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El presidente electo criticó una decisión del gobierno saliente sobre economía. Y se enfrentaron también por la situación en Bolivia.

Lo que empezó como una transición fluida entre el saliente gobierno de izquierda y el entrante Ejecutivo de centroderecha en Uruguay se tensó con acusaciones de irresponsabilidad fiscal y «mala fe», pocos días después de conocerse el resultado final del balotaje del 24 de noviembre.

El presidente electo Luis Lacalle Pou, que lidera una coalición de partidos que van desde la derecha hasta la izquierda socialdemócrata con la que desbancó al izquierdista Frente Amplio luego de 15 años de mandato, se reunió el lunes con el mandatario saliente, Tabaré Vázquez, en una cita a la que calificó de «sanadora» tras fuertes cruces entre ambos antes de las elecciones.

Pero a la salida de ese primer contacto, el ex senador de 46 años se encontró con una noticia que cambiaría el tono sereno de la transición: el gobierno anunció a la prensa mientras se desarrollaba la reunión su decisión de no ajustar las tarifas de los servicios públicos como hace cada enero.

Eso genera, según Lacalle Pou, una pérdida de ingresos del orden de 400 millones de dólares que obligará a su futuro gobierno a tomar medidas más duras para contener el persistente déficit de las finanzas públicas.

Uruguay, que creció ininterrumpidamente desde 2003, se encuentra en una fase de estancamiento económico y su déficit fiscal -financiado con emisión de deuda- roza el 5% del PBI, una cifra que pone en la cuerda floja el codiciado «grado inversor» que le otorgan las calificadoras de riesgo al país.

«Es una avivada (artimaña)», le dijo el presidente electo al canal VTV. «El gobierno entrega ‘la casa desordenada en cuanto a déficit, en cuanto a inflación, en números macro y también (…) desempleo (9,5%), inversión, cierre de empresas. (…) Nos agregan una cosa más que desordena más la casa», le dijo además a periodistas.

Las réplicas del oficialismo no tardaron. El actual gobierno había señalado en julio que no ajustaría al alza las tarifas de servicios públicos y combustibles «probablemente» hasta el final del período de gobierno.

Lacalle Pou «muestra una combinación de ignorancia y mala fe preocupante», afirmó el ministro de Economía, Danilo Astori, al semanario Búsqueda. «¿No era que las tarifas no son para recaudar?», preguntó con ironía. «No se puede señalar que nuestra economía es ‘una casa en desorden’ cuando (desde) el país y del exterior la observan con respeto y, frecuentemente, con altas calificaciones», se indignó.

Sin embargo, en una nota emitida el lunes, la calificadora Fitch Ratings recordó que el bajo crecimiento, alto déficit fiscal y deuda pública crecientes le llevaron a poner en perspectiva negativa la calificación crediticia de Uruguay (BBB-) en octubre del año pasado. La situación «ha empeorado desde entonces», concluyó.

El economista Javier de Haedo, en su cuenta de Twitter, sostuvo que «el resultado fiscal de las empresas públicas» en los últimos 12 meses hace «evidente» que se «requiere el ajuste anual de las tarifas desde enero».

También en Twitter, el economista Aldo Lema sostuvo que de congelarse las tarifas, el gobierno actual terminará con una inflación más acotada que el 9% interanual con el que cerraría febrero de efectuar un ajuste por la variación del Indice de Precios al Consumo antes de entregar el poder el 1º de marzo.

Cruce por Bolivia

Si las cosas venían en malos términos, la decisión de Uruguay de pedir en el Consejo del Mercosur, el máximo órgano de decisión del bloque, que se activen para Bolivia «los mecanismos» del Protocolo de Ushuaia sobre compromiso democrático, avivó el incendio.

El gobierno de Vázquez considera que la salida de Evo Morales fue un golpe de Estado, y por lo tanto pide analizar medidas que podrían llevar a suspender a Bolivia como Estado libre asociado al bloque regional.

«Más allá de su contenido, lamentamos que el canciller (Rodolfo) Nin Novoa haya tomado una decisión tan importante sobre el tema Bolivia sin consultar con el gobierno entrante. Sería deseable que entre todos consigamos mejorar la política: hacer del juego limpio una ‘política de Estado», criticó en Twitter el próximo ministro de Relaciones Exteriores, el economista Ernesto Talvi, del conservador Partido Colorado.

