A diferencia de sus vecinos de la región, como Chile y Uruguay, Argentina pudo desarrollarse industrialmente por disponer de petróleo. Vaca Muerta, que aún no desplegó su potencial, es una palanca productiva además de una fábrica de dólares.
Energía en Argentina. El petróleo, o el aceite de las rocas como su nombre lo indica, es la cuna de la civilización de acuerdo a los historiadores. Y en la Argentina fue el detonante de un país industrial. De allí, las diferencias en estructura económica con los vecinos Uruguay y Chile, que carecen del combustible. Según informa: Clarín
Con las emisiones de dióxido de carbono, el fósil se sentó últimamente en el banquillo de los acusados. El cambio climático ha impulsado su visibilidad como lo más dañino al medio ambiente. Pero para expertos como Víctor Bronstein, su aporte aún es insustituible. El gas apareció en el horizonte como la tabla de salvación: es más limpio y reemplaza al carbón. Y en la Argentina, abunda. Por cierto, el aporte de las energías alternativas es discreto: 3% de las necesidades.
Aunque existen registros del uso de petróleo desde la antigüedad, en 1859, Edwin Drake perforó el primer pozo petrolero en Titusville, Pensilvania, Estados Unidos. Esa perforación fue el puntapié inicial de la industria petrolera.
Por entonces no existían los autos y el petróleo llegó para reemplazar al aceite de ballena que se utilizaba para la iluminación. El primer auto con motor a combustión nació en 1886 de la mano de Karl Benz y la electricidad que da origen a la modernidad, en 1879. Desde entonces hubo un auge tras otro en el negocio de los combustibles, base, por ejemplo, de la globalización. O, ¿ podemos imaginarnos la globalización sin el transporte?
En Argentina se descubrió petróleo el 13 de diciembre de 1907 en Comodoro Rivadavia. Fue pilar en la posterior mecanización del campo y la industria.
Por cierto, en las últimas décadas hubo un cambio geopolítico central: el descubrimiento del petróleo y gas no convencional, aquel oculto en las rocas, que permitió a la principal potencia mundial independizarse de países “poco confiables” en los que abunda el petróleo.
Estados Unidos en la Cuenca del Permian, al oeste de Texas y el sureste de Nuevo México, comenzó en 1990, con la implementación de técnicas de fracturación hidráulica (fracking) y perforación horizontal. Y nació una nueva historia.
Hasta entonces, EE.UU. consumía 18 millones de barriles de petróleo por día y solo producía 5 millones. Hoy produce 13 millones. A modo de comparación en Argentina, que tenemos Vaca Muerta, casi tan rica como Permian, producimos 750.000 barriles por día. El mundo. unos 102 millones de barriles diarios.
Para Bronstein, “no hay aún tecnología a la vista que nos permita dejar de depender del petróleo”.
Y fundamenta: “Durante el siglo XX y hasta nuestros días, el petróleo ha sido el gran protagonista del desarrollo de nuestras sociedades. Resulta difícil imaginarse un mundo sin petróleo, tanto como fuente de energía como por su participación en la fabricación de miles de productos y en la producción de alimentos. Además, el régimen energético basado en el petróleo y el gas estructura nuestras sociedades, ya que no se reduce a una cuestión tecnológica, económica o ambiental sino que constituye formas de utilización del espacio, desarrollo de las ciudades, modos de producción y patrones de consumo, estilos de vida y movilidad, sistema financiero mundial, globalización y geopolítica”.
Pero, por casa, ¿cómo andamos? Para el ex secretario de Energía y ex presidente de YPF, Daniel Montamat , “el sector energético comienza a superar la nefasta herencia de 20 años de descapitalización populista”.
Se refiere a políticas que golpearon al sector de la energía en todos sus frentes, petróleo, gas y electricidad. “Este rubro, cuyas inversiones son de largo plazo, depende más de las reglas de juego que de los factores. Las reglas son el guión de la película”.
En su visión, hay un desafío, al margen de expectativas desbordantes en millones de dólares de exportaciones y es la reposición de las reglas de juego. El precio que se sigue pagando es muy alto. Pero Montamat ve en el RIGI (Régimen de Incentivo para las Grandes Inversiones) una herramienta para que la energía sea parte de la solución. “En un país con prontuario de inseguridad jurídica, la estabilidad tributaria, disponibilidad de divisas y una política de precios, es un incentivo”.
Así, distingue que el sector petrolero viene bien, que en el gasífero hay cuellos de botella en términos de infraestructura y observa muchas complicaciones en el sector eléctrico. Puesto a proyectar, suelta que la balanza energética salió del pozo de un déficit multimillonario a generar un superávit.
“El cambio energético debe acoplarse al cambio macroeconómico del país. La energía antes era parte del problema (déficits energéticos con impacto en las cuentas públicas y externas), ahora es parte de la solución (superávit energético en la cuenta de comercio, reducción de los subsidios que impactan las cuentas públicas). Hay desafíos y restricciones internas a superar, sobre todo en el sector eléctrico, pero si el país persevera en el nuevo rumbo, la energía que viene será portadora de buenas noticias”, concluye.
De acuerdo al economista Jorge Vasconcelos, la industria todavía no experimentó a pleno el efecto multiplicador de Vaca Muerta. Razona que aguas abajo recién está comenzando, y tiene que ver más con el gas que con petróleo. “El abaratamiento y la fluidez de esta fuente energética es un factor de competitividad de primer orden para actividades industriales intensivas en el uso del gas, y apunta a ser una ventaja comparativa relevante de la Argentina en relación con el resto de los países de la región. Sin embargo, las inversiones industriales que aprovechan la disponibilidad de gas abundante y barato son, en general, proyectos de lento recupero, por lo que el nivel del riesgo país y otros factores institucionales tienen un peso no menor a la hora de tomar esas decisiones”.
Observa que los avances productivos en Vaca Muerta deben verse también en la dimensión interna, no sólo por el potencial exportador. Una referencia es lo que pasó en EE.UU. que a partir del shale registró un punto de inflexión en el declive que registraba la participación de la industria en su PBI.