Cristina Kirchner junto a Insaurralde y Espinoza, en 2013. Foto Télam
Fue en un quincho de Caballito. Evitó definiciones sobre una posible candidatura.
Ni una mueca. Le preguntaron, le pidieron, casi le suplicó alguno. Pero Cristina de Kirchner evitó, anoche, dar una respuesta franca sobre si será o no candidata en la provincia de Buenos Aires. Nada. “Ni mohines” dijo, algo resignado, un alcalde que considera nociva para el peronismo esa indefinición.
Casi un año después de la única vez que se vio con alcaldes del PJ como ex presidente –en 2016 fue en el Instituto Patria– Cristina reapareció anoche en una juntada política: cenó con alcaldes y dirigentes bonaerenses, frente a los que se movió como “jefa” y trató de fijar los ejes de la disputa política y electoral. “Ahora Macri va por la caja de los jubilados” alertó y planteó que el Gobierno usará esos fondos para cubrir su déficit.
A 50 días del cierre de listas, y a horas de iniciar su gira por Europa –viaja este viernes, vuelve el 16 de mayo- la ex presidente se apareció, sin preaviso, en la juntada del “bloque Caballito”, la mesa que debutó hace una semana y donde se juntan el PJ bonaerense, La Cámpora, el grupo Fénix, alcaldes del interior y la mitad del Grupo Esmeralda.
No lo dicen en voz alta, pero esa amalgama es para visibilizar que Florencio Randazzo, el ex ministro K que se mueve como candidato, acumuló escasas adhesiones al menos entre los dirigentes. “Tiene tres intendentes” dicen sus detractores tirando el número, intencionalmente, para abajo. Son algunos más.
Ninguno de los que se sientan a la mesa de Caballito quiere una PASO que les resulta cara y peligrosa, sobre todo a los que tienen territorio que preservar.
Aunque Cristina no despejó la intriga sobre si será o no candidata si dejó en claro que “jugará” en la elección en el sentido de que estará presente, hará campaña y participará del armado. Su tiempismo es, de mínima, un recurso para fortalecer la posición de sus protegidos, “los pibes”.
Luego de “exponer” sobre el plan económico del macrismo –pronosticó que luego de las elecciones vendrá “un nuevo ajuste”- se retiró y dejó que los dirigentes se entreguen a la rosca más urgente.
Hubo un puñado de datos sugestivos. Uno, el vino se sirvió en los tradicionales pingüinos de fonda, casi una reivindicación de esa figura política de los K.
El otro, aunque es una mesa de unidad “sin conducción”, que las reuniones del peronismo bonaerense se hagan en Caballito y en casa de un dirigente de La Cámpora es un gesto simbólico potente.
Estaban Máximo Kirchner, que se mueve como el silencioso ordenador de la juntada, el jefe del PJ Fernando Espinoza, y los intendentes Martín Insaurralde, Verónica Magario, Ariel Sujarchuk, Leo Nardini, Jorge Ferraresi, Mario Secco, “Paco” Durañona, Walter Festa y Juan Ustarroz. Además de la cúpula neocamporista que comparten Cabandié, asador y anfitrión, “Wado” De Pedro y Andrés Larroque.
La novedad, venían anticipando, fue que la mesa de amplió: estuvieron Mariano Cascallares, otro Esmeralda que se despegó de Randazzo, Alberto Descalzo –que suena para candidato a senador por la Primera-, el diputado Juan José Mussi y Hugo Corvatta, alcalde de Saavedra, y uno de los referentes de peso del PJ del interior que la semana pasada estuvo con otros intendentes reunido con Randazzo.
El movimiento es obvio: mostrar un bloque grande, que deje en franca minoría al randazzismo, para forzar una lista de unidad. A ese pacto, hasta acá, se resiste el ex ministro que aparece flanqueado por alcaldes, el Movimiento Evita y gremios.
“Tenemos que avanzar en la unidad con proyección. No podemos hacer una lista que el 12 de diciembre se fuguen 2 o 3 diputados” es el mantra que repiten en referencia a lo que hicieron algunos de los socios de Randazzo: los Evita que dejaron el bloque FpV y Diego Bossio, socio de Oscar Romero, de SMATA, uno de los impulsores de la postulación del ex ministro de Transporte.
Clarín