La evidencia del último bienio muestra que, con independencia de la crisis de la Pandemia, el comercio exterior de la Argentina no ha resuelto sus debilidades, sigue sujeto a fluctuaciones periódicas.
La teoría y la evidencia económica han mostrado que existe una relación estrecha entre el comercio internacional y el desarrollo de los países. La actividad exportadora permite ganar competitividad a través de economías de escala y asegura el uso pleno de los recursos productivos, mientras que la actividad importadora no sólo provee bienes y servicios esenciales que no se producen internamente, sino que introduce innovaciones que favorecen los desarrollos competitivos de las industrias locales.
En ese escenario de fuerte actividad comercial con el mundo, las nuevas inversiones asociadas al comercio internacional favorecen el crecimiento y éste, a su vez, retroalimenta los flujos comerciales. En este proceso de idas y vueltas, los países van consolidando los factores para su desarrollo. Esto no significa desconocer los riesgos que un proceso de integración al mundo globalizado puede imponer hoy a las economías en desarrollo, sobre todo a las más pobres (pérdidas de empleos tradicionales, redistribución regional de actividades, fricciones macroeconómicas por desajustes transitorios del balance comercial, entre los más frecuentes).
La actividad exportadora permite ganar competitividad a través de economías de escala y asegura el uso pleno de los recursos productivos
En 2019, antes de la Pandemia, las discusiones internacionales se concentraban en buscar mecanismos de promoción del desarrollo bajo una modalidad renovada que respetase los límites de la sustentabilidad ambiental. Esto ocurría luego de una década de bajo crecimiento mundial como consecuencia de la crisis internacional de 2008. En todas esas discusiones, el comercio internacional jugaba un rol central y se buscaba controlar las tendencias proteccionistas por entender que cercenaban las oportunidades de los países en desarrollo.
Fuente: Infobae