La última vez que el Mercosur aplicó la cláusula democrática fue a mediados de 2017 ante la crisis social y política de Venezuela y, si bien no fue propuesta por Uruguay, la votó.

Por si fuera poco, el gobierno de Vázquez resolvió nombrar nuevos generales sin requerir el parecer del próximo mandatario, que será quien en definitiva coexista con esos altos cargos, lo que desató un nuevo frente de tensión en la transición, la primera desde 2005 que supone un cambio de partido en el gobierno de Uruguay.

El mandatario en ejercicio y su sucesor tienen previsto viajar juntos a Buenos Aires el 10 de diciembre para la asunción de Alberto Fernández como presidente de la Argentina, informó Clarín.

Luego de la convocatoria a un pacto lanzado por el presidente Piñera, oficialismo y oposición tratan de acercar posiciones sobre cómo redactar otra Carta Magna.

El tiempo apremia y las manifestaciones de violencia siguen sacudiendo a Santiago y las principales ciudades del país. Y uno de los grandes escollos para que el gobierno del presidente Sebastián Piñera y la oposición de centro izquierda coincidan en un camino para sacar a Chile de la convulsión social que ya lleva más de 25 días radica enla fórmula para redactar una nueva Constitución.

El panorama era desolador este miércoles en varias ciudades chilenas, como Antofagasta y Calama, en el norte; Concepción y Osorno, en el sur, y Valparaíso, Viña del Mar y Santiago, en el centro del país. Un balance entregado por el general de la policía Enrique Monrás dijo que entre el martes y la madrugada del miércoles se registraron 348 eventos graves en el país, incluidos 95 saqueos y 19 ataques a cuarteles policiales, con un saldo parcial de 340 policías y 46 civiles heridos. En tanto, una persona fue encontrada calcinada en el interior de un supermercado saqueado e incendiado la víspera en Arica, en el norte del país, informó el miércoles la fiscal regional Javiera López.

El Partido Renovación Nacional (RN), de la coalición oficialista, y el centrista Partido Demócrata Cristiano coincidieron en que “queda poco tiempo’’para llegar a un acuerdo. Incluso RN planteó en un comunicado que estaría de acuerdo en avanzar en una fórmula que permita que la población defina en un plebiscito qué fórmula es la más adecuada para elaborar un nuevo texto. Y ayer, por primera vez en mucho tiempo, todos los partidos políticos con representación parlamentaria, desde la derechista UDI hasta el Partido Comunista, se reunieron en el Congreso de Valparaíso para explorar un acuerdo.

Las sucesivas ofertas del gobierno de leves mejoras sociales, un cambio parcial de gabinete y mayores medidas de seguridad para controlar los desórdenes que manchan las multitudinarias protestas diarias no han logrado, hasta ahora, aquietar las aguas en Chile. Desde el inicio de las protestas han muerto 22 personas, según cifras oficiales.

Cerca de la medianoche del martes, Piñera exhortó al país a alcanzar un acuerdo nacional sobre la paz interior, la justicia y una nueva carta magna que reemplace a la heredada por la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). El senador oficialista Francisco Chahuán dijo que “hay poco espacio para que la interpelación que ha hecho el presidente se concrete en un acuerdo político’’ y recordó que el jueves es el primer aniversario del asesinato a manos de la policía de un joven indígena mapuche que en su momento generó múltiples protestas.

“Mañana será un día complejo’’ porque hay múltiples movilizaciones convocadas, agregó. “Yo creo que estamos sobregirados en el tiempo. Creo que debe ser hoy o mañana’’ el alcance de un acuerdo, afirmó el presidente de uno de los partidos de la coalición de gobierno, Mario Desbordes.

Los políticos de la oposición señalaron que están dispuestos a trabajar en los primeros dos acuerdos, pero el último los separa del oficialismo.

