No se pudo aguantar Messi. Le dieron el premio al mejor jugador del mundo, digo del Mundial, y el tipo pasó por al lado de la copa que todos queremos tener alguna vez en nuestras manos y la besó. Era la foto que faltaba. Sólo había que tener paciencia. La otra foto que faltaba llegó unos minutos más tarde. Con una túnica típica, Leo recibió el trofeo de manos de Infantino y el emir. Y fue caminando lento hacia sus compañeros. No había apuro. El momento que tanto había esperado acaba de consumarse. La foto que realmente le faltaba ya se estaba viralizando en cada rincón del planeta. Messi con la Copa en alto.
Y andá a cantarle a Gardel, por no decir lo que dijo Messi cuando le dieron el micrófono. Ahora qué van a decir los que se hacían los cancheros y decían que Messi no daba la talla. Se querían hacer los distintos. Los superados. Acá lo tienen a Messi. Supremo. Todopoderoso. Maradoneano. Más Messi que nunca. Campeón del mundo. Dueño de la historia del fútbol.
La pregunta ahora es saber por qué tuvo que esperar tanto. Por qué tuvo que comer tanta mierda hasta lograr la felicidad plena. Tal vez sea una cuestión del destino. A los 35 años y seis meses, cuando la mayoría de los suyos está al borde la jubilación, Messi puso bajo la suela la pelota. Y ganó un Mundial en cámara lenta. No porque no corra. No porque no se comprometa. Todo lo contrario. Lo dijo Valdano. El caminante que piensa mientras los otros correr. Y Messi se los camina a todos. Los descansa a todos. Los vuelve locos.
No fue la mejor final. Y eso que metió dos goles. Mirá que hay que se desgraciado para decirle que no estuvo en su mejor día. Sí, en un día flojo te mete un doblete y te saca campeón del mundo. Mirá si será groso este hombre que siempre luchó contra la corriente. Contra la corriente de la naturaleza cuando era chico y necesitó ayuda para crecer. Y contra la corriente de los exitistas que le reclamaban algo que tardó en llegar, pero llegó.
Llegó y lo disfrutó como nadie. El abrazo con Celia, la mamá. El abrazo con Antonela. El abrazo con Thiago, Mateo y Ciro, a los que llamaba para que bajaran a festejar con él. Luego, con la copa en la mano, como si estuviera en el cordón del barrio Grandoli, el Fiorito rosarino que alumbró al nuevo dios.
Messi se sacó la foto que le faltaba. Y lo logró con la ayuda de la Scaloneta, ese equipo que encontró en la unión y la comunión la fórmula de la felicidad. Ese que después del cachetazo en este mismo Lusail, se reconstruyó y se reperfiló como el mejor equipo del torneo. Porque demolió a Croacia y borró de la cancha a Francia hasta que Mbappé sacó a relucir todo su vigor juvenil y complicó todo.
Pero la Scaloneta dio la enésima muestra de carácter. Se dio en los penales, con ese prócer que es Dibu Martínez en los penales. Uno de los guardaespaldas que encontró Messi en esta recta final. Con Otamendi, con De Paul y con la guardia joven que hace pensar que esto puede seguir, incluso, sin él. Aunque parezca imposible. Aunque Mbappé volverá con la sangre en el ojo.
Messi se sacó la foto que faltaba. Porque faltaba también la foto de Leo en andas, dando la vuelta acá en Lusail, en andas. Como Maradona en el 86. También como Passarella en el 78, no hay que olvidarse jamás al gran capitán. Pero lo de los 10 parece marcado por el destino. Y le da felicidad a todos los futboleros.
La justicia tardó en llegar, pero siempre llega. Y ahora que digan lo que quieran.