Cada 7 de diciembre se conmemora el Día Internacional de la Aviación Civil, que tiene como objetivo fomentar la innovación y el desarrollo del transporte aéreo. La historia de Adrián Callejón se condice con esa misión, porque no solo cumplió su sueño de toda la vida, sino que motiva y ayuda a quienes quieran seguir sus pasos. Hace seis años comenzó la construcción de su propio avión, y el 23 de septiembre de 2022 hizo su primer vuelo. En su día a día se dedica al mundo de los sistemas informáticos, y aunque no tiene formación en ingeniería aeronáutica, retomó la pasión de su infancia, decidido a superar cada desafío. Su guía fueron los planos de la aeronave experimental, y contó con la ayuda de varios amigos y referentes, hasta que pasó por todas las inspecciones necesarias y pudo despegar. Ya hizo varios viajes: a la Costa Argentina, a la provincia de Mendoza, a Córdoba y a Chubut, el tramo más largo hasta el momento. En diálogo con Infobae, explica cómo lo hizo y la inspiración que generó en otras 10 personas que están en proceso de fabricar el mismo avión.
Se define como un “fanático del ‘hágalo usted mismo’”, y realmente lo es. Su perseverancia lo llevó a soldar caño por caño, revestir y pintar el “Fácil MS 1/3 Evo”, un modelo diseñado por Miguel Scheinin, piloto y constructor de aviones experimentales. “Esto es algo que sueño hace 33 años, desde que tenía 14 cuando leía la revista Lúpin, que venía con un suplemento técnico de aeromodelismo, y un día Juan Luis Barrionuevo, gran aeromodelista, publicó los planitos de ‘La Pulga del Cielo’, un diseño de un francés con un ala adelantada a la otra, una cosa rarísima que me encantó y quería hacer el mío”, relata. Fue tan impactante para él que se acuerda hasta de la fecha y numeración de la edición: marzo de 1988, número 270.
El deseo fue tan fuerte que se contactó con el autor de la publicación, y le pidió que se reunieran en persona. “En ese entonces yo vivía en Comodoro Rivadavia, así que esperé a las vacaciones para ir a Buenos Aires, me junté con Juan Luis y me dio los planos y los detalles de todo lo que necesitaba para empezar”, cuenta. El primer obstáculo fue que muchos de los materiales no los conseguía en el país, sobre todo determinados tipos de madera, así que habló con su profesor de carpintería de la secundaria -iba a una escuela técnica- para que lo ayudara, y también se asesoró con la Asociación Argentina de Aviación Experimental (EAA).
Fue a un corralón y obtuvo todo lo necesario, y en el taller de la escuela cortó todos los listones para iniciar con el armado. El problema surgió cuando salieron otros artículos en la revista Aerodeportes, uno que hablaba maravillas de la famosa “Pulga”, y otro de un ingeniero que la describía como “la aberración más grande de la historia de la aviación”. El padre de Adrián leyó este último, y cuestionó lo que estaba haciendo. “Yo me sentía un constructor de aviones, leía esas revistas por eso, y mi viejo se asustó cuando vio las críticas que tenía el modelo, y me dijo: ‘Vos no vas a hacer esto para subirte a volar porque te vas a matar’, me tiró los listoncitos a la basura, y ahí se acabó todo para mí, hasta mis 44 años”.
La revancha
En 2017 viajó con algunos amigos a Estados Unidos para disfrutar del Festival SunNFun, uno de los shows más grandes del mundo de aviación. “Volvimos re cebados de ese evento, a mí me hizo dar cuenta de que tenía que retomar, y eso que no sabía ni volar, así que lo primero que hice fue empezar el curso de piloto privado”, indica. Y sin tapujos aclara que antes de comenzar con esta travesía siempre que abordaba un vuelo comercial se mareaba, y se preguntaba cómo iba a hacer para no descomponerse cuando fuera él quien estuviera en la cabina. Poco a poco superó todos los miedos, cumplió con las horas necesarias y se recibió.
