Sin demasiadas figuras conocidas que lo respalden, el presidente de los Estados Unidos Donald Trump apostó todo su arsenal familiar para revitalizar su campaña. En la Convención Republicana habló el lunes Donald Jr. y esta noche lo hicieron otros dos hijos, Eric y Tiffany, pero todos los focos estuvieron en la persona que cerró la fiesta: Melania Trump, la primera dama de bajísimo perfil, que salió a la luz con un tono mucho más suave que todos los oradores para intentar atrapar el voto femenino para su marido.
Trump marcha 7,6% por detrás de su rival Joe Biden para las elecciones del 3 de noviembre, según un promedio de encuestas, y busca estos días darle un impulso vital de la mano de su familia. Melania Knauss, una ex modelo nacida hace 50 años en Eslovenia, ofreció desde el jardín de las Rosas de la Casa Blanca el segundo discurso más difícil de su vida, tras el que pronunció en la Convención del 2016.
Su misión fue bien difícil ya que intentó atraer el voto crucial de las mujeres suburbanas que los sondeos indican que se vuelcan mayoritariamente ahora hacia el candidato demócrata Joe Biden.
Desde el inicio tuvo un tono diferente porque, a diferencia de todos los oradores que la precedieron, ofreció las condolencias a los familiares de las víctimas, en una muestra de empatía que no se observó en su marido ni sus funcionarios. Y también fue la única que llamó claramente a la unidad de los estadounidenses, a pesar de las diferencias: «Somos una nación, ante Dios», señaló.
También habló sobre la epidemia de drogas, sobre todo los opioides, un drama que sacude el país, y también de los sectores más vulnerables. No hubo ataques hacia los demócratas como se escuchó en el resto de la convención y también buscó humanizar a su marido: «Donald Trump ama a este país. No es un político tradicional. Necesita acción, no palabras».
La primera dama habló desde el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca, recién remodelado para la ocasión, con algunos invitados sentados enfrente, sin barbijos ni distancia social. Para ella, fue también una especie de reivindicación tras su controvertido discurso de 2016, cuando fue acusada de haber plagiado un mensaje de su antecesora en la Casa Blanca, Michelle Obama en 2008.
El tono en general del segundo día de la convención fue menos belicoso que la jornada inicial, donde hubo encendidos discursos –algunos casi a los gritos– que acusaban a Biden y los demócratas de ser radicales socialistas que traerán caos y violencia al país. Es cierto que esta noche continuaron las menciones sobre el posible preocupante rumbo del país y también ataques a las actividades del hijo de Biden en China. Pero se buscó más cercanía con el estadounidense común, con videos de trabajadores en todos los estados y discursos de pequeños comerciantes y empresarios.
Aunque en este caso extra-familiar, otro de los platos fuertes de la noche fue la breve participación remota del secretario de Estado Michael Pompeo, que habló desde Jerusalén, donde se encuentra en gira oficial. Elogiará la política exterior del presidente que, según el funcionario, garantiza la seguridad de los Estados Unidos y asegura las libertades de los estadounidenses.
Pompeo habló desde la azotea del hotel King David, un escenario muy atractivo para la base religiosa de seguidores de Trump, pero que rompe la tradición diplomática de no intervención en las campañas. Desde las filas de Biden lo consideraron un “uso descarado de su cargo para propósitos abiertamente políticos”.
El segundo día de la Convención Nacional Republicana fue un asunto de familia: además de la primera dama, habló Eric, de 36 años, uno de los hijos que tuvo con Ivanna Trump junto con Donald Jr e Ivanka, y también Tiffany, de 26, que es la única hija de su matrimonio con Marla Maples. Los hijos intentaron resaltar el costado más humano del presidente.
Algunas encuestas indican que Melania es la persona más efectiva en moldear el mensaje de su marido, particularmente entre los votantes independientes, pero sobre todo entre mujeres independientes. Por eso ella destacó en su mensaje que nació en el seno de una familia trabajadora y emigró desde Eslovenia a los Estados Unidos en busca del sueño americano.
Melania ha cultivado siempre un bajo perfil y se resiste a involucrarse en los actos de campaña de su marido y dice que prefiere dedicarse a la crianza del hijo que tiene con el presidente, Barron, de 14 años, y al cuidado de sus padres. Por eso su discurso fue algo excepcional que los estrategas republicanos esperaban con expectativa.