El término “Misandria” es utilizado para definir el sentimiento de odio hacia el sexo masculino y está muy relacionado al colectivo feminista radicalizado.
Hay un gran porcentaje de la población femenina argentina que posee esta “perversión” de los pensamientos, y éste fenómeno habría sido potenciado con el tan citado empoderamiento de las mujeres, bandera política que militan estos grupos extremistas para seducir a las masas.
Ha existido a lo largo de los tiempos un menoscabo de los derechos de las mujeres evidenciado en el ámbito tanto laboral, social como político. Los “ismos” históricamente han funcionado como movimientos revolucionarios que buscan destruir los esquemas arbitrarios del sistema a efectos de restituir derechos vulnerados de las minorías, como también colocar a estos en un pie de igualdad frente a la sociedad.
La realidad es que estas barreras al sexo femenino en la actualidad ya han sido eliminadas hace rato, y hoy las mujeres gozan de derechos plenos.
Hay una ley de cupos en el ámbito laboral para que se les garantice una alta probabilidad de encontrar trabajo, tienen una dura figura legal a favor en el ámbito penal como lo es el “femicidio”, que protege el derecho a la vida de las mujeres casi que diríamos que con una doble vocación de parte del estado a comparación del sexo masculino, puesto a que el femicidio es un agravante del delito de homicidio.
Sin embargo, grupos extremistas del feminismo siguen viviendo en una realidad paranormal donde ven patriarcado por todos lados y como si fuera poco, instalando mensajes de odio que hacen presumir serías patologías en el razonamiento de estas personas.
Por supuesto, que el patriarcado por el que luchan es inexistente hoy en día, porque una gigantesca cantidad de cargos políticos importantes están siendo ocupados por mujeres, las importantes firmas de indumentaria y moda que las extremistas dicen instalar “estereotipos patriarcales” están siendo lideradas en su mayoría por mujeres y hombres homosexuales y hoy en día en el mercado existirían más mujeres ocupadas que hombres; por lo tanto no sabemos a ciencia cierta dónde se encuentra ese “patriarcado” que tanto denuncian.
El Encuentro Nacional de Mujeres es una actividad que se viene desarrollando en el país desde 1986, consistente en la reunión a escala nacional de grupos feministas en una ciudad determinada todos los años, pero en los últimos tiempos más que conmemorar el goce de derechos femeninos con talleres y actividades pacificas, estos grupos se concentraron más en llevar a cabo acciones destructivas contra las propias ciudades que permitieron estas congregaciones. Una verdadera “muestra de agradecimiento” hacia esas localidades por permitir la habilitación del encuentro.
Grupos feministas “agradeciendo” al municipio de Trelew por la habilitación de las actividades en esa ciudad
El último Encuentro Nacional de la Mujer en la ciudad de Trelew fue un verdadero caos, incendiaron la fachada del municipio, provocaron daños en edificios aledaños, en la parroquia María Auxiliadora (también odian a la religión) y vandalizaron las viviendas de los vecinos.
Lo más inaudito es que los vecinos no pudieron quejarse de las pintadas en las paredes de sus casas porque enseguida salían perversos movimientos feministas a justificar estos actos diciendo “es preferible una pared pintada, que una mujer asesinada”, un raciocinio demencial por donde se lo mire teniendo en cuenta que se cae de maduro que una pintada o los daños llevados a cabo en viviendas no van a impedir bajo ningún punto de vista que un femicida o un violador continúen con su actividad delictiva contra las mujeres, eso sin mencionar que el vecino tampoco tiene la culpa de ese tipo de cosas y se tiene que ver impotente frente a estos actos sin el derecho de reclamar y sacando de sus propios bolsillos el dinero para poder reparar los daños en el domicilio.
Pero sin dudas, llamó mucho la atención los cánticos y leyendas escritas en las paredes con epítetos en contra del sexo masculino, algo que ya tuvo incontables réplicas en otras ciudades del país.
“Muerte al hombre”, “Mata a tu papá, a tu novio, a tu hermano” entre otras aberraciones más, se leyeron en diversas paredes que fueron pintadas por estos grupos en varias ciudades.
