En su inagotable fábrica de frases, Diego Maradona pronosticó un escenario escandaloso comparable al que se generó alrededor de la magistrada Julieta Makintach, una de los tres integrantes del tribunal que debate el supuesto homicidio simple del ídolo y que en las últimas horas quedó bajo sospecha por grabar un documental, “La jueza de Dios”, centrado en su participación en el juicio por la responsabilidad penal de los médicos que trataron al exfutbolista.
“Yo tampoco muerto encontraría paz. Me utilizan en vida y encontrarán el modo de hacerlo estando muerto”, vaticinó Maradona en 1996, 24 años antes de su muerte y 29 antes de esta imprevista polémica judicial. “Todo el mundo me usó”, también dijo en aquellos días, publicó TyC Sports.
Mientras los abogados de una parte de la familia Maradona solicitaron la recusación de Makintach y el proceso corre riesgo de ser declarado nulo y volver a fojas cero luego de haber sumado 19 audiencias y 44 declaraciones de testigos, la sorpresiva derivación del caso supone un eslabón más en una de las características de la vida –y la muerte– del ídolo: los oportunistas que rodearon y seguirán rodeando a Maradona. Sin contar su etapa futbolística, Diego apuntó a políticos, periodistas y demás figuras públicas o anónimas.
Ya en 1982, cuando tenía 22 años, Diego lanzó una advertencia ante las exigencias –y las utilizaciones- externas. “Tienen que entender que Maradona no es una máquina de dar felicidad”, dijo a modo de protección, pero sería en vano: la política lo picó como sanguijuela a inicios de la década siguiente.
Un día antes del Mundial de Italia, el presidente Carlos Menem le concedió a Diego un pasaporte diplomático y lo designó embajador deportivo de Argentina. Pero menos de un año después, cuando a Diego le saltó un doping positivo en el Napoli y regresó al país, el menemismo no tardaría en apuntarle con el mismo oportunismo.
El 26 de abril de 1991, un llamado anónimo –pero de dependencias policiales- sonó en las redacciones de radios y diarios: ‘Prestá atención y anota esta dirección y esta hora, Franklin 896, Caballito. A las 3 de la tarde detienen a Maradona’. Dicho y hecho: ante decenas de periodistas y fotógrafos apostados en ese rincón de Caballito, Maradona sería detenido por tenencia de cocaína.
El gobierno no tardó un día en quitarle el pasaporte diplomático y el cargo de embajador. “Es un muchacho enfermo que necesita ayuda”, dijo el presidente. En los meses siguientes, Maradona sumaría a Menem a su lista de enemigos, con frases como “El presidente me utiliza políticamente para desviar la atención de los problemas políticos”.
Ya en 1996, cerca de su retiro –sería al año siguiente-, Maradona empezó a coquetear con la muerte en los hechos y en las palabras. Entonces lanzó sus profecías: “Déjenme vivir mi vida, no quiero ser un ejemplo. Yo tampoco muerto encontraría paz. Me utilizan en vida y encontrarán el modo de hacerlo estando muerto”, dijo en 1996, cuando también repitió: “Todo el mundo me usó”.
Episodios como los de Makintach, de sacar provecho o no poder resistir ante la presión de convivir con todo lo relacionado a Maradona, hicieron recordar un episodio también de 1996. En agosto de aquel año, después de haber errado varios penales sobre el final del Clausura –que Vélez le ganó de arremetida a Boca–, Maradona viajó a una clínica privada de Suiza, en la pequeña ciudad de La Neuveville, especializada en la lucha contra las drogas. Se suponía que sería una internación discreta y alejada de los medios pero el director de la clínica Bellelay, el doctor Harutyan Arto Van, ofreció una explosiva conferencia de prensa.
“Si bien Diego cayó en la trampa de la droga, su problema básico es de tipo existencial. Su problema son las ganas de drogarse: es demasiado débil para resistir. Nuestro trabajo consiste en hacerlo fuerte. Se siente vulnerable. A pesar de haber ganado todo, no es un hombre feliz. Se considera un perdedor», dijo Van, reconocido psiquiatra turco, de origen armenio. Maradona se enteró de las declaraciones de Van y fue a pedirle explicaciones. “Discúlpeme, no soporté la presión de los medios, todos querían saber», le respondió. «Hace veinte años que yo convivo con esa presión y usted no aguantó ni dos días. ¿Ahora me entiende?”.
Esa utilización sobre Maradona llevó a un ex presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, a decir en 1999: “El provecho que podríamos haber sacado de un muchacho así… Es un verdadero Rambo de carne y hueso”. Ya en 2004, Giannina, una de las hijas de Maradona, entonces de 15 años, le dijo al conductor televisivo Mauro Viale: “Dejá de chuparle la sangre a mi papá”.