La pandemia ha puesto de manifiesto todas las carencias del sistema», explica.

Entre todas las historias vividas estas semanas, recuerda una en especial. Una enfermera de otro hospital público que se encontraba en su centro acompañando a su padre a punto de morir y a la que permitieron que estuviese presente y le diese la mano.

«En el momento en que su padre falleció, ella se giró hacia nosotros y comenzó a aplaudir dándonos las gracias porque en su propio hospital no le hubiesen dejado estar. Creo que son las cosas que marcan la diferencia. El coronavirus no se puede llevar la humanidad de los profesionales, ni el miedo».

El actor destacó la capacidad “didáctica” del doctor Alfredo Miroli ante el avance mundial del coronavirus. “Muy claro este genio inmunólogo argentino”, afirmó.

En tiempos donde el coronavirus ocupa la mayor atención de los tucumanos y del mundo entero, la información precisa sobre el virus es material fundamental para estar prevenidos y tranquilos.

La capacidad de explicar de manera sencilla el peligro y las formas para dar pelea al COVID-19 son bienes preciados, algo que el actor de Hollywood Antonio Banderas supo reconocer ayer sábado, cuando destacó al médico tucumano Alfredo Miroli, que se volvió viral gracias a un video con diferentes respuestas sobre la enfermedad.

“Excelente explicación sobre el coronavirus del doctor Alfredo Miroli. Muy claro este genio inmunólogo argentino”, comenzó escribiendo en su cuenta de Instagram el artista español que luego realizó un pedido “mundial”. “Más didáctico no se puede. ¡Deberían pasarlo todos los días en tv en prime time!”, lanzó en un post que tuvo más de 21.000 Me Gusta.

“Estamos frente a un virus grandote, grandote y pesadito (…) Este virus, al metro veinte, metro cincuenta como máximo, se cayó”, así, con palabras sencillas de un docente, Miroli cautivó a Latinoamérica y al mundo, en un entrevista realizada en los estudios de la Radio 21 de Tucumán, para el programa Primer Plano que conduce Germán Valdez.

Miroli es presidente de la Sociedad Científica de Patologías Adictivas del Colegio Médico de Tucumán, la provincia de la que es oriundo. Es especialista en Inmunología y tiene una larga trayectoria pública ya que se desempeñó como subsecretario de Prevención y Asistencia de las Adicciones de la Nación, en la década del 90 y, más recientemente, hasta 2014, fue Secretario de Prevención y Asistencia de las Adicciones del Gobierno de Tucumán.

De acuerdo con el doctor, en su departamento hay pacientes que «tienen 20 años o 30 años» y se trata de casos «tan severos» como los de pacientes mayores.

Este viernes, el director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, aseveró que los jovenes «no son invencibles» ante la actual pandemia, ya que pueden morir por coronavirus o ser hospitalizados «por semanas».

Ahora, un médico italiano se hace eco de esa declaración y también advierte contra la idea errónea de que la gente joven no sufrirá tanto como los ancianos por el covid-19.

Antonio Pesenti, jefe de la unidad de cuidados intensivos de un hospital en Lombardía, aseguró a Sky News que muchas personas jóvenes estaban ingresadas en su departamento con casos graves de coronavirus.

«El 50% de nuestros pacientes en la unidad de cuidados intensivos, que son los pacientes más graves, tienen más de 65 años», detalló el doctor. «Pero eso significa que el otro 50% de nuestros pacientes son menores de 65 años».

De acuerdo con el médico, en la unidad que dirige hay pacientes que «tienen 20 años o 30 años» y se trata de casos «tan severos» como los de pacientes mayores. Pesenti agregó que, según su experiencia, la única diferencia entre los dos grupos era que «las personas más jóvenes suelen estar más sanas, por lo que sobreviven más», publicó Actualidad RT.

Era absolutamente insultante pretender que los doctores se lavaran las manos. Después de todo, eso era insinuar que las tenían sucias y, como dejó claro un obstetra del siglo XIX, «los médicos son caballeros y las manos de un caballero siempre están limpias».

Ya el médico húngaro Ignaz Semmelweis se había dado un duro golpe contra esa pared en la década de 1840 tras implementar un sistema de lavado de manos para reducir las tasas de mortalidad en las salas de maternidad.

