Lo lograron Arbe, que logró su pase a Tokio 2020, y Muñoz; el keniata Chebet ganó la carrera y puso los 42 kilómetros porteños entre las cinco competencias más rápidas del planeta.
Casi dos décadas de historia del atletismo nacional fueron «derribadas» ayer en la maratón de Buenos Aires. Tanto el primer argentino en llegar a la meta, Joaquín Arbe(29 años), como el segundo, Eulalio Muñoz (ambos de Esquel), lograron bajar el segundo mejor registro nacional de todos los tiempos, que estaba a pocos meses de cumplir dos décadas de «vida».
Había sido Hernán «el Indio» Cortínez quien, en abril de 2000, estampó en La Pampa 2h13m42s y, con ello, sacó pasaje para los Juegos Olímpicos de Sídney 2000. En la mañana porteña de ayer, en la que 10.000 corredoreshicieron de la maratón la más concurrida de América Latina, Arbe fue el más rápido del paísy, con 2h11m02s, también sacó su pasaje, a Tokio 2020.
«Nunca pude correr una maratón fuera del país -confiesa Arbe-; parece que la primera va a ser lejos». Detrás de este hecho histórico hay una historia de distancia y esfuerzo. Arbe se fue de su casa dos meses exactos, con su mujer a punto de dar a luz a su tercer hijo, para poder preparar esta maratón. A 2300 metros sobre el nivel del mar, en el pueblo salteño de Cachi, entrenó como nunca lo había hecho en su vida: «Y para colmo fueron dos meses complicados, en casa se rompió el lavarropas, nuestra perra Reina tuvo diez cachorros», cuenta Arbe a LA NACION mientras toma agua esperando para el control antidoping. Y, mientras tanto, llega María de los Ángeles Peralta (dos veces olímpica en maratón): «Joaquín, ¡qué locura! ¡Te felicito! ¿Vas a llorar? Ay, yo también lloro». Lo abraza, y Peralta, que con 2h47m55s quedó quinta en el campeonato nacional (Buenos Aires fue Campeonato Sudamericano y Nacional de la distancia), entiende su emoción de clasificar a unos juegos olímpicos.
Pero antes de ir a Tokio, Arbe tiene que volver a su casa, luego de dos meses. «En Chubut está todo muy complicado, a mi señora le iban a hacer cesárea hace una semana pero al final no se puede -cuenta-, así que va por parto natural». La buena noticia es que Arbe quizá llegue al nacimiento, al menos si Eric Mateo espera a pasado mañana para nacer.
«Me sorprendió lo rápido que corrió», se sincera Jorge Basiricó, el entrenador de Arbe. Y admite: «Esperaba un tiempo un poco más lento. El tiempo afuera lo fortaleció y motivó mucho». Basiricó hace una pausa, se emociona: «Disculpá, pero para irte dos meses de tu casa con tu mujer a punto de dar a luz, hay que tener mucho coraje».
Dando batalla codo a codo hasta el kilómetro 30 y cruzando la meta detrás de Arbe llegó un atleta que vive a pocas cuadras de su casa: Eulalio «Coco» Muñoz. La ciudad de Esquel se puede enorgullecer de que, con menos de 40.000 habitantes, los dos primeros puestos fueron de ese enclave patagónico.
«Quiere decir que la ciudad está pasando por un buen momento», infla el pecho Muñoz, que con apenas 24 años es una de las grandes promesas del atletismo, ya realidad.
«Es un lugar fácil para entrenar», declara. Cuesta creerle que con seis horas de luz solar en invierno, vientos que llegan a superar los 50 km/h, nevadas y lejos de las grandes competencias del país sea «fácil». «Bueno, no, es verdad, pero le buscamos la vuelta», sonríe Muñoz, y cuenta que el día del último entrenamiento fuerte antes de la maratón nevaba tupido. «Por suerte, cuando ya teníamos que salir, paró un poco», recuerda, y no bien apagaron los relojes, volvió a nevar.
En la mañana de ayer, en la ciudad de Buenos Aires, el clima no fue un impedimento. Fue el sueño de cualquier maratonista: 14°C, poco viento (y a favor en el regreso a la meta), poca humedad. El cóctel ideal para las mejores marcas. Y los récords brotaron con la primavera. El ganador de los 42 kilómetros fue el keniata Evans Chebet, que clavó 2h05m09s para lograr la mejor marca histórica de la competencia y posicionar a Buenos Aires entre las cinco maratones más rápidas del planeta, detrás de Berlín, Londres, Chicago y Rotterdam. Su compatriota Rodah Tanui no fue menos y se llevó el mismo récord con 2h25m26s en la categoría de mujeres. Para ponerlo en contexto: apenas 24 hombres lograron ganarle a Rodah.
Otro récord, más particular, fue la participación de un grupo de militares del Regimiento de Granaderos a Caballo. «Cincuenta y cinco de nuestros hombres completaron la maratón, 30 de los cuales debutaron en la distancia», detalla el coronel José María Protti (51), jefe de ese cuerpo, que no solo pasó lista, sino que también dio el ejemplo completando los 42.195 metros. «Varios más querían correr, pero no se puede traer a todos porque hay guardias que cubrir y otros compromisos», asegura Protti, y da un dato más: «Uno de ellos es una verdadera historia de vida». Ante el pedido del cronista, ordena:
«Venga Olives, acá de LA NACION quieren hablar con usted. Lo felicito por la carrera». «¡Gracias mi coronel!», responde el suboficial principal Marcelo Olives, y se cuadra para responder a la entrevista.
Hace dos años, Olives ni pensaba en maratones: el médico le informaba que tenía un linfoma no Hodking. «La verdad, me imaginé lo peor -confiesa Olives-, lo que menos pensé es que dos años después iba a estar corriendo mi primera maratón».
Cada uno de los más de 10.000 corredores tuvo sus motivos, sueños y desafíos en la maratón de Buenos Aires. Los 3000 extranjeros que se sumaron a la carrera, arribados de 40 países -de Finlandia, Turquía, Hong Kong, Zimbabwe, Hungría o la India-, dejaron sus huellas, con 1600 brasileños copando la prueba. La cantidad de mujeres fue similar a la del año pasado, un 30% de los inscriptos, aunque las extranjeras fueron un porcentaje mayor que las argentinas. Más allá de los números, todos se llevaron una gran medalla y una nueva historia para contar, informó La Nación.