Se trata de Sergio Oscar Chapingo. Era maestro panadero y pastor evangélico. Le imputan siete episodios. Las víctimas eran sus alumnos del taller. Según Fiscalía, las tocaba y las amenazaba para que guardaran silencio. Habrá una inspección ocular y la otra semana serán los alegatos.
El Ministerio Público Fiscal prevé pedir 17 años de prisión para Sergio Oscar Chapingo, acusado por siete hechos de abuso sexual contra alumnos del Centro de Amigos y Padres de Personas Discapacitadas Mentales en Trelew. El acusado, de 42 años, está en prisión domiciliaria en su casa de calle Lezana. La otra semana serían los alegatos en el juicio oral que se hace a puertas cerradas. Restan testimonios y una inspección ocular en la sede de CAPDIM, en el barrio Padre Juan Muzio. La acusación es del fiscal Arnaldo Maza y del funcionario Enrique Kaltenmeier; el defensor es Martín Castro.
El Centro es una asociación civil que dicta talleres protegidos de producción que permite a personas con capacidades diferentes inserción social y laboral.
Uno de los talleres es Panadería. Chapingo ingresó contratado como maestro en marzo de 2012. Enseñaba y supervisaba a los operarios. Se presentaba como pastor evangélico.
Trabajaba de 3 a 11 todos los días. Pero lunes por medio tenía un acuerdo con el otro panadero y cumplía horario de 10 a 17. Es que los fines de semana viajaba a General Conesa, Río Negro, por encuentros como pastor de la Iglesia “Ministerio Internacional Apostólico y Profético Nueva Generación”.
Según la acusación, usó su rol como maestro para “violentar la libertad sexual y satisfacer sus deseos libidinosos”. Chapingo “se aseguraba de que sus víctimas no contaran lo que les obligaba a soportar”.
El mediodía del lunes 16 de abril de 2018, Liliana, portera del turno mañana, saludaba a los operarios antes de irse. En ese momento llegó Graciela, de 29 años, operaria de Panadería del turno tarde. Padece un retraso mental moderado. La recibió Chapingo.
Graciela se fue a cambiar al baño de mujeres. Liliana vio que demoraba y entró al vestuario. Se topó con la joven nerviosa, acomodándose la ropa, con el cierre y el botón del jean abiertos. Había ruidos tras la cortina cerrada de una ducha. A Liliana le extrañó. La corrió de un manotazo y encontró escondido a Chapingo. Sorprendida, le preguntó: “¿Vos qué hacés acá?”. Le contestó que “estaban hablando”.
Liliana salió de CAPDIM y fue a la casa de la coordinadora. Le contó. Luego se sabría que Chapingo tocaba a Graciela mientras la amenazaba para desvestirse. Ella resistía: “No, Sergio, ¿qué te pensás? No somos ni papá ni mamá”. Igual bajó la ropa de ambos. “Chapingo le dijo a su víctima que no contara nada porque no iba a entrar más al taller, y se escondió tras la cortina”.
Una cámara de seguridad lo filmó entrando al baño de mujeres, saliendo, caminando por el pasillo, ocultándose en una abertura y siguiendo a Graciela.
Liliana declaró que “notaba que los chicos no lo querían a Chapingo, habían empezado a expresar rechazo hacia él”. Lo despieron esa tarde. Así supieron porqué Graciela se resistía a ir los lunes al taller.
Un acta documentó la reunión de Chapingo con la Comisión Directiva de CAPDIM. No negó su entrada al baño con Graciela pero adujo que estaban “charlando” y que lo había hecho porque “tenía impulsos”.
Javier, otro operario, reveló que el mismo día fue al vestuario de varones a cambiarse para su día laboral. Cuando estaba en remera y calzoncillos, Chapingo lo manoseó. “Ay, mi amor, qué linda que está tu hermana, qué bonita está tu hermana”, le decía. Javier se resistía: “¡Pará Sergio, no digas esas cosas! La próxima hablo para que te echen. Vos no conocés a mi hermana”. El imputado amenazó apuñalarlo. Le apoyaba un cuchillo de la panadería.
Liliana declaró que una mañana desayunaba con los chicos. Le preguntó a Analía, otra operaria de Panadería, si se había enterado de lo que pasaba. A la chica se le llenaron los ojos de lágrimas y confesó que también era víctima.
Chapingo le ordenó limpiar sola un depósito de insumos. Allí la atacó. La tocó por encima de la ropa sujetándola fuerte del brazo. El hombre le decía “cosas bonitas” y que “si no le daba bolilla, si no cedía ante sus pretensiones, mataría a su familia”, cuchillo en mano. Cuando Analía era convocada a firmar planillas administrativas en el taller, en la mesa y a la vista de todos, “Chapingo la tocaba por debajo de la mesa en sus piernas, con sus manos o con sus pies”.
En otro episodio, una tarde de agosto de 2014, Chapingo arrinconó a Nerina, otra joven aprendiz, contra un carro de bandejas. La tocó y le dijo: “Ahora andate nomás”. Ella se lo sacó de encima con una bofetada en la cara: “¿Vos qué hacés?”.
En su acusación, el MPF aclara que la imputación se basa en el relato de las víctimas. “Son personas que por su discapacidad tienen un relato que debe ser analizado indefectiblemente con parámetros especiales”, explicaron. Por eso son claves los psicodiagnósticos y los informes del Servicio de Atención de la Víctima del Delito. Fue imprescindible que confiaran en las psicólogas forenses para que sean “sus interlocutoras y traductoras al contar lo sucedido, para que ese relato sea lo más claro, fluido y detallado”.
Pero más allá de su discapacidad, la acusación aclara que las presuntas víctimas “tienen conocimientos acerca de la sexualidad” y de que cualquier vínculo debe ser voluntario.
Además de sus testimonios en Cámara de Gesell, las víctimas hicieron las denuncias bajo asistencia. Siempre coincidió lo que le dijeron al personal de CAPDIM, a sus familias, y finalmente en las denuncias.
En el allanamiento en casa de Chapingo, en abril de 2018, se halló un jean azul y remeras blancas. Coincidían con la cámara de seguridad.
Por estos días declaran víctimas, familiares, figuras de apoyo, forenses, directivos de CAPDIM y policías.
La imputación es abuso sexual simple, agravado por haber sido cometido por un encargado de la educación de la víctima. Se agrega coacción agravada por el uso de arma.
La Fiscalía consideró agravantes que Chapingo haya aprovechado “la particular indefensión y vulnerabilidad” de personas con capacidades diferentes con una inmadurez comparable con niños o adolescentes. Su impunidad aumentaba al presentarse como pastor y encargado de una filial fuera de Chubut. Los abusos habrían afectado como mínimo a cinco operarios. “Significó para todos un importante menoscabo en la confianza depositada en una institución como CAPDIM, y en la posibilidad de acudir a redes de contención para personas con capacidades diferentes”.
*Excepto el del imputado, los nombres se cambiaron para proteger a víctimas y protagonistas del caso.