El empoderamiento logrado por estas facciones extremistas ha permitido que muchos grupos de mujeres cometan atrocidades tales como formular denuncias falsas de violación sexual contra sus parejas pura y exclusivamente para perjudicarlos, o bien quedarse con la tenencia absoluta de hijos en común.
La justicia como se sabe, en este país NO es ciega. Especialmente cuando tienen injerencia estos personajes, presionando a todos los jueces para fallar a favor SIEMPRE de la mujer, muchas veces sin tener en consideración el material probatorio aportado por el hombre denunciado.
Se suma la población “estupidizada” por los medios de comunicación (actores poderosos del feminismo extremista) que ni bien se anotician que un hombre ha sido denunciado por violencia de género, o delitos sexuales, optan inmediatamente por llevar a escalas importantes la condena social. Fenómeno que implica la no aceptación del denunciado en la sociedad, traducido en escraches en la vía pública, redes sociales, comercios, en el trabajo y hasta en la propia vivienda con motivo de esa denuncia en cuestión.
La triste realidad es que cualquiera puede denunciar cualquier cosa, y han existido muchos casos de gran trascendencia internacional que han dejado en evidencia la formulación de denuncias falsas por parte de mujeres “misándricas” o simplemente despechadas contra hombres. Tal fue el caso de Morgan Freeman y Johnny Depp, dos actores estadounidenses de gran trayectoria que han sido víctimas en los últimos tiempos de grandes campañas de difamación en su contra, promovida por estas mujeres. Los actores salieron victoriosos de esas difamaciones pero hay otros hombres que no han contado con la misma suerte y han terminado con sus vidas realmente destruidas.
Morgan Freeman y Johnny Depp, dos actores que estuvieron a un pelo de perderlo todo.
Sin ir muy lejos, simplemente tenemos que hurgar en nuestro repertorio de hombres chubutenses que han sido entrevistados por este medio a efectos de visibilizar sus situaciones. Hombres que han sido denunciados falsamente por violencia de género y han perdido la posibilidad de volver a ver a sus hijos, puesto a que las difamadoras han sido sus respectivas ex – esposas consiguiendo la custodia absoluta de los hijos en común, algo realmente nefasto.
La escritora y periodista ruso-estadounidense Kathy Young, en uno de sus artículos periodísticos sobre el tema, dice con acierto que el feminismo contemporáneo se ha ido a un extremo, ha cruzado la línea que separa las críticas al sexismo de las críticas directamente a los hombres.
Según Young, el feminismo ha dejado de lado la lucha por la igualdad de derechos en la sociedad para centrarse exclusivamente en atacar el comportamiento de los hombres, destacando los defectos masculinos como condenas absolutas, llegando incluso, por increíble que parezca, juzgar como si fuera un crimen la forma en la que se sientan en el transporte público; y cualquiera que objete estas críticas se lo termina considerando un cómplice de un “sistema patriarcal”, obviamente ya inexistente.
La escritora dice con gran acierto: “si se hicieran acusaciones similares contra las mujeres, se tacharían de burda misoginia”. Dejando en evidencia la gran contradicción del feminismo.
Otra cita destacable de Young es: “Este antagonismo entre los sexos no contribuye a promover una igualdad que aún es incompleta. La obsesión con que los hombres se comportan mal más bien desvía la atención de problemas más importantes, como los cambios necesarios en el lugar de trabajo para facilitar el equilibrio entre la vida laboral y la personal.”
La misandria fue definida por el psicólogo Sebastián Girona como un “pensamiento patológico”, recalca que la misandria “es odiar a los hombres y pensar que el género femenino podría prescindir de ellos”.
No se sabe a ciencia cierta dónde encuentra su origen la misandria, pero se cree que es una fijación negativa de parte de la mujer al sexo masculino debido a un evento protagonizado por un hombre en la vida de la mujer en cuestión (infidelidad, abusos, violencia), mal canalizado por la psiquis de esta dando lugar a una aversión generalizada.
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