El gobierno se aferra a su propuesta de que la nueva Constitución sea redactada por el Congreso, es decir, por los parlamentarios en ejercicio -que están muy desprestigiados ante la opinión pública- y que luego sea ratificada en un plebiscito. No obstante la oposición exige la conformación de una Asamblea Constituyente integrada sólo por ciudadanos electos y con un plebiscito previo sobre los temas y mecanismos de la nueva Carta Magna.

Felipe Meléndez, abogado constitucionalista y director de la Escuela de Derecho de la Universidad Mayor, dijo a AP que técnicamente la Constitución no contempla una convención ni una Asamblea Constituyente, lo que obligaría a una reforma constitucional que necesita los dos tercios de los votos del Congreso para ser aprobada. Reunir los sufragios requeriría de un acuerdo político. Agregó que es probable que el gobierno acceda a crear una convención constituyente, que también requiere para su aprobación de los dos tercios de los dos tercios del Congreso, que estaría conformada “tanto por parlamentarios como por ciudadanos electos’’, informó Clarín.

Propuso reformas sobre la actual. Las marchas callejeras demandan una nueva Carta Magna.

Eran cerca de 400 las personas que se enfrentaban con Carabineros por calle Vicuña Mackenna la tarde del viernes en Santiago. Justo detrás de ellos, y como telón de fondo en Plaza Italia, 300.000 manifestantes protestaban pacíficamente entre manifestaciones culturales y pancartas. Una universidad ardió en llamas, la residencia del embajador argentino fue apedreada y una Iglesia saqueada. Ni la movilización social ni la violencia dan tregua en Chile.

Desde el miércoles el nuevo foco de violencia fue la emblemática comuna de Providencia, una comuna de altos ingresos donde la imagen de barricadas en sus esquinas y saqueos a sus tiendas sólo habría tenido cabida en una novela de ficción.

Si la estrategia de seguridad no da resultado, la política tampoco avanza al ritmo que espera el movimiento pacífico de la protesta. Ayer por la mañana, en entrevista del diario El Mercurio de Chile, el presidente Sebastián Piñera manifestó que ya se encuentra trabajando junto a su equipo “en reformas constitucionales”, descartando la idea de una nueva Constitución por, en cambio, un proceso ciudadano. “La intención que tengo como Presidente es poder discutirlo y enviar al Congreso, que es el lugar donde se tienen que discutir los cambios constitucionales”, declaró.

El panorama no es tan simple, pues en su propia coalición la estrategia parece ser distinta. El viernes, el diario La Segunda publico una entrevista a Mario Desbordes, presidente del partido del mandatario, quien remarcó que esta a favor de una nueva Constitución y de la posibilidad de convocar a un Congreso Constituyente, una fórmula distinta a la que plantean algunos sectores de izquierda. Pero que es un lema de las movilizaciones en relación a modificar la Carta Magna heredada de la dictadura.

Evolución Política, otro partido dentro del gobierno, acordó en su comisión política, también, impulsar una nueva Constitución como ya lo hiciesen el año 2017, cuando fueron el único grupo de derecha que participó en el proceso constituyente de Bachelet.

Si el escenario con su coalición es complejo, se suma el acuerdo transversal de todos los alcaldes de Chile, donde el oficialismo es mayoría en número de vecinos gobernados en total, los que realizarán una consulta nacional para preguntar a la ciudadanía si desea una nueva Constitución. Una especie de plebiscito en menor escala, una propuesta solicitada hace varios días por los manifestantes y a la que Piñera no respondió.

Hasta ahora la respuesta del gobierno ha sido limitada. Piñera anunció una agenda de seguridad que, entre otras cosas, aumenta las penas a barricadas, saqueos y tipifica como delito el usar capucha en las protestas. Adicionalmente, y a modo de mea culpa, anunció la modernización de la inteligencia nacional por su incapacidad de anticiparse a los actos más importantes. ¿Por qué? Porque según revelan fuentes en el Palacio de Gobierno a Clarín, existe la convicción que hubo y sigue habiendo organización detrás de ciertos disturbios. Algunos ligados al anarquismo, otros al narcotráfico y otros a las barras bravas del fútbol.

