Aunque Israel se sitúa a cerca de 1.300 kilómetros del golfo Pérsico y a más de 2.000 del estrecho de Ormuz, no sería la primera vez que un conflicto bélico del Estado hebreo trastoca los cimientos de la industria del petróleo y genera una crisis económica con profundas consecuencias a nivel global. Ya ocurrió en 1973, cuando los países de la OPEP —muchos de ellos de mayoría árabe o musulmana— decidieron poner en marcha un embargo contra los Estados y potencias que habían apoyado a Israel durante la guerra de Yom Kipur.
Hoy, el enfrentamiento bélico a gran escala que ha comenzado tras el ataque de Israel contra Irán amenaza con volver a poner patas arriba la industria petrolera en Oriente Próximo, el principal motor energético del mundo y hogar de cerca de un tercio de la producción de crudo.
Irán y Arabia Saudí, frente a frente
La Revolución iraní de 1978 no solo supuso un cambio profundo en los equilibrios de poder en la región, sino que también fue el gran detonante de la conocida como segunda crisis del petróleo. Desde ese momento, Irán se convirtió en el contrapeso suní a la mayoría chií que encabeza Arabia Saudí en Oriente Próximo y sobre todo en el principal antagonista de Israel y sus aliados occidentales, especialmente Estados Unidos.
En esta confrontación, gran parte de la capacidad de Irán para ejercer presión e influencia en la región procede de su riqueza en recursos energéticos: el país es el tercer productor de gas natural del mundo, solo por detrás de Estados Unidos y Rusia, y el séptimo de crudo. Sin embargo, si se trata de reservas, el país asciende al segundo y cuarto puesto mundial, respectivamente.
Esta abundancia de hidrocarburos no pasó inadvertida para las potencias occidentales durante el siglo XX, cuando Reino Unido se hizo con el control de las explotaciones petroleras durante décadas y alentó, junto con Estados Unidos, el golpe de Estado de Mohamed Reza Pahlaví en 1953.
Hoy, ambas potencias mantienen numerosas bases militares en las distintas petromonarquías que salpican la vertiente sur del golfo Pérsico, una zona dominada por Arabia Saudí, tercer productor de petróleo del mundo y el gran rival del régimen de los ayatolás en la región.
Aunque ambos países han evitado sistemáticamente un conflicto abierto, y llegaron a recuperar las relaciones diplomáticas en 2023, sí que se han enfrentado indirectamente en muchos puntos de Oriente Próximo —como Yemen, Siria, Irak o Líbano— a través de sus proxies y redes de alianzas, además de mantener intacta la rivalidad por controlar los mercados energéticos.
Del estrecho de Ormuz a Bab el Mandeb
Aunque la red de gasoductos y oleoductos que se han extendido por Oriente Próximo permite que una parte de la producción energética viaje a través de estas infraestructuras, lo cierto es que la mayoría de países productores dependen de dos angostos pasos marítimos para distribuir sus combustibles fósiles por el mundo.
El primero, el estrecho de Ormuz, es la puerta de salida de gran parte de los hidrocarburos que se producen en el golfo Pérsico. Por el enclave, de apenas 34 kilómetros de ancho y esencial para el abastecimiento de Europa y sobre todo Asia, circula un 30% del petróleo que se comercializa en el mundo y un 20% del gas licuado.
Si el paso queda bloqueado, la distribución de combustible de seis de los quince mayores productores de crudo y cuatro de los de gas se vería afectada, incluida la del propio Irán. Aunque nunca se ha dado un cierre total del estrecho, sí son habituales las amenazas de bloqueo así como la presión sobre los barcos que atraviesan este cuello de botella: en 2023, Irán capturó en estas aguas un petrolero que se dirigía a Estados Unidos tras el anuncio de nuevas sanciones contra el país, mientras que en abril de 2024 hizo lo propio con un barco vinculado a Israel tras el ataque contra el consulado iraní en Damasco.
Al otro lado de la península arábiga, el estrecho de Bab el Mandeb es la siguiente puerta que tienen que atravesar las rutas marítimas comerciales con destino a Europa y Norteamérica, pero también a Israel. El paso es un cuello de botella clave para la gran ruta de circunnavegación global: por allí no solo circula una cantidad muy importante de hidrocarburos, sino también un tercio del comercio de contenedores.
Aunque Irán esta situado lejos de estas aguas, el régimen de los ayatolás ha construido durante los últimos años una red de alianzas que le permite tener influencia sobre el mar Rojo y el golfo de Adén, especialmente a través de su coalición con los rebeldes hutíes de Yemen. El grupo, en guerra contra el Gobierno del país desde hace una década y miembro del Eje de la Resistencia, ha lanzado numerosos ataques contra barcos mercantes en el mar Rojo desde el comienzo de la nueva guerra en Gaza, motivando una intervención militar de las potencias occidentales en la zona.
Fuente: El Orden Mundial