No hay ningún secreto. El candidato de Javier Milei para las elecciones de octubre y para después se llama estabilidad económica. Todo gira en torno a esa viga maestra. Y hasta ahora, ha demostrado que el objetivo de bajar la inflación y mantener el equilibrio fiscal es inalterable. Así como apreciar al peso, es decir no devaluar.
Los resultados de esa estrategia, como ha ocurrido en otros períodos históricos, son visibles y le está trayendo réditos políticos. Aunque el propio Presidente se empeñe en meterse goles en contra, como pasó luego de Davos. Relata el diario Clarín
Hay que recordar la fugaz primavera del Plan Austral o la convertibilidad de Menem-Cavallo: la percepción de la mejoría económica. Aunque los planes para lograrla difieran diametralmente uno con otros, se traduce en acumulación política y prevalece. Más allá de las consecuencias que esa estrategia tenga en la trama de la sociedad.
Este momento de Milei se confronta con la dificultad, imposibilidad o ineptitud de sus adversarios para elaborar discursos y políticas que atraigan.
La fragmentación y disolución de los grandes partidos políticos, más allá de la carcasa de sus estructuras internas que siguen funcionando por inercia. Y muchas veces en desconexión con la realidad, le hace el trabajo más fácil a Milei. Subido además en la cresta de la ola mundial de este fenómeno. Y aupado por voluntad propia y ostentación en Donald Trump.
Desde la minoría, indiscutible, está construyendo mayorías parlamentarias aún lejos de la elección en la que teóricamente el oficialismo. De acuerdo a las estimaciones actuales, puede cambiar mucho su representación en el Congreso.
La media sanción para suspender las PASO, un artilugio inventando por Néstor Kirchner para sofocar las disidencias internas en el peronismo. Es un ejemplo de la actual situación del oficialismo y de la fragmentación, sobre todo del peronismo.
Se combina aquí la declinación del liderazgo de Cristina Kirchner, con la certeza de que la disciplina del látigo ideológico. Ya no es lo que supo ser, con el desconcierto de Mauricio Macri sobre acordar o no con Milei. Mientras el oficialismo le está comiendo pieza por pieza: hasta Néstor Grindetti está mudándose de barrio hacia la Libertad Avanza. Siguiendo los pasos de otros que están saltando la tapia sin disimulo.
El peronismo es hoy una confederación de intereses divergentes en el que la conducción de Cristina choca con las realidades y proyectos de los dirigentes que intentan hoy sostenerse en el justicialismo. La provincia, en manos de un Kicillof que quiere autonomizarse para ser reconocido pero que tiene límites objetivos y personales para semejante operación, es el territorio donde todavía la ex Presidenta puede dar una batalla importante, con resultado incierto.
El radicalismo está agónico: Lousteau, su jefe, está atenaceado por la duda. Hasta se rumorea que quiere encabezar la lista de legisladores locales en la próxima elección en la Ciudad. Hay que imaginar ese tránsito para mensurar su momento político.
Y Macri ofrece un acuerdo al Gobierno pero el que no lo quiere es Milei porque el Presidente quiere ser el único representante de la derecha en la Argentina. Y en ese objetivo, sus escuderos, Karina y Santiago Caputo, imponen su ritmo y condiciones de subordinación que el ingeniero no termina de digerir.
Las paredes de la Capital gritan: Mauricio 2025. ¿Es real esa candidatura o un modo de presión a Milei? ¿Es una picardía de Jorge Macri, que acaba de ser destratado hasta por Santilli en público? El PRO no solo pone su bastión porteño en riesgo. Lo que está cada día más en discusión es su existencia. Ya se sabe: la calidad de la madera con que están hecho los dirigentes políticos se prueba mucho más en la adversidad que en el éxito.
Sin embargo, frente a este panorama alentador para Milei, la autofagia y el stalinismo libertario levantan la temperatura interna del gobierno a niveles insoportables.
En medio del festejo por el resultado obtenido en Diputados, conseguido en transacciones trabajosas, el rumor sobre el futuro de Guillermo Francos crecía de manera exponencial, aunque también de la Casa Rosada se decía que esas versiones eran “puro humo”. Lo concreto es que, otra vez, el ministro más político de Milei quedó enredado en confabulaciones en la que, al menos, su segundo José Rolandi, que viene de los tiempos de Nicolás Posse, tendría los días contados. ¿Quiénes están sentados en el banco esperando su turno? Uno de los Menem –“Lule”- miembro de la mesa chica de Karina Milei estaría en la lista corta, al igual que un hombre cercano a la consultora de Caputo y Rodrigo Lugones.
El jefe de Gabinete debe comenzar ahora el desalojo de todo su personal, excepto él mismo, cuyo despacho seguirá en la planta baja de la Casa Rosada. Si él también debía armar los canastos de mudanza hubiera sido demasiado.
La orden de Karina, el verdadero centro del “triángulo de hierro” del poder, ha sido terminante: las oficinas desocupadas serán para el aparato de Manuel Adorni, candidato en la Ciudad por la Libertad Avanza. La caída de Ramiro Marra aumenta los temores internos de este continuo tembladeral que sacude al oficialismo y alimenta el insomnio de sus miembros más empinados. Marra es el más conocido pero la lista de posibles expulsados se anota todos los días.
Ese clima alimenta otras versiones sobre cambios más profundos después del discurso de Milei en el Congreso, el 1 de marzo.