Tras los anuncios del presidente el jueves, la calle se hizo sentir. “Habló 20 minutos en la televisión de violencia, no dijo una sola palabra de los problemas que tenemos, hay que seguir protestando”, explicó a Clarín, Helena Romero, una vecina que salía con su cacerola hacia el Parque Inés de Suárez en Providencia. La actitud del mandatario también fue refrendada por la oposición: “El Presidente Piñera apuesta por polarizar la situación. Ese no es el camino”, le señaló Vlado Mirocevic, diputado del Partido Liberal en sus redes sociales. “Lamento que siga escuchando a los nostálgicos de la dictadura”, agregó el Senador socialista Alfonso de Urresti.

En efecto, lejos de calmar la situación, el ambiente se polarizó. Según cifras entregadas por el ministerio del Interior, los civiles lesionados el viernes aumentaron de 33 a 40 y los policías de 58 a 80. La calle volvió a reunir más de 200.000 personas, como no lo hacía hace una semana y la imagen de Plaza Italia repleta recorrió el mundo nuevamente.

“Es un círculo vicioso. Mire, el presidente habla de seguridad porque la cosa está desbandada, pero como no habla de los problemas de fondo y parece disco rayado con los criminales, esto se le desbanda y más y más rabia hay”, comenta Juan Arroyo, de 52 años mientras veía pasar una columna de manifestantes por frente a su negocio en Los Domínicos, en Las Condes.

Sin salida política la movilización ciudadana continuará y con ello se seguirá dando el contexto preciso para que un grupo minoritario realice desmanes en ciudades de Chile montados en la protesta popular. Por otra parte, sin un control claro del orden público la solución política parece ser más lejana. Una relación de causalidad que explica 22 días de constantes actos de violencia que empañan el masivo despertar ciudadano que vive el país, informó Clarín.

Lo acusan de haber sido el responsable de un emboscada a un grupo de personas que viajaba a La Paz para marchar contra el Gobierno.

Un grupo de jóvenes manifestantes incendió este sábado la casa del gobernador de Oruro, Víctor Hugo Vázquez, a quien acusan de haber organizado la emboscada a un grupo de comunitarios que viajaba a La Paz para marchar contra el Gobierno de Evo Morales.

Según informó el medio boliviano Página Siete, fueron jóvenes universitarios y de otros sectores los que, después de protestar en la plaza 10 de Febrero fueron hacia el domicilio de Vázquez y comenzaron a arrojar piedras para después juntar elementos plásticos y de madera y prender fuego.

«Traidor, maleante, renuncia», escribieron en el frente de la construcción, antes de incendiarlo. 

El presidente del Comité Cívico Potosinista (Comcipo), Marco Antonio Pumari, responsabilizó a Vásquez por el ataque: «Queremos denunciar el hecho, hay una persona agredida que ha denunciado que esto lo ha preparado el Gobernador de Oruro, ha indicado que se le ha pagado 50 bolivianos por cometer estos actos criminales en contra de la población boliviana», dijo Pumari.

Y agregó: «Queremos hacer una denuncia a nivel nacional respecto a la represión a la emboscada que ha sufrido la comitiva del departamento de Potosí que venía a la sede de Gobierno».

Bolivia atraviesa una crisis política y social desde las pasadas elecciones del 20 de octubre, en las que el presidente Morales fue proclamado vencedor por el órgano electoral para un cuarto mandato consecutivo, pero la oposición y movimientos cívicos denuncian fraude electoral, exigen su renuncia y que haya nuevos comicios.

Los episodios de violencia durante esta convulsión en el país costaron la vida a tres personas y 383 heridos, según datos de la Defensoría, informó Clarín.

Son de Potosí y Sucre. Sufrieron episodios violentos y con su actitud se mostraron contrarios a avalar la estrategia del Gobierno.

La crisis comenzó a producir bajas en las filas de Evo Morales. Un gobernador, dos alcaldes y un senador, todos oficialistas, renunciaron este sábadoa sus cargos en medio de la ola de violencia tras la cuestionada reelección del presidente, demostrando queno están dispuestos a avalar al mandatario en la estrategia que decidió llevar adelante.

“No me voy a aferrar al cargo”, dijo el gobernador del departamento de Potosí, Juan Carlos Cejas. Al explicar el motivo de su renuncia, afirmó:“No voy a arriesgar a mi familia”.Y agregó que deja el cargo en “aras de la paz en la región”.

