La fuerte desaceleración de los precios que se viene produciendo semana a semana llevaron al Banco Central a definir una nueva baja de tasas, sin necesidad de esperar que los datos de inflación de abril confirmen esta tendencia.
Con esta nueva reducción de 70% a 60%, la tasa efectiva anual de política monetaria quedó en el 82% anual. De esta forma, el BCRA mantiene los rendimientos negativos y acelera el proceso de licuación de pasivos. Según estima el Gobierno, el déficit cuasifiscal ya está por este motivo en menos de 5% del PBI y con esta medida bajará otro escalón.
Esto significa que la licuadora sigue funcionando a pleno, en particular para quitarle presión al BCRA a la hora de remunerar las colocaciones que hacen los bancos. Como para los bancos cada vez es menos negocio colocar pases pasivos, ahora se está empezando a ver una primera reacción para salir a colocar créditos hipotecarios, aunque es posible que también crezca la oferta de otras líneas como préstamos personales.
La consultora Econviews reveló ayer que por segunda semana consecutiva midió una leve baja en los precios de los supermercados en Gran Buenos Aires, este caso para la cuarta semana de abril. La medición arrojó una caída de 0,4% y la semana anterior la deflación había sido de 0,3%. De esta forma, hubo muchos precios que retrocedieron luego de una suba de 1,2% que se produjo en la segunda semana del mes, que terminó siendo la más “picante” en materia inflacionaria.
Estos datos están en línea con la medición de Alphacast, que midió una reducción de la inflación núcleo de 0,8% en la última semana de septiembre. Además, los indicadores de alta frecuencia marcaron que la variación de la inflación núcleo fue de 0% a lo largo de abril.
A esta altura ya es un hecho que la inflación de este mes será de un dígito, pero es posible que la núcleo se ubique incluso debajo del 5%. Esta variable es la que monitorea el Central para definir los siguientes pasos con la tasa de interés, ya que se trata de una medición que no incorpora movimientos de precios regulados (como sucede con el caso de las tarifas) o estacionales (por ejemplo turismo).
La fuerte desaceleración de precios se nota en particular en los productos de la canasta básica pero también en otros rubros, por ejemplo librería y materiales de construcción, como también indumentaria (más allá de la suba por las prendas de la nueva temporada).
La explicación para este comportamiento de los precios tiene distintas aristas y todas atendibles. Por un lado, el Gobierno viene llevando una política de fuerte control de los agregados y especialmente de la base monetaria que casi no aumentó desde diciembre. Esto implica una fuerte caída en la cantidad de pesos en poder del público, superior a 30% en apenas tres meses. Por lo tanto, aquella frase de “no hay plata” resuena fuerte y es en buena medida lo que contribuye a que no haya margen para seguir aumentando.
Por otra parte, la caída de las ventas también obliga a muchos sectores a bajar precios. Esto no siempre se refleja en al vidriera o en la góndola, pero sí en las negociaciones entre proveedores y clientes. La cercanía de fin de mes y la necesidad de hacer caja para pagar sueldos y aguinaldos también acelera la baja de precios para vender más.
Otro de los factores que está presente en muchos sectores es que hubo un fuerte aumento de los stocks en 2023, aprovechando la posibilidad de importar con brecha cambiaria. Pero ahora, con dólar quieto e inflación en baja, mantener ese stock ya no es un activo sino que se vuelve una carga cada vez más pesada, por lo que es lógico que se apuren ventas a través de una reducción de precios.