La ciencia tiene clara la función reparadora del sueño, pero no tanto la de las pesadillas.
Pero en contra de lo que pueda parecer, dicen ahora algunos expertos, las pesadillas podrían ser algo bueno, dicen que las pesadillas nos ayudan a lidiar con eventos perturbadores en la vida real.
Según la Asociación Estadounidense del Sueño, una posible explicación es que ayudan al cerebro a procesar las experiencias intensas vividas durante la jornada.
Si estás saturado en el trabajo, por ejemplo, podrías soñar que estás atrapado en un tsunami.
“Las experiencias angustiosas se pueden rememorar durante el sueño adquiriendo un carácter dramático”, explica Juan Pareja Grande, responsable de la Unidad del Sueño del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid en España.
Durante el día vinculamos eventos con respuestas emocionales, aunque no siempre de manera útil. Los sueños nos permiten restar importancia a las conexiones inútiles mezclando cosas aterradoras con cosas que no dan miedo, y con el tiempo nos asustamos menos.
Una característica común a las pesadillas es que la persona que las experimenta no es capaz de darse cuenta de que está inmerso en un sueño, lo que por supuesto aumenta el nivel de terror que sienten.
Las pesadillas tiene lugar generalmente en el primer tercio de la noche. Es decir, si dormimos ocho horas de media, este tipo de sueño aparecerá en las dos horas y media después de conciliar el sueño.
Es un fenómeno considerado espontáneo, pero el doctor Pareja recuerda que también pueden ser causadas por el estrés, la ansiedad o algunos fármacos; “los medicamentos que causan con más frecuencia pesadillas son los destinados a tratar hipertensión arterial”, señaló el experto.
Las pesadillas, cuando se convierten en algo recurrente, son tratadas generalmente por médicos o terapeutas y no se corrigen a través de cambios en la higiene del sueño.
Con mayor frecuencia, serán causadas por trastornos mentales o por falta de sueño. O también pueden no tener una causa identificable.
El siglo