El alcalde de la ciudad de Potosí, cabecera de la región, Williams Cervantes, le siguió los pasos horas después con la idea similar de que “hay que pacificar el país”.

“Hemos escuchado el llamado del pueblo potosino, de los vecinos, somos una ciudad de paz; nos ha dolido mucho el atropello que ha sufrido el pueblo”, agregó el dirigente.

En la ciudad de Potosí los opositores han realizado huelgas y bloqueos de calles, al igual que en otras regiones del país, en rechazo a la reelección de Morales en las cuestionadas elecciones del 20 de octubre.

Cervantes y Cejas fueron hostigados en los últimos días por manifestantes opositores, quienes bloquearon el acceso a sus despachos, en la plaza de Armas de la ciudad.

Más tarde se plegaron a esta postura otras dos figuras: Iván Arciénega, alcalde de Sucre,la capital del departamento Chuquisaca y capital judicial del país, y Orlando Careaga, senador electo por Potosí.

“Hago conocer mi renuncia irrevocable al cargo de alcalde por una solución pacífica al conflicto que vive el país”, afirmó Arciénega en una breve misiva divulgada por medios y redes sociales, en la que pidió “que se restablezca la democracia, el orden constitucional y los plenos derechos de la gente”.

En un video publicado en Youtube, Careaga fundó su dimisión en el propósito de “evitar derramamiento de sangre, preservar la vida humana y pacificar el país”.

Con el estallido de diversos motines policiales, Bolivia vive las horas más tensas de un ciclo de protestas que comenzó en la noche del 20 de octubre, a raíz de sospechas de fraudetras congelarse la difusión del escrutinio de las elecciones presidenciales de ese día.

La autoridad electoral proclamó el triunfo en primera vuelta de Morales, que se postuló para un cuarto mandato consecutivo gracias a un fallo del Tribunal Constitucional y pese a que se lo prohíbe la Constitución y se lo denegó un referendo en 2016.

Pero al margen de esta crisis, desde hace más de un mes Potosí era escenario de protestas contra la decisión de Morales de entregar la explotación del litio a capitales alemanes, informó Clarín.

El presidente se mantiene firme en sus denuncias de golpe de Estado. Pero no le resultará fácil gobernar si no cede al menos en parte a los reclamos de la sociedad.

El gobierno de Evo Morales lo sabe. Casi 14 años en el poder han desgastado la figura del presidente y de su Movimiento al Socialismo. Su propio vice Alvaro García Linera lo admitió ante Clarín en La Paz pocos días después de las cuestionadas elecciones del 20 de octubre. “Ha habido una crítica, nos han dicho: ‘ustedes ya han estado demasiado tiempo’”. Pero, a la luz de una crisis que se agudiza, parece claro que el Ejecutivo no supo medir hasta qué punto la sociedad le cobraría esa factura. El mandatario aparece ahora acorralado en un laberinto del que no será sencillo escapar. El llamado de este sábado al diálogo parece mostrar, por primera vez, que no tiene más opción que dar lugar a las demandas de la oposición. Al menos a parte de ellas. Aunque tal vez sea demasiado tarde.

La tozudez del presidente, quien insiste en que ganó la elección y que hay un golpe de Estado en marcha, no hizo más que alimentar el hartazgo de una sociedad que siente que el país avanza hacia una autocracia sin espacio para las voces disidentes y donde sólo tienen chances los allegados al poder.

Quienes salen a la calle a denunciar un fraude y exigir nuevos comicios no son apenas los partidos opositores. Son en su gran mayoría ciudadanos de a pie, movilizados contra una aparente manipulación de los datos electorales pero, sobre todo, indignados por el desaire de Morales tras el referéndum de febrero de 2016,en el que 51,3% de los votantes rechazó una reforma de la Constitución para permitir una nueva reelección del presidente.

Evo sorteó aquél primer revés en las urnas tras su llegada al poder en 2006 con una demanda ante la Justicia Constitucional que, en un fallo controvertido, permitió la reelección indefinida con el argumento de que se trata de un derecho humano. Esa jugada judicial fue una ofensa para miles de bolivianos. “Es la segunda vez que nos roban una elección”, se oía en las calles de Bolivia tras la elección de octubre, cuando a las sospechas de fraude se sumó la herida por ese referéndum convertido en anécdota.