Esto último lo logró de una manera espectacular.

En abril de 1847 instaló una cuenca llena de solución de cal clorada en una salas obstétricas del Hospital General de Viena, Austria, y comenzó a salvar vidas de mujeres con tres simples palabras: «lávese las manos».

En cuestión de un mes, las tasas de mortalidad se redujeron de un 18,3% a 2%.

Ignaz Semmelweis se lava las manos con agua de cal clorada antes de operar.

Si los resultados de esa experiencia y las que siguieron hubieran convencido a todos sus colegas de los méritos de su teoría, quizás aquello de lavarse las manos se habría extendido más allá del campo de la obstetricia.

La ciencia tendría que avanzar más antes de que la limpieza se empezara a considerar indispensable para la salud, dentro y fuera de los hospitales.

Peligro de muerte

Ese mismo abril de 1847, en el University College Hospital de Londres, John Phillips Potter, un joven demostrador de anatomía, se arañó un nudillo durante la disección de un cadáver infectado.

No le prestó mucha atención, pero la infección se propagó inexorablemente y, tres semanas después, murió de septicemia.

«Las víctimas de la disección deben ocupar un lugar distinguido entre los mártires de la ciencia y el conocimiento. Podemos salvar a nuestros artesanos de las minas y los telares y las ruedas de muchos de los peligros incidentes a sus llamamientos, pero nuestro arte no ha podido, hasta ahora, liberar a nuestros propios trabajadores de este veneno destructivo», comentó la revista médica The Lancet.

Entre la multitud que asistió al entierro estaba Joseph Lister, uno de los estudiantes de medicina a los que Potter había instruido.

Joseph Lister

Lister había crecido en un ambiente en el que la vida de los organismos más pequeños estaba muy presente pues su padre, Joseph Jackson, además de ser un próspero mercader de vino, dedicaba su tiempo libre a la investigación y había inventado la lente acromática, que transformó al microscopio de ser un juguete científico a herramienta de descubrimiento.

Algunos de esos organismos pequeños que los microscopios estaban poniendo en evidencia habían matado a su instructor, pero también, como confirmaría luego, mataban a millones en los hospitales de todo el mundo.

La situación era tan desesperada que llevó al doctor James Y. Simpson, uno de los cirujanos que contribuyó a la introducción de la anestesia, a afirmar que «un hombre acostado en la mesa de operaciones en uno de nuestros hospitales quirúrgicos está expuesto a más posibilidades de muerte que un soldado inglés en el campo de batalla de Waterloo».

Riesgos en los hospitales

Efectivamente, en las salas quirúrgicas y de recuperación, las infecciones se propagaban de paciente a paciente como incendios forestales.

Ningún cirujano podía estar seguro de que su paciente sobreviviría tras una intervención.

La tasa de mortalidad por operaciones quirúrgicas mayores o amputación de extremidades llegaba a rondar el 40%, y a alcanzar el 60% en hospitales franceses.

Un soldado de la Guerra Civil estadounidense con gangrena hospitalaria en el brazo (1861-65).

Incluso las operaciones más simples conllevaban un alto riesgo de muerte por infección.

De hecho, las infecciones en los hospitales eran tan comunes que el fenómeno llegó a tener dos nombres: fiebre de sala y hospitalismo (este último aún se usa, pero para describir otro problema).

Se culpó a los hospitales por esto, y se habló mucho de cerrarlos y de que los pacientes fueran atendidos en casa.

Pero aunque hubiera algo de razón en ello, sin encontrar la causa no se podía encontrar una solución realmente efectiva.

Y esa causa era todo un misterio: había teorías pero la ciencia médica seguía desconcertada por las infecciones persistentes que mantenían las tasas de mortalidad obstinadamente altas.

Escudo contra microbios

Lister, quien tras graduarse de médico se enamoró de la cirugía y se fue a trabajar a Edimburgo, Escocia, sufría al ver cómo muchos de sus casos desarrollaban complicaciones posoperatorias serias o incluso fatales.

En 1855, le mostró una herida que se estaba curando sin supurarse a Batty Tuke, en ese entonces el psiquiatra más influyente de Escocia, y le dijo: «El objetivo principal de mi vida es descubrir cómo conseguir este resultado en todas las heridas».

