Dos cafés, 1 millón de bolívares; una pizza congelada, casi 3 millones; un paquete de salchichas, 1,4 millones; 1 dólar, 306.000 bolívares. El billete de más alta denominación, 50.000 bolívares. En Venezuela, la imparable devaluación ha superado un nuevo hito que deja su existencia en mínimos solo comparables con las grandes tragedias económicas de la historia.
La última barrera la superó esta misma semana cuando, tras una devaluación del 10 %, el precio del dólar superó los 300.000 bolívares soberanos por cada divisa estadounidense, es decir, el billete de 50.000 supone 0,16 centavos de la moneda estadounidense.
Así que, si en Venezuela se quiere comprar un dólar, se necesitan seis billetes de la más alta denominación. Y si lo que se quiere es tomar un café acompañado, son 20, algo imposible de compilar puesto que los cajeros no suelen disponer de cantidades superiores a los 100.000 bolívares.
Una moneda en extinción
El economista Guillermo Arcay resume la situación actual en una frase: «La gente pasó de reírse de Venezuela por ser un país con muchos ceros en sus billetes a ser un país donde, simplemente, no hay billetes».
Sencillamente, ya no se emiten billetes cada vez de más alta denominación con ese fin folclórico de sumar ceros, las cantidades en bolívares que tienen los venezolanos en sus cuentas crecen mientras mengua su valor.
«Los saldos monetarios reales que tienen los venezolanos en sus cuentas son tan pequeños que la gente tiene menos de un día de consumo en bolívares en su cuenta», explica Arcay.
Se trata de cantidades pequeñas si se calculan en moneda extranjera, pero si un venezolano decide cambiar 20 dólares para hacer algún tipo de compra se encontrará con seis millones de bolívares en su cuenta, una fugaz sensación de riqueza.
Por eso, la tarjeta es apenas una suerte de monedero que contiene todos los ceros que ya no caben en los billetes y que dan una muy baja capacidad de compra.
Así, la compra de esos dos cafés que permitirán a sendos amigos compartir un momento de calma, sucederá sin billetes venezolanos. El camarero pronuncia la cifra, un millón, los dos amigos pondrán la habitual cara de sorpresa e indignación. Uno de ellos ofrecerá su tarjeta y de su depósito saldrá un millón de bolívares que pasarán al banco del propietario.
Eso sí, es probable que esa cantidad que hoy supone 3,3 dólares en la cuenta del propietario se transforme, por la magia de la devaluación, en apenas 3 dólares (o menos) en unos días.
Directo al «top 10»
«Venezuela está a punto de cumplir tres años en hiperinflación. Estamos en el ‘top 10’ de hiperinflaciones más largas de la historia, por detrás de Nicaragua, que duró cinco años» y de Grecia, que duró más de cuatro, señala Arcay.
A pesar de esto, matiza que algunos casos como Brasil o Argentina, entre finales de los 80 y primeros de los 90; Bolivia, entre 1984 y 1985, o Perú, en 1990, podían ser comparables al inicio de la hiperinflación venezolana.
«Pero Venezuela se diferencia no solo en magnitud porque hemos tenido la hiperinflación más aguda en la historia latinoamericana sino en longitud», asegura.