“Llamé a mi viejo amigo Juan Luis Barrionuevo, para comentarle que quería construir un avión, y él me recomendó que me contacte con Miguel Scheinin, que diseñó un avión que se llama ‘Fácil’, porque es fácil de construir, apto para que lo haga cualquier persona, y con materiales de industria nacional, con caños de acero y reemplazos de las aleaciones de aluminio especiales que se suelen utilizar en construcción aeronáutica”, explica. Con el rollo de planos bajo el brazo, y la ayuda de su amigo Víctor Arias, su coequiper en todo el proceso. El único lugar disponible para usar como espacio de trabajo era el garaje de su casa en Adrogué, Provincia de Buenos Aires, aunque después también ocupó parte del patio porque no había manera de que entraran todas las piezas. “El auto pasó a vivir afuera del garaje, y el patio se convirtió en la extensión del proyecto, o sea que mi casa parecía cualquier cosa menos una casa”, dice con humor.
El 20 de noviembre de 2017 comenzaron con la tarea, sobre una mesa de cinco metros de largo por uno y medio de ancho, hecha por ellos. “Hubo obstáculos porque por más que los materiales se consiguen en el país, justo los tubos de aluminio los habían dejado de hacer y tuvimos que esperar seis meses para que los fabricaran, y lo otro complejo fue la logística”, revela. Se centraron en hacer primero las alas, que les llevó un año, y después iniciar con el fuselaje. La cadena de favores, la camaradería de la comunidad aeronáutica y los amigos al rescate, fueron claves para solucionar problemas sobre la marcha.
“Un día no conseguíamos una remachadora, nos prestaron una, otro día no sabíamos como resolver algo del diseño y llamamos a Miguel, a quien le he mandado más WhatsApp que a mi madre en toda mi vida”, dice con humor. El autor del modelo siempre estuvo dispuesto a ayudar y acompañar, fiel al enunciado de la EAA: “Construya y vuele su propio avión”. Adrián tuvo que aprender a soldar y comprar una soldadora, todo en pos de avanzar con el proyecto. Llegó el momento en que había que comprar el motor, y cada vez faltaba menos para ver el sueño realizado.
“Está diseñado para un motor de auto, de 1500 centímetros cúbicos y 120 HP, al que se le hacen un montón de modificaciones para usarlo en un avión; así que fuimos a un desarmadero, lo compramos, nos dieron los papeles y se lo entregamos a Miguel, que tiene los tornos, fresadoras y todas las máquinas necesarias para hacer ese trabajo de adaptación”, indica. Mientras tanto, él siguió con las etapas restantes, hasta que se decretó la cuarentena por la pandemia de coronavirus en marzo de 2020. Para Adrián significó tener tres horas más de vida por día, que eran las que tenía de viaje desde su casa ida y vuelta al trabajo. Continuó con su puesto laboral en la modalidad home office y cada minuto libre lo invirtió en avanzar con el avión.
A volar
En cada tramo de la construcción, hay varias inspecciones realizadas por la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC). La inicial implica la visita de un inspector al domicilio donde se esté fabricando la aeronave, y chequea los materiales y los planos. Cuando el esqueleto ya está montado ocurre la inspección intermedia, donde vuelven para chequear las soldaduras, que los tornillos y los remaches sean correctos, y una vez que está aprobado se puede continuar con el revestimiento del fuselaje. “Se usa una tela poliéster, se forra todo con unos pegamentos especiales, después se lo pinta con otro pegamento y luego la pintura final, que queda como si fuera un plástico, una tela muy dura plastificada”, detalla Adrián.
A mediados de 2022 dio por terminada la construcción. Era momento de trasladar hasta el aeroclub el avión para una nueva inspección. “Fue muy gracioso porque la llevamos en la camioneta de un amigo, lo cargamos el avión arriba y era insólito ver un avión en la calle arriba de una camioneta, todos los vecinos sacaban fotos, y los pasajeros del colectivo 514 que pasa por mi casa también sacaban el celular para filmar”, cuenta entre risas. El 23 de septiembre de 2022 hizo su vuelo de bautismo, y admite que tenía niveles idénticos de emoción y miedo. “Tenía que subirme a algo que construí yo, pero haber pasado todas las inspecciones me daba confianza también de que efectivamente estaba todo bien hecho”, confiesa.
