Donald Trump y los republicanos en el Congreso prometieron una confirmación sin demoras antes de las elecciones presidenciales de Amy Coney Barrett, la designada hoy por el mandatario para cubrir la silla de la fallecida Ruth Bader Ginsburg en la Corte Suprema de Justicia.
Si tienen éxito -y nada sugiere que no vayan a tenerlo-, Trump habrá conseguido un viejo anhelo de la derecha de Estados Unidos: arraigar una firme mayoría conservadora en el máximo tribunal, un giro que torcerá el rumbo de Estados Unidos, pero también tendrá un impacto global.
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Una semana después de la muerte de Ginsburg, cuyo último deseo fue ser reemplazada por el ganador de la elección presidencial, Trump nominó formalmente a Barrett en una breve ceremonia en la Casa Blanca. Ferviente activista católica y profesora en la Universidad de Notre Dame, Barrett, de 48 años, puede convertirse en la más joven de los miembros de la Corte.
Trump dijo que estaba cumpliendo uno de sus deberes «más altos e importantes» como presidente, le rindió homenaje a la fallecida Ginsburg y nominó a Barrett, a quien señaló como una profesional «brillante».
«Tengo el honor de nombrar a una de las mentes legales más brillantes y dotadas del país a la Corte Suprema», dijo Trump, subrayando su «fidelidad sin falla» a la Constitución. «Usted será fantástica», le dijo a la jueza, de pie a su lado en los jardines de la Casa Blanca.
«Amo Estados Unidos y amo su Constitución», dijo Barrett en una breve intervención, en la que rindió homenaje a Ginsburg.
La casi segura confirmación de Barrett en el Senado impactará en Estados Unidos y el mundo. Hasta la muerte de Ginsburg, la Corte tenía un equilibrio ideológico: de sus nueve jueces, cinco habían sido designados por presidentes republicanos, y cuatro por presidentes demócratas. El ala «conservadora» quedará ahora fortalecida, al contar con una mayoría automática de al menos cinco magistrados. El presidente del tribunal, John Roberts, nombrado por George W. Bush, había adoptado en el último tiempo el rol de árbitro final: su voto dirimió varios casos en los que el resto del tribunal quedó dividido en votaciones 4 a 4.
La nueva Corte puede jugar un papel decisivo en el desenlace de la elección presidencial, como ocurrió en el año 2000 con la disputa entre Al Gore y George W. Bush.
Barrett sumará su voz a Samuel Alito, Clarence Thomas, Neil Gorsuch y Brett Kavanaugh, estos dos últimos, también elegidos por Trump. Con esa mayoría, la Corte comenzará seguramente a correr a la derecha a la jurisprudencia de Estados Unidos : puede habilitar a los estados a restringir el acceso al aborto o implementar más requisitos para votar; puede desarmar la reforma de salud de Barack Obama , Obamacare, o ponerle límites el acceso de los trabajadores, o a las políticas de «acción afirmativa» que buscaron reducir la discriminación en las empresas, universidades y el gobierno y favorecieron a las minorías negras, hispanas y asiáticas.
Muchos de esos temas son domésticos, y tocan a los derechos de la gente dentro de las fronteras de Estados Unidos. Pero la nueva Corte puede llegar a tener un impacto global afectando los derechos de los inmigrantes, las multinacionales, o, quizás más crítico, la lucha contra el cambio climático.
En un fallo de 2007, la Corte dictaminó que la Agencia de Protección Ambiental (EPA, según sus siglas en inglés) tenía la autoridad legal para regular las emisiones de dióxido de carbono en el país. El caso, Massachusetts vs. Environmental Protection Agency, fue iniciado Massachusetts, otros once estados y varias organizaciones ambientalistas. La decisión del tribunal fue dividida: 5-4. El juez Anthony Kennedy, ya retirado, famoso por ser durante años el «voto pendular» de la Corte, se unió a los cuatro jueces progresistas para ampliar las facultades del gobierno federal. La legalización del matrimonio gay recibió el mismo voto dividido.