El gobierno de Bolsonaro tiene políticas pro mercado y un historial petrolero. Argentina posee indefiniciones y menos experiencia.
La Argentina no decidió qué hara con el cepo del mercado cambiario. Tampoco define la política para mostrarles a los inversores energéticos, con el objetivo que hundan miles de millones de dólares en la formación Vaca Muerta. A su lado, Brasil -el gigante del Mercosur- corteja a las empresas con más privatizaciones, desregulaciones e inequívocas señales de adherencia a una economía de libre mercado.
La economía brasileña está creciendo. Tras los escándalos de Petrobras, en el sector energético se tomaron medidas adicionales para evitar cualquier acusación de corrupción. El gobierno deJair Bolsonaro ya pasó la reforma jubilatoria y se apresta a lanzar una audaz modificación en las leyes impositivas. Con independencia de sus declaraciones inflamatorias y continuos exabruptos, la política económica del Poder Ejecutivo de Brasil encuentra buena recepción entre las empresas.
La venta de activos energéticos brasileños le quitará atracción a la Argentina. «En el caso de las compañías internacionales, hay competencia por asignación geográfica de inversiones», explica un consultor energético que pide reserva. En esa búsqueda de donde llevar su capital, la mira «está puesta en Brasil y el petróleo y gas no convencional de Estados Unidos», señala.
La transición en el Gobierno argentino encuentra a un oficialismo -que promovió las inversiones energéticas durante casi todo su mandato, pero que este año reinterpretó subsidios y decidió un congelamiento- de salida. El próximo ocupante del Poder Ejecutivo habla de Vaca Muerta y da pistas de una ley para el sector, pero hasta ahora son solo rumores.
Brasil va varios casilleros adelante de la Argentina en su relación con empresas energéticas. Mientras que aquí se realizó este año la primera licitación de yacimientos «offshore», Brasil ya lleva más de 16 rondas con convocatorias de esa naturaleza.
En Brasilia hay reformas para achicar el Estado, libertad para entrar y sacar dólares -con una moneda como el real, mayormente estable-, un historial de licitaciones petroleras por más de 20 años y un presidente comprometido a seguir una agenda alineada con los Estados Unidos. Del otro, no hay libertad cambiaria (ni una moneda estable), un Gobierno que asoma con ciertas inclinaciones a intervenir más en la economía, una política energética cambiante y varios interrogantes sobre qué pasará hasta que se reestructure la deuda soberana. En ese sentido, es fácil de identificar a qué país privilegiarán los empresarios a la hora de alocar su capital, informó Clarín.