El abuso sexual infantil es un delito que ocurre en el entorno familiar en la mayoría de los casos, y a menudo se perpetúa mediante el silencio. Los niños afectados suelen ser amedrentados por el agresor. Quien les hace creer que hablar sobre lo sucedido tendrá consecuencias negativas para ellos o sus seres queridos, como su madre o hermanos. Esta situación crea un círculo de silencio, donde el niño se siente culpable e indefenso.
Existen numerosos mitos en torno al abuso sexual infantil que dificultan su detección y prevención. Uno de los más comunes es la creencia de que solo las niñas son víctimas, o que los abusadores son siempre desconocidos y tienen trastornos psiquiátricos. Además, se piensa erróneamente que los niños pueden evitar el abuso por sí solos o que siempre se detecta y denuncia en el entorno familiar. La realidad es más compleja: los abusos pueden pasar desapercibidos, y sus consecuencias no siempre son físicas o visibles.
Signos que permiten detectar el abuso sexual infantil
Detectar el abuso sexual infantil no siempre es fácil, pero las personas cercanas al niño pueden identificar ciertos indicadores. Como cambios bruscos en la conducta, miedo inexplicable a estar solo o a ciertos miembros de la familia. Rechazo repentino hacia sus padres, llanto frecuente, o resistencia a desnudarse o bañarse. Estos signos deben ser motivo de consulta con profesionales especializados que puedan evaluar la situación.
Cuando se sospecha de un abuso, lo más importante es romper el silencio. Es crucial informar a las autoridades para que se activen los protocolos adecuados de intervención. El Servicio de Asistencia a la Víctima del Delito proporciona apoyo especializado a las víctimas y sus familias, garantizando su seguridad física y emocional.