Las sospechas de fraude no son una ocurrencia del candidato de centro derecha Carlos Mesa, que quedó segundo el 20 de octubre. Fueron respaldadas por un durísimo informe de la Organización de Estados Americanos sobre la transparencia del proceso y por una auditoría realizada a pedido del propio Tribunal Supremo Electoral que concluyó que toda la elección estuvo “viciada de nulidad”por una serie de irregularidades.

Entre quienes llenan ahora las calles en rechazo al presidente hay miles de personas que lo apoyaron en 2005, en 2009 y en 2014, cuando el ex sindicalista cocalero ganó con una mayoría indiscutible (más del 60% en sus dos reelecciones).

Son votantes que han visto a Bolivia crecer en los últimos 13 años a niveles inéditos en décadas. Que fueron testigos de una clara modernización del país, gracias a los ingresos por la venta de sus valiosas materias primas, especialmente gas y minerales, luego de la nacionalización de los hidrocarburos decretada por el MAS en 2006. Son los que apoyaron las políticas redistributivas que permitieron reducir la pobreza extrema del 38% al 15% entre 2005 y 2018.

Pero son a la vez bolivianos –en su mayoría de clases medias- descontentos con un gobierno que busca perpetuarse en el poder burlando la Constitución. Y que ven cómo la pujanza económica de los últimos 13 años comienza a frenarse.

No parece haber un escenario de golpe de Estado en Bolivia. El jefe de las Fuerzas Armadas salió a aclarar que no se enfrentarán con el pueblo y que los problemas deben resolverse “en el ámbito político”.

Era de prever que los líderes opositores rechazaran el llamado de Morales al diálogo. El gesto parece insuficiente para desactivar un movimiento que amenaza con un estallido mayor. Aún si el gobierno se mantuviera en su postura inflexible, no le resultará sencillo gobernar. Con la población movilizada en las calles y un manto de sospechas dentro y fuera del país sobre la transparencia en las elecciones, un futuro gobierno del MAS tendrá muy poco margen de maniobra.

Si el presidente quiere “pacificar al país”, como dijo este sábado, y defender la democracia y el “proceso de cambio”, no tendrá más chances que ceder. Aunque eso signifique una derrota más dura que en las urnas, informó Clarín.

Los incidentes vuelven a focalizarse en la capital, donde los manifestantes se enfrentan con carabineros.

Nuevos incidentes se registraban este viernes en Chile , donde los manifestantes volvían a enfrentarse con los carabineros. Además, se repetían los saqueos y los ataques para incendiar varios edificios, entre ellos, una universidad.

Según reportó la prensa de ese país, un grupo de personas saqueó la histórica Parroquia de La Asunción, ubicada en el centro de Santiago, y utilizaron los bancos, los confesionarios y los cuadros para provocar quemas en la calle que impidan el avance de las fuerzas de seguridad.

Y en el medio de la movilización se producía un incendio en al Universidad Pedro de Valdivia. 

Decenas de miles de manifestantes participaban de la  llamada tercera marcha más grande de Chile, en la céntrica Plaza Italia de Santiago, que a tres semanas de un estallido sin precedentes rebautizaron con un enorme lienzo «Plaza de la Dignidad».

Otra marea de manifestantes, en su mayoría jóvenes, desfiló frente al palacio de la presidencia La Moneda, entonando lemas contra el mandatario Sebastián Piñera, reclamando su renuncia e insultando a los policías que resguardaban el edificio.

«Vine para derribar mitos de que estas son protestas violentas«, dijo a la AFP Cristian, un estudiante de 27 años que asistió a la convocatoria de esta gran marcha por redes sociales tras escuchar el jueves el último mensaje del presidente, donde anunció nuevas medidas de seguridad, en un intento por solventar esta crisis como un tema de desorden público.

«El último mensaje de Piñera de ayer fue una abierta provocación, no entiende nada», agregó. 