En la inspección final, que dura unas tres o cuatro horas, se revisa el motor, el tablero, los cables, las conexiones, las mangueras de combustible y luego se habilita para 40 horas de vuelo de prueba. “Se puede volar por un lapso de 40 horas a no más de 40 km del Aeroclub donde estás radicado, y yo las terminé para marzo del 2022, entregué los libros de vuelo, los mantenimientos que le realicé, y recién ahí está habilitado de forma definitiva”, explica. Con todo en orden, la primera escapada fue rumbo a Mendoza, para un evento donde varios pilotos se reúnen para acampar debajo de las alas del avión en la modalidad aerocamping.
Después fue hasta Santa Teresita, a Córdoba, y cumplió el anhelo de visitar la Isla Martín García, a donde lo acompañó su esposa. Se quedaron a almorzar y luego regresaron. “Al principio mi señora me decía que estaba loco, que iba a ser carísimo construir un avión, pero la realidad es que me llevó cuatro años hacerlo, y gasté menos de 20.000 dólares, y se podría hacer por menos, porque la mitad de los gastos fueron por errores, en cambio ahora que ya sé cómo se hace, oriento a otros para ahorrarles esas equivocaciones y solucionarlo por menos plata”, sostiene.
En enero hizo el tramo más largo hasta ahora, hacia la localidad de Trevelin, provincia de Chubut. “Hubo momentos que me largué a llorar, porque no podía creer estar volando entre picos nevados, ver esos lagos turquesas hermosos, y dimensionar todo lo que había pasado a raíz de animarme a construirlo; hoy tengo más de 237 horas de vuelo, es decir unos 50.000 kilómetros, a 130 kilómetros por hora, con un peso máximo de despegue de 600 kilos, una velocidad de crucero de 90 Mph y una autonomía de seis horas”, detalla.
Compartir los sueños
A través de su canal de YouTube -@Adriansucho- y de un sitio web que creó, fue compartiendo cada etapa de la construcción y muchos tips para que le resulte lo más fácil posible a otros aficionados. “Está bueno que otros vean que si yo lo pude hacer, que ahora ya tengo 50 años, y no soy ingeniero aeronáutico, con la guía necesaria otros también pueden”, sostiene. Y agrega: “Lo más lindo de esto es la cantidad de gente que se suma a la actividad, que está el preconcepto de que es para ricos y millonarios, cuando yo soy un empleado común de una empresa que lo pudo hacer a su tiempo, comprando todo de a poco; y básicamente cumplí mi sueño de salir a volar”.
En su propio trabajo le pasó que una vez contó cuál era su hobby, y uno de sus compañeros quedó fascinado. Se embarcó en la misma aventura, y solo le falta un año para terminarlo. Lo mismo le pasó cuando un colectivero lo contactó por Facebook para decirle que siempre había querido ser piloto y tener su aeronave, y luego de que le brindara algunas recomendaciones comenzó el curso y le faltan solo seis horas para graduarse. “Esas cosas me emocionan, pensar que empecé de cero a construir un avión desde los planos de papel y ya hace dos años que lo estoy volando”, expresa.
Uno de los pendientes que tiene en mente es dar una vuelta completa por la Argentina. “Tengo la categoría de avión experimental, que tiene algunas ventajas, como que todo el mantenimiento se lo puedo hacer yo por ser el constructor, y al tener un motor de auto los repuestos son económicos, por lo que es un avión muy barato de volar, pero la desventaja es que no se puede hacer ningún trabajo comercial con el avión; no se puede dar clases ni hacer publicidad aérea, tampoco llevar a gente paga ni volar sobre zonas pobladas adrede, solo para aterrizar o despegar de un aeropuerto que esté dentro de una zona poblada”, enumera.
Padre de tres hijos, Adrián cuenta que su hija mayor lo acompañó un par de veces en sus vuelos de fines de semana, y su padre, que antes no veía con buenos ojos esta posible hazaña, ahora está maravillado con lo que logró. “Hoy está súper feliz, mira los videos y me manda mensajes para decirme que le gustaron”, comenta. Cada vez que puede va a ver su creación al Aeroclub de General Rodríguez y se sube a volar para ganar experiencia. “Voy a seguir yendo a todas partes, para que otros lo vean y sepan que es algo posible”, asegura.