Más tarde, como Profesor Regius de Cirugía y a cargo de las salas de operaciones en la Universidad de Glasgow, el problema estaba constantemente presente, en su día a día y en su mente.

Desde hacía años había notado una marcada diferencia en el resultado entre fracturas simples, cuando la piel quedaba intacta, y fracturas compuestas, en las que la superficie de la piel se rompía y a menudo terminaban en «gangrena hospitalaria» y amputación.

Un día estaba charlando con un colega, el profesor Thomas Anderson, y este mencionó que en Francia el famoso químico Louis Pasteur había demostrado que si fluidos susceptibles a la fermentación y la putrefacción se mantenían libres de contacto con el aire, se mantenían frescos.

Lister (subiendo los escalones) se apresta a saludar al gran químico en las celebraciones por el 70º cumpleaños de Pasteur en la Sorbona, París, en 1892

Más relevante aún, el biólogo francés había revelado que la leche se agriaba y el jugo de uva se fermentaba debido al crecimiento y la acción de diminutas partículas vivas (microbios) que podían transportarse en el aire.

A Lister se le ocurrió de inmediato probar si, interponiendo un escudo antiséptico entre una herida -como las que quedaban tras una operación- y el entorno, se podían prevenir las complicaciones sépticas.

Era 1865 y poco después de esa afortunada conversación, un niño de Glasgow de 11 años de edad ayudó involuntariamente a hacer historia.

El nacimiento del método

Se llamaba James Greenlees y lo había atropellado un carruaje en la calle, así que lo llevaron a la sala de emergencias de la Glasgow Royal Infirmary.

El niño tenía una fractura compuesta -la pesadilla de los cirujanos- en la pierna izquierda.

Lister decidió experimentar:

Había pensado que para matar a los microbios podía usar un químico; después de todo, las sustancias «antisépticas» habían sido utilizadas desde tiempos inmemoriales.

Optó por una sustancia que había sido utilizada para limpiar el alcantarillado en la ciudad de Carlisle y estaba disponible como una solución de ácido carbólico al 5%.

Dispuso que las manos, la ropa, los instrumentos quirúrgicos y las heridas debían lavarse con ese químico.

Al terminar la operación, aplicó un vendaje bañado en ácido carbólico y, crucialmente, ordenó que el apósito fuera renovado varias veces a medida que pasaban los días.

Pierna con vendaje

La herida comenzó a formar costras y sanar. Después de seis semanas, Greenlees fue dado de alta, completamente recuperado.

Fue el primer éxito de Lister con esta técnica.

La razón del nauseabundo tufo
Quizás te sorprenda que algo tan sencillo -y hoy en día obvio- fuera tan revolucionario.

Pero es que hasta entonces los cirujanos no solo dejaban las heridas sin protección, sino que hasta reutilizaban vendajes.

De hecho, la higiene en los hospitales era deplorable.

Había trapos viejos, esponjas e instrumentos sucios esparcidos por la sala de operaciones. Los doctores, practicantes y auxiliares circulaban libremente entre los pacientes vivos que trataban y los muertos que diseccionaban o a los que les hacían la autopsia.

En el aire flotaba siempre un inquietante olor ligeramente nauseabundo de putrefacción que se aferraba a la ropa del personal y los pacientes.

Los cirujanos rara vez limpiaban el equipo quirúrgico ni se lavaban las manos antes de las operaciones.

Lister operando con uno de sus rociadores instalados al lado de la mesa de operaciones.

A pesar de sus incontrovertibles pruebas, las observaciones de Semmelweiss no habían tenido ningún impacto en el establecimiento médico conservador de la época.

Trágicamente, el día después de que Lister probó con éxito el tratamiento antiséptico en el niño en Glasgow, Semmelweis murió, precisamente de una infección quirúrgica en Budapest, Hungría.

Lister no supo del trabajo de Semmelweis hasta 1883; cuando se enteró de los detalles lo declaró su precursor.

Para ese entonces, la esterilización de instrumentos y el lavado de manos se practicaban ampliamente, a pesar de la resistencia inicial de muchos eminentes cirujanos.