«La tercera marcha más grande de Chile» o «La tercera es la vencida«, fueron las consignas para este viernes en la tarde, cuando diversas agrupaciones se sirven de Whatsapp, Facebook e Instagram para convocar a marchas pacíficas que buscan rivalizar con los 1,2 millones de personas que el 25 de octubre se reunieron históricamente en el centro de Santiago, y con otra no tan multitudinaria del 1 de noviembre.

Los incidentes violentos, liderados por encapuchados que se suceden desde el 18 de octubre también han desinflado algunas de las convocatorias, informó Clarín.

Mientras se espera que difundan los resultados, manifestantes opositores mantienen su vigilia frente a las sedes de los tribunales electorales. En algunos lugares se desató violencia.

En medio de la incertidumbre, sin resultados definitivos de las elecciones 48 horas después de cerradas las mesas de votación, este martes a la noche surgieron nuevas protestas en Bolivia , para denunciar el supuesto fraude cometido por el gobierno para asegurar la reelección de Evo Morales.

En el final de un día tenso, con mucha presencia policial y convocatorias a marchas tanto por parte de la oposición como de militantes del oficialista Movimiento al Socialismo,las marchas se hicieron más masivas y se registraron incidentes en algunas ciudades, como en Santa Cruz de la Sierra, donde un grupo de seguidores del candidato opositor Carlos Mesa se enfrentó con la policía cuando intentaban llegar hasta la sede del Tribunal Electoral local. La policía reprimió con gases lacrimógenos.

También en Oruro, en el sur del país, donde el lunes a la noche hubo serios enfrentamientos entre manifestantes y la policía, la escena se repetía el martes. Las protestas, en las distintas ciudades, se dan frente a las sedes de los tribunales electorales, en respuesta al llamado que hizo Carlos Mesa.

En otras ciudades también hubo protestas masivas. En Cochabamba, en el centro del país, uno de los departamentos donde Evo tuvo un apoyo más grande, grupos opositores y de la sociedad civil convocaron a un Cabildo -una asamblea popular- en pleno centro de la ciudad. Una multitud con banderas reclamó allí que se respete el voto y alertó contra el intento de fraude. La marcha fue pacífica y los organizadores llamaron a un “paro cívico” hasta que se difundan los resultados y se confirme que habrá una segunda vuelta entre Morales y Mesa.

En La Paz también se manifestaron los seguidores de Mesa frente al hotel de la zona de Sopocachi donde se instaló el centro de cómputos. La zona estuvo custodiada por un férreo operativo policial durante todo el día, para evitar episodios de violencia como los del lunes, cuando la policía tuvo que usar gases lacrimógenos para dispersar a manifestantes, tanto oficialistas como opositores, que se enfrentaron con violencia, informó El Clarín.

Las acciones cayeron 4,61% y la moneda se depreció un 2,06%, como consecuencia del estallido de violencia en la capital y varias ciudades del país.

La Bolsa de Santiagose desplomó 4,61% y el peso chileno se depreció 2,06% este lunes en su primera sesión tras el estallido social que el fin de semana provocó 11 muertos.

El Índice de Precios Selectivos de Acciones (IPSA), principal indicador de la Bolsa, se ubicó en 4.953,20 puntos al cierre de una jornada más breve de lo habitual. La bolsa decidió acortar una hora las transacciones de esta jornada y las del martes.

El peso también sufrió el golpe con una caída de 2,06% cerrando a 727 unidades por dólar.

Las acciones de gigantes del comercio, en especial los grandes almacenes, y empresas energéticas son las que registraron las principales caídas en la bolsa.

La consultora Capital Economics consideró empero «hay razones para creer que las protestas que estallaron en Chile en días recientes tendrán un relativamente bajo impacto en la economía y los mercados financieros».

Capital dijo que Chile tiene instituciones sólidas y el gobierno tiene «espacio» para poder hacer concesiones a las demandas de los manifestantes.

El déficit fiscal es bajo (2,0% del PIB) y la ratio entre la deuda y el PIB es de 25%, apuntó la consultora.

