Ya tenemos aquí la época de los baños en la piscina. Pero, cuidado, porque en ellas no solo nadamos las personas: también se mantienen a flote en sus aguas muchos microorganismos, algunos de ellos patógenos. Según apunta la Organización Mundial de la Salud (OMS), la principal fuente de virus y bacterias en los baños de agua dulce son las heces, procedentes de aguas contaminadas de las que se surte la piscina, de excrementos depositados accidentalmente por los usuarios y, cuando las instalaciones están al aire libre, de pájaros o roedores.
También llegan virus y bacterias en las mucosas, la saliva y la piel de los bañistas. Entre los gérmenes piscinícolas más habituales se encuentran los adenovirus, que pueden causar conjuntivitis y faringitis; el Giardia intestinalis, parásito responsable de náuseas, calambres y diarrea; y la bacteria Escherichia coli, que provoca diarreas y colitis. En la mayoría de los casos se eliminan con cloro o bromo y manteniendo el pH adecuado.
Cuando el agua es caliente, como sucede en las piscinas climatizadas y los spas, existe el riesgo de que proliferen distintos tipos de bacterias: las del género Legionella, desencadenantes de la enfermedad del legionario; Pseudomonas aeruginosa, que produce otitis; las del género Mycobacterium, causante de neumonía; Staphylococcus aureus, que genera infecciones de piel, orina y oído; y Tinea pedis, culpable del pie de atleta.
Evitar la condensación del agua, tratar las tuberías y mantener el nivel adecuado de desinfectantes es el mejor modo de deshacerse de estos gérmenes y mantener una piscina casi estéril.
Fuente: Muy Interesante