Un antes y un después

Tras tratar 11 casos como el de Greenlees, de los cuales nueve se curaron sin infección, el 16 de marzo de 1867 Lister publicó en The Lancet un artículo titulado «Un nuevo método para tratar fracturas compuestas», que marcó el nacimiento de la cirugía moderna, según el eminente doctor Zachary Cope.

Lister describió los resultados positivos para sus pacientes: extremidades «que sin duda habrían estado condenadas a amputación» debido a la probabilidad de infección «pueden conservarse con la confianza de obtener los mejores resultados».

No solo eso.

Por temor a las infecciones y sus estragos, los cirujanos casi nunca se arriesgaban a hacer operaciones que involucraran hacer incisiones, ni siquiera a drenar abscesos.

Con su método, los abscesos podían drenarse; las incisiones, sanarse, y los hospitales, tornarse en lugares más saludables.

«Como parece no haber dudas sobre la causa de este cambio, la importancia del hecho difícilmente puede exagerarse», escribió Cope.

Joseph Lister

Al principio, el enfoque antiséptico de Lister tuvo una recepción mixta.

Aclamado por su personal y por aquellos que habían estudiado los detalles de su técnica, fue muy elogiado en Alemania y en la mayoría de los demás países, pero no tanto en Estados Unidos ni en Inglaterra.

Pero para 1890, el mundo entero había aceptado la gran innovación de Lister, y para entonces los microbios que causaban la sepsis habían sido identificados y cultivados.

A fines de esa década, los métodos antisépticos de Lister llevaron a una cirugía aséptica y a la introducción de instrumentos estériles en quirófanos. En 1898 el uso de guantes de goma y el lavado de manos del cirujano eran de rigor.

A finales de siglo, los cirujanos realizaban regularmente más tipos y cantidades de operaciones internas exitosas.

Además de haber sido el primero en aplicar los principios de Pasteur a los humanos, Lister hizo varias otras contribuciones a la ciencia médica, desde aislar por primera vez bacterias en cultivo puro (Bacillus lactis) hasta ser pionero en el uso de catgut y tubos de goma para el drenaje de heridas, entre otras.

Sin embargo, es recordado primordialmente como el innovador que revolucionó la historia de la cirugía, dividiéndola en dos eras: la que vino antes y la que vino después de él.

Luego de que el lunes pasado un profesional alarmara a la gente de la Guardia por un presunto caso de la enfermedad, la directora del Hospital de Trelew, Sofía Testino aclaró el confuso episodio y dijo que pedirán explicaciones al médico.

Este viernes, en conferencia de prensa, la directora del Hospital Zonal de Trelew, Sofía Testino aclaró el hecho por el cual, el lunes pasado un médico de la institución alarmó al personal y a los pacientes que esperaban ser atendidos en la Guardia del Hospital Zonal de Trelew por un falso caso de Coronavirus.

En Cadena Tiempo, Testino señaló que el hecho fue producto de un “mal entendido”. A causa de una errónea interpretación del protocolo del coronavirus el profesional colocó barbijos de protección a sus compañeros de trabajo causando pánico en la institución.

La doctora entiende que el medico “intentó trasmitir una información que a él no llegó con la claridad que correspondía”.

“Hemos pedido que nos explique, por escrito y de forma personal, cual fue su intencionalidad y de qué manera lo hizo”, explicó la directora.

Además indicó que “desde la dirección del Hospital trabajan en ser muy claros con el tratamiento de la información porque a veces las malas explicaciones conlleva a que se generen situaciones complejas y que todo el mundo se asuste cuando en realidad no pasa nada”.

Un médico chino fue encontrado muerto en su dormitorio tras diez días seguidos de lucha ‘en el frente’ contra la propagación del coronavirus. Song Yingjie, de 27 años, trabajaba desde el 25 de enero en un puesto de peaje de una autopista en la provincia de Hunan, donde realizaba revisiones de temperatura, y el 3 de febrero sufrió un paro cardíaco por agotamiento laboral, informan medios locales.

El hombre trabajaba de 16:00 a 00:00 y era jefe adjunto del departamento farmacéutico de un centro médico local. Ayudaba a distribuir suministros médicos en la zona y, según se reporta, insistía en trabajar cada día.

Tras terminar su jornada laboral a la medianoche del 3 de febrero, Song Yingjie regresó a su dormitorio compartido, donde el cansancio por el exceso de trabajo pudo con él y falleció.