El fútbol argentino perdió otra joya. El cordobés Santiago Ramos Mingo, de 18 años, finalmente firmó su primer contrato como futbolista profesional: el juvenil de Boca jugará en Barcelona B por tres temporadas, más dos opcionales, con una cláusula de rescisión de 60 millones de euros y de 100 millones si sube al primer equipo.
El futuro del defensor era incierto hace quince días. La dirigencia xeneize, encabezada por Jorge Ameal, se mostró indignada cuando tomó conocimiento de la situación del jugador. Nunca había firmado un contrato en Boca y ya se estaba negociando su pase a la filial del club culé.
El futbolista cumplió la mayoría de edad en noviembre pasado, pero aunque su edad era para participar en la quinta división, Rolando Schiavi lo tenía hasta 2019 como titular indiscutido en la Reserva. Por una lesión ligamentaria de Gastón Ábila el año pasado, Ramos Mingo subió al plantel de primera bajo las órdenes de Gustavo Alfaro y participó de la pretemporada xeneize en Estados Unidos y estuvo en la lista de buena fe para la Copa Libetadores. Pero nunca debutó en primera de manera oficial.
Se reaviva una vieja polémica en el fútbol local: las jóvenes promesas en las que los clubes invierten, formándolos, acompañándolos y desarrollándolos abandonan las instituciones porque los clubes no pueden asegurar su continuidad. Ahora, Boca solo podría cobrar los derechos de formación, ya que el zaguero se sumó al club en 2015.
«Es un sueño. No soy de imaginarme cosas sino de ponerme metas cortas», expresó Ramos Mingo al canal oficial de Barcelona. El cordobés superó los exámenes médicos y fue presentado en el Estadio Johan Cruyff, junto a Silvio Elías, responsable del Barça B, y de Jose Mari Bakero, secretario técnico: «A nivel personal espero poder completar mi formación y, en un sentido grupal quiero aportar mi granito de arena al equipo para lograr el ascenso», informó La Nación.