Esteban Jobbagy, agrónomo y doctor en Ecología. Foto: Gustavo Salgado
En contra del conocimiento que existe en el ámbito de la hidrología, en San Luis se han formado hasta seis ríos nuevos en menos de 20 años. El doctor Esteban Jobbagy dirige un equipo de científicos dedicados a la investigación de este extraño fenómeno.
Miles de años es lo que tarda un río en formarse. Así lo dice la ciencia. Sin embargo, en San Luis, las zonas aledañas a la localidad de Villa Mercedes vienen desafiando el conocimiento científico desde hace 20 años: en tan solo dos décadas se formaron seis ríos donde antes no había más que tierra, rocas, pastizales, cultivos, caminos y hasta casas. Pero ¿cómo? ¿Por qué? La respuesta automática que a uno se le ocurre en el intento de explicar el asunto es que la culpa es del cambio climático. Es la más fácil y la menos comprometida. Total, las políticas respecto del cuidado del medioambiente responden más a decisiones globales que a nacionales o locales y nos liberan de responsabilidades. Pero el cambio climático no sirve como respuesta a todo. Así lo afirma Esteban Jobbagy, agrónomo y doctor en Ecología, que en la actualidad dirige a los científicos del Grupo de Estudios Ambientales que depende del Instituto de Matemática Aplicada de San Luis (Imasl), del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL). «Esto que está sucediendo responde al cambio en el uso del suelo -las plantaciones de maíz y soja sin rotación de cultivos-, más que al cambio en el clima», asegura el científico.
Las primeras señales fueron charcos, hundimientos de casas y vehículos, muertes de animales y caminos rotos y cortados por zanjones de agua en constante movimiento. «Desde hace años estudio cómo las plantas y la agricultura afectan el balance de agua en distintas zonas. Concentrados en las inundaciones, al principio no les dimos importancia a estos hechos debido a que había cuestiones más urgentes por solucionar. Eso fue hasta que una de las lagunas empezó a correr y cortó un zanjón muy profundo del suelo. Ahí decidimos investigar el fenómeno y nos dimos cuenta de la magnitud y la gravedad del asunto», cuenta Jobbagy.
Lo que estaba sobrando en el suelo era agua y el agua siempre busca algún espacio por donde escabullirse y salir. Por eso, las primeras preguntas que Esteban y su equipo se hicieron fueron: ¿por qué está sucediendo esto? ¿Por qué pasa en San Luis? En principio, determinaron que el paisaje de la zona favorece la formación de ríos, pero eso no bastaba como respuesta porque de ahí surgía otro interrogante: ¿por qué los ríos se formaron ahora y no antes, en algún momento de los miles de años que llevan esos sedimentos allí? La actividad sísmica fue descartada porque se supone que hubo decenas de terremotos a lo largo de miles de años. La variable de las lluvias más intensas también fue barajada como hipótesis, pero la descartaron cuando se comprobó que el suelo que se encuentra debajo de los bosques nativos estaba seco hasta las napas. Entonces solo quedaba una opción: un fuerte cambio en la vegetación de la cuenca. «Se trata de una especulación que surge del análisis de la historia y que se constató empíricamente en el campo cuando vimos que los suelos donde se hacen los cultivos de soja y maíz estaban cargados de agua», señala el investigador. La agricultura requiere mantener el suelo limpio de vegetación para que se acumule agua y favorezca el crecimiento de lo plantado. El problema es que parte de esa agua se empieza a escapar, se va a las napas y dispara este proceso.
Hoy, Jobbagy y su equipo realizan mediciones de campo y hasta han colocado cámaras que filman todos los movimientos de los nuevos ríos, porque los cambios se dan en cualquier momento y a una gran velocidad. «Las soluciones son, por un lado, aprender a adaptarse. Entender que ya ocurrió y proyectar qué puede pasar en un futuro para que ningún fenómeno nuevo nos sorprenda. Por otra parte, también se trata de mitigar el río Nuevo, que es el más grande de los seis. La primera solución es cambiar los cultivos que tenemos: soja y maíz, intercalar la siembra con otras especies que durante el año consuman agua. Y otra cuestión importante sería la promoción de campos de pastura de alfalfa para la actividad ganadera», concluye Jobbagy.