Hoy somos un país mejor. La realidad de la clandestinidad del aborto que, históricamente, mutila y mata a las mujeres comienza a revertirse. Esperamos casi 100 años para tener pleno derecho al acceso a la salud. Fue mucho. Cientos de muertas que un sector de la sociedad ocultó, ignoró, criminalizó, avergonzó. Fueron –son- las que viven en situación de pobreza, a las que se les negó el acceso a la información adecuada y a servicios de salud.
A la par, las que contaron –cuentan- con los recursos económicos y el dato correcto, acceden a una clandestinidad ‘profesional’ y cuidada.
Una y otra realidad comienzan, hoy, a ser parte del pasado. Lo escribo y aún no lo creo.
Hoy somos un país mejor. En Argentina se sigue obligando a parir a las niñas, esas que deberían jugar con autos y muñecas, cargan en soledad infantil con embarazos. Fueron –son- violadas y vueltas a violar cuando se les niega el acceso a la ILE.
Esa realidad, hoy, comienza a ser parte del pasado. Y lo escribo y cada vez lo creo más.
Las periodistas feministas reportamos desde hace años estas realidades al son de la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito y los Encuentros Nacionales de Mujeres. Creamos redes formales e informales para acompañarnos. Fueron tiempos de soledad y persecución –que aún se mantienen en algunos lugares de Argentina-, hasta llegar a este 2020 inusual pandémico, donde el camino de aprendizajes y reaprendizajes periodísticos visibilizado con impacto por el Ni Una Menos logró su primera meta: informar en base a datos certeros e historias de vida que el aborto legal es derecho a la salud y que era –¡era!- una deuda de la democracia.
Ahora, esa construcción potente y alegre, nos invita a acompañar la adecuada y federal aplicación de la ley.
Hoy somos un país mejor. Hoy tenemos la tarea de hacer un mejor periodismo. Se lo debemos a las muertas, a las ancestras, a las de la mitad de la vida, a las niñas, a las pibas, las gurisas, las changuitas. Nos los debemos. Y fue ley. Y lo escribo y lo creo.