Es calamitoso el estado en que quedó el parque automotor de la repartición luego de varios años de no haber sido renovado y de que no se arreglaran los móviles rotos. Los policías, ahora, están usando en muchos casos sus vehículos particulares para ir a los hechos o incluso para llevar a cabo procedimientos dispuestos por la Justicia, porque los pocos patrulleros que están en funcionamiento “se caen a pedazos”.
La pregunta del millón es ¿en qué invirtió Massoni y los secuaces que tenía en la Jefatura de Policía, la plata destinada a la seguridad de los chubutenses? ¿No debería investigarse si es cierto que gran parte de ese dinero fue gastado en los operativos de prensa que acostumbraba a realizar el exministro o en la campaña proselitista que hizo cuando se candidateó para senador?
El otro día el actual titular del Ministerio de Seguridad de la provincia, Miguel Castro se refirió al estado actual del parque automotriz de la fuerza: “Es un desastre la situación con los patrulleros, en el interior provincial tenemos localidades donde no hay móviles”, dijo, pero los que le hicieron el reportaje (muy raramente) nunca le preguntaron qué responsabilidad tenía en esa realidad que describía su antecesor: Norberto Federico Massoni.
Se quedaron atrás “los periodistas” hasta en consultarle al ministro desde cuándo no se invertía en el parque automotor o cuándo fue la última vez que se compraron móviles. Desde acá les aportamos ese dato: la última adquisición “grande” que se hizo fue en 2014.
Todos sabemos que Massoni y los Gómez se fueron con los bolsillos bien llenos de la función pública, pero lo que se desconoce es que los vehículos oficiales que usaban ellos los dejaron destruidos, de acuerdo a lo que aseguran en la Jefatura de Policía.
Mientras la provincia estaba en crisis y los empleados estatales no cobraban –incluso la mayoría de los policías— a los Gómez, a Massoni y a todo el sequito que lo seguía y “le sobaba el lomo” nunca les faltó plata. Ellos sí cobraban sus sueldos en tiempo y en forma y percibían haberes exorbitantes, que llegaban casi al medio millón; cuando en Chubut había miseria.
Paradójicamente, no había plata para arreglar los patrulleros que se rompían y en muchas ocasiones hasta para cargar combustible. Se les quedaba debiendo a las estaciones de servicio, a las casas que vendían los repuestos y eso provocaba que las comisarias no tuvieran móviles para patrullar, para resguardar la seguridad de los ciudadanos.
En ese contexto el discurso embustero de Massoni –con el que embaucaba fácilmente a “periodistas” desinformados—era que iban a comprar más de 100 camionetas y que renovarían totalmente el parque automotor de la policía. Ahora esas mentiras han quedado al descubierto, cuando el actual ministro de Seguridad pone en evidencia “el desastre” que dejó Massoni y sus secuaces.
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• ¿Y las cámaras en los patrulleros que había prometido Massoni?