El caos cayó sobre la ciudad el viernes último, cuando violentas protestas y actos vandálicos –con saqueos a supermercados y farmacias, entre otros comercios– siguieron a manifestaciones masivas de estudiantes desde el lunes anterior pasado en rechazo a un alza tarifaria en el subterráneo (de 1,12 a 1,16 dólares) que se tradujeron en usarlo sin pagar. El alza fue anulada el sábado por Sebastián Piñera el lunes debía ser tramitada por el Senado.

El desorden generalizado se extendió a ciudades del norte y sur del país y Piñera reaccionó implantando estados de emergencias en una docena de grandes centros urbanos, en varios de los cuales los jefes militares a cargo del orden público implantaron el toque de queda.

Giorgio Agostini, sicólogo clínico y sicólogo social, dijo a la AP que en las últimas horas recibió llamados de «pacientes angustiados» porque la actual situación les recuerda al caos vivido durante el gobierno del presidente socialista Salvador Allende, con filas en busca de alimentos y desórdenes, que se debaten ante la incertidumbre.

Consideró que detrás de la actual crisis se esconden grupos anarquistas que movilizan a muchos a través de las redes sociales «para generar molestias, revueltas» y que los más susceptibles a seguirlos son jóvenes con carencias valóricas y materiales, con privaciones, y familias desestructuradas, que además esgrimen problemas reales como la fuerte desigualdad económica y social de Chile, con bajos salarios, remedios caros y mala educación, informó El Clarín.

Desde Seguridad siguen de cerca la radicalización de la protesta y ponen el foco en varias marchas en Argentina para apoyar a Chile.

Desde el Ministerio de Seguridad siguen de cerca la radicalización de la protesta en Chile porque hubo convocatorias en la Argentina a manifestar solidaridad con las mismas. Altas fuentes consultadas por Clarín no descartan ninguna de las teorías sobre un posible contagio en la región. La posición oficial además es la de no descartar teoría alguna, pero al mismo tiempo mantener el tono moderado.

Algunos de los hechos que siguen desde el Ministerio de Seguridad son los llamados a reunirse este lunes en Diagonal Norte y San Martín, en Buenos Aires, y otro llamado que tuvo lugar el domingo en La Plata. Pero también siguen de cerca los movimientos de la Federación Anarquista de Rosario. Algunas convocatorias a cacerolear frente a la embajada chilena en Buenos Aires «contra el ajuste y la represión». Y el seguimiento de comunicaciones por Whatsapp en CABA como una que reza «Fuera Chadwick, #Fuera Piñera, #Huelga General». Hay un grupo de Whatsapp que se agrupa bajo el lema «Protesta en Apoyo a Chile».

Para el caso, en la Rosada y en la Cancillería hablaban con cautela este lunes del duro comunicado que emitió el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, que escribió: «Las actuales corrientes de desestabilización de los sistemas políticos del continente tienen su origen en la estrategia de las dictaduras bolivariana y cubana». Y además de adjudicarles la exportación de la polarización y las malas prácticas, la promoción y exportación del conflicto social, refirió a la reciente frase del hombre fuerte de Venezuela, Diosdado Cabello, en el sentido de que se ciernen nuevas «brisas boliviarianas» sobre Argentina, Ecuador y Perú. En el Gobierno, metidos de lleno en la pelea por tratar de meterse en el ballotage, no descartan que si existiera la posibilidad de una segunda vuelta aparecieran escenas de tensión en las calles.

La otra traza que siguen de cerca es la que plantea el llamado Grupo de Puebla, que en su página oficial habló de la coordinación de treinta líderes de 10 países entre ellos ex presidentes como Lula da Silva, Dilma Rousseff, y representantes de distintos países. En una nota publicada recientemente en el sitio de Russia Today, daban cuenta de una supuesta coordinación de gobiernos del «Grupo de Puebla desde Montevideo -Buenos Aires- La Paz- Ciudad de México. Y destacaban el triunfo de Alberto Fernández, y la reelección de Evo Morales, para la concreción de este esquema.

Con todo, hay que destacar que si bien el candidato del Frente de Todos ha confirmado que tiene intenciones de salirse del Grupo de Lima y mantenerse en un esquema de «neutralidad» frente a Venezuela como México y Uruguay, no hay referencia alguna en sus discursos a un nuevo tipo de realineamiento, informó El Clarín.