Un trabajo observacional de dos investigadores de la Universidad de California plantea una hipótesis que suma puntos al uso del barbijo, ese adminículo que ya se ha vuelto una segunda piel en nuestro rostro al compás de la pandemia. En un artículo publicado en el New England Journal of Medicine, los doctores Mónica Gandhi y George Rutherford, del departamento de Epidemiología y Bioestadística de esa universidad, afirman que las mascarillas no frenan el ingreso del virus SARS-CoV-2, pero sí nos exponen a dosis menores. Y hacen un paralelismo entre la acción del barbijo y la variolización, un procedimiento que se usaba antes de la vacuna contra la viruela para inmunizar a quienes no habían tenido esa enfermedad devastadora.
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«Sin la vacuna será imposible llegar a la inmunidad de rebaño, es decir, a una proporción mayor del 60% de la población con anticuerpos que pueda proteger al resto del SARS-CoV-2. Pero el uso de los barbijos permite el contagio en dosis leves, como ocurría con la variolización. La gente se va contagiando con menos carga viral. No es una estrategia: simplemente, sucede. Y es útil -dice Roberto Debbag, vicepresidente de la Sociedad Latinoamericana de Infectología Pediatría-. Es la forma en que va avanzando la infección en países que no tienen buenos sistemas sanitarios, donde se van generando infecciones y hay diagnóstico, pero no suficientes testeos y rastreo de contactos».
«La hipótesis de la doctora Gandhi, a quien conozco, es una investigadora muy seria -indica Pedro Cahn, director científico de la Fundación Huésped- se basa en un viejo concepto: el efecto inóculo. En muchas infecciones un paciente con mucha carga viral tiene más posibilidades de transmitir el virus que alguien que tiene baja carga viral. Esto se ve con claridad en el VIH. El trabajo de la Universidad de California es un estudio observacional, porque no sería ético exponer al virus SARS-CoV-2 a personas con y sin barbijo, pero allí se observa que si se usa barbijo correctamente puede haber una alta tasa de infectados asintomáticos pero una baja tasa de gente enferma. Es decir, el barbijo ofrece una protección parcial porque reduce el inóculo del virus».
En el trabajo de Gandhi y Rutherford se dice que en las sociedades donde el uso de los barbijos es casi universal, la proporción de casos asintomáticos es del 80%, mientras que en las sociedades en donde su uso no es generalizado, la proporción de casos asintomáticos es la mitad, el 40 por ciento.
La variolización
La viruela, una enfermedad que generó epidemias que diezmaban a pueblos enteros, fue enfrentada con distintos métodos antes de la llegaba de la vacuna, descubierta por Edward Jenner en 1796, la primera vacuna de la historia de la humanidad.
¿En qué consistía la variolización? Era una técnica que de distintas maneras introducía en el cuerpo de personas sanas pequeños inóculos del virus (a través de el pus de las pústulas frescas, compartiendo ropas de infectados o aspirando costras pulverizadas o disecadas) y esto podía lograr que el receptor sufriera la enfermedad en forma leve, después de lo que quedaba inmunizado.
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«No estoy de acuerdo con el uso del término ‘variolización’ en este artículo del New England Journal of Medicine. Porque la variolización fue la infección intencional con el virus patógeno de la viruela. De viruela se moría mucha gente, entonces se tomaban pequeñas cantidades de ese virus de alguien con viruela, pero que estaba vivo con la idea de que si se aplicaban esas partículas virales a una persona sana esta podría quedar protegida y sobrevivir, pero eso no siempre ocurría, porque se hacía con un virus muy riesgoso», dice Emilio Malchiodi, profesor titular de Inmunología de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA e investigador superior del Conicet.
La práctica se extendió en China, India, África y pueblos de Asia Menor antes de la existencia de la vacuna. «Fue la esposa del embajador británico en Turquía quien introdujo esa estrategia en el mundo occidental», agrega Malchiodi,
Ya conocida la técnica en Europa, Jenner observó que las mujeres que ordeñaban vacas tenían vesículas de viruela bovina en sus manos, pero no se infectaban de viruela humana. «Entonces usó ese virus bovino natural, atenuado, como ocurre con las vacunas, para inmunizar a sus primeros pacientes. Y eligió la palabra ‘vacuna’, porque lo logró a partir de un virus de la vaca», puntualiza el especialista.
En 1796 Jenner hizo su experimento inicial: inoculó a un niño de 8 años, James Phipps, con virus de viruela bovina tomado de la ordeñadora Sarah Nelmes. Unos días más tarde, inoculó al pequeño con gérmenes de viruela humana. Y comprobó lo que esperaba: el virus de la viruela bovina había protegido a James contra la viruela.
La primera vacuna de la historia de la humanidad estaba en marcha, aunque Jenner -como es habitual entre los revolucionarios que cambian paradigmas- fue muy cuestionado por sus pares de época.
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Su majestad, la vacuna
Debbag afirma que las primeras vacunas van a controlar la morbilidad y mortalidad en personas de riesgo y protegerán a los trabajadores de salud, pero no terminarán con la pandemia. «La pandemia se va a controlar seguramente con vacunas mejoradas o con mayor cantidad de gente vacunada con las primeras, pero a partir del segundo semestre de 2021 o 2022», dice el infectólogo.
Por eso, no hay que bajar los brazos con las medidas de protección. «El barbijo es bueno pero no perfecto -agrega Cahn-. Por eso, decimos barbijo con más de dos metros de distancia, lavado frecuente de manos, ventilación de los espacios y preferencia de los lugares al aire libre. No es ‘barbijo y todos juntos’. La idea es que si tenemos que estar en un lugar con gente puede que terminemos aspirando algunos virus a través de las mascarillas, pero que eso produzca un efecto similar al que lograba la variolización: introducir un inóculo menor y causar una enfermedad leve y eventualmente asintomática».
«Los asintomáticos son los que más contagian porque no son los detectados, pero eso no quiere decir que sean los más infectantes. Y, al igual que los sintomáticos, si están con barbijo tienen la probabilidad de que su contagio sea con baja carga viral», cuenta Debbag.
La segunda ola que vive Europa ¿se reproducirá también entre nosotros?»No lo sabemos -añade Cahn-. Europa tuvo un pico, un crecimiento rápido y un decrecimiento rápido también. Aquí, como empezamos con una cuarentena temprana, hemos tenido una meseta sostenida con altas y bajas que ahora parece estar decreciendo claramente en el AMBA y con tendencia a decrecer también en el interior. Existe la posibilidad de que haya una cantidad importante de infectados, no porque alguien oculte los números, sino porque son asintomáticos y nunca fueron detectados. Por estudios realizados en Islandia sabemos que los anticuerpos duran 4 meses como mínimo. Si eso es así tendríamos una cierta protección durante estos meses: si mucha gente está infectada todavía está protegida. Si a eso le agregamos que podemos llegar a tener una o varias vacunas durante el verano, nuestro panorama podría ser diferente».