La búsqueda de la vacuna contra el coronavirus desató una carrera armamentista global.
En los tres meses desde que el virus inició su letal propagación, China, Europa y Estados Unidos se han puesto en carrera para llegar primero a la fabricación de una vacuna. Pero a pesar de la cooperación que existe entre esos países en muchos niveles -incluso entre sus empresas, que suelen ser feroces competidoras-, sobre esos esfuerzos sobrevuela la sombra de un enfoque nacionalista que podría darle al país ganador la chance de privilegiar a su propia población y de ese modo tomar la delantera para revertir las catastróficas consecuencias económicas y geoestratégicas de la crisis.
Lo que empezó siendo un tema de quién se quedaba con los aplausos científicos, las patentes y en definitiva las ganancias de una exitosa vacuna, se ha convertido de pronto en un tema urgente de seguridad nacional. Y detrás de esa contienda hay una cruda realidad: cualquier vacuna que demuestre ser potente contra el coronavirus -ya hay pruebas clínicas en marcha en Estados Unidos, China y Europa-, seguramente será escasa, ya que el gobierno de ese país se asegurará de vacunar primero a su propia población.
China tiene a 1000 científicos trabajando en una vacuna, y los primeros resultados ya son de origen militar: los investigadores de la Academia Militar de Ciencias Médicas de China han desarrollado la fórmula considerada con más posibilidades de éxito en el país, y ya están reclutando voluntarios para las pruebas en humanos.
China «no estará detrás de otros países», dijo el martes en una conferencia de prensa el experto en control de calidad de productos biológicos de la Academia China de Ciencias, Wang Junzhi.
Y la carrera ya tomó tintes propagandísticos , como la foto que se viralizó de Chen Wei, viróloga del Ejército Popular de Liberación de China, recibiendo una inyección de la que fue publicitada como la primera vacuna, y que luego resultó ser una foto falsa.
El presidente Donald Trump mantuvo reuniones con ejecutivos de los grandes laboratorios para asegurarse de que en territorio norteamericano se produzca una vacuna y que el país tenga control de su suministro. El gobierno alemán dice que Trump intentó seducir a la farmacéutica alemana CureVac para que desarrollara y fabricara la vacuna, llegado el caso, en Estados Unidos.
La empresa negó haber recibido una oferta, pero su máximo inversionista dejó en claro que hubo algún tipo de contacto.
Consultado por la revista alemana Sport 1 sobre cómo habría sido ese contacto con Trump, Dietmar Hopp, cuyo holding Dievini Hopp BioTech es propietario del 80% de CureVac, dijo: «No hablé personalmente con Trump. Él se comunicó con la empresa y ellos me informaron y me preguntaron qué opinaba, y les contesté de inmediato que estaba totalmente descartado».
Danza de millones
La noticia de ese acercamiento fue suficiente para que la Comisión Europea le ofreciera 85 millones de dólares más a la empresa, que ha había recibido apoyo del consorcio de vacunas europeo.
Ese mismo día, la empresa china ofreció 133,3 millones de dólares por el 20% del capital accionario de otra empresa alemana que está en carrera por la vacuna, BioNTech.
«Esto ha sido como un llamado de atención mundial sobre la importancia estratégica de la biotecnología», dice Friedrich von Bohlen, director gerente del holding que es principal accionista de CureVac.
Y así como los países insisten en construir sus propios drones, sus propios aviones furtivos, y sus propias ciberarmas, tampoco quieren depender de una potencia extranjera para acceder a los fármacos que necesitan en una crisis sanitaria.
Tras dos décadas de expatriar la producción de fármacos a China y la India, «ahora todos queremos el proceso de producción en casa», dice von Bohlen.
Algunos expertos consideran saludable y positiva esta competencia geopolítica, siempre y cuando el éxito se comparta con el mundo, algo que los funcionarios de los gobiernos se ocupan de asegurar cada vez que pueden.
Lo que no dicen es cómo se hará, y lo que es más importante, cuándo. Y muchos analistas recuerdan lo que ocurrió durante la epidemia de gripe porcina del virus H1N1 en 2009, cuando a la empresa australiana que fue las primeras en desarrollar una vacuna unidosis se le exigió que satisficiera primera la demanda en Australia, antes de cumplir con las órdenes de pedido que llegaban de Estados Unidos y otros países.
Los ejecutivos de las farmacéuticas líderes del mundo informaron el jueves que están trabajando en conjunto y con los gobiernos para garantizar el pronto desarrollo y la equitativa distribución de una vacuna. Pero también les imploraron a los gobiernos que cuando la vacuna esté disponible, no hagan acopio de dosis, ya que sería devastador para el verdadero objetivo de erradicar del todo la pandemia.
«Sería un error garrafal caer en conductas nacionalistas que interrumpirían la cadena de suministro e irían en detrimento de los pueblos del mundo», dice Severin Schwan, CEO de la farmacéutica suiza Roche.
Conscientes de ese riesgo, varios gobiernos y ONG de Europa ya han dado pasos para impedir que Estados Unidos o China acaparen el monopolio de una potencial vacuna contra el coronavirus.
La Coalición de Preparación para una Epidemia es una organización multinacional que viene recibiendo millones de dólares en donaciones de varios países europeos y de la Fundación Bill & Melinda Gates para desarrollar una vacuna contra el ébola, desde el brote de 2014-2016 que tuvo devastadores efectos en África Occidental.
Todas las donaciones y financiamientos que recibe la organización se reciben bajo el compromiso de un acceso igualitario que garantice que «las vacunas adecuadas estén primero disponibles para las poblaciones dónde y cuándo necesiten frenar un brote o impedir una epidemia, sin importar su capacidad de pago», dice un comunicado del grupo.
En los últimos dos meses, la Coalición financió 8 de las investigaciones más prometedoras para bloquear el coronavirus, entre ellas la de la empresa alemana CureVac.
En cuanto a la oferta que habría recibido de parte del gobierno de Trump, CureVac se ocupó de emitir un comunicado cuidadosamente redactado donde niega la venta o traspaso de la empresa. «Tal vez alguien hizo un comentario al pasar, pero no hubo ninguna oferta escrita por parte de Estados Unidos», dice Von Bohlen.
Pero no hizo falta una oferta escrita: el mero rumor alcanzó para que los funcionarios de la Unión Europea le ofrecieran más financiamiento a la empresa.