El cuestionado funcionario cada vez que lidera esos operativos callejeros en los que se hace fotografiar y filmar, incurre en conductas delictivas cuando revisa bolsos a transeúntes, interroga a personas demoradas o al ingresar a viviendas que están siendo allanadas por la policía, sin tener autorización para hacerlo. Él, no es juez ni fiscal: es un ministro, una autoridad política que muchas veces confunde su rol, creyéndose también un jefe policial.
No debería andar pidiendo documentos haciéndose el policía en un control, ni tampoco revisando vehículos o controlando si el que maneja ha bebido alcohol o no.
Massoni no tiene “estado policial” por más que sea el ministro de Seguridad de la provincia y eso pareciera que no lo entiende, entonces se extralimita, se excede; cae en el atropello, en la violación a la Constitución. A las leyes.
Todo lo hace impunemente, porque se siente protegido por Miquelarena y sus fiscales; de lo contrario debería tener ya un rosario de causas penales abiertas.
El otro día, en Comodoro, encabezó una seguidilla de allanamientos por el robo de las vacunas contra el COVID del hospital regional, en los que los del GEOP les rompieron las viviendas a varios empleados del nosocomio que aparentemente nada tuvieron que ver con el ilícito. Sin embargo, no se lo vio a Massoni en el allanamiento que se hizo por el mismo tema en la sede de “Camioneros” de la ciudad petrolera. Allí, la policía de Massoni cuidó de no destruir nada. Todo es así en las actitudes de este polémico personaje.