Güemes, Patrón Costa, Michel Torino, son apellidos que resuenan en el territorio salteño. De esa estirpe proviene Juan Carlos Dávalos. El poeta andariego que engendró un semillero de artistas que dejaron su marca en la historia de la cultura argentina. Algunos de sus hijos, como Arturo León y Martín Miguel, se dedicaron a las letras; Ramiro fue pintor. Su hijo Jaime se convirtió en uno de los mayores músicos y compositores del folclore nacional. Y junto a Juan Falú crearon varios de los grandes temas musicales que habitan en el cancionero popular como “Canción del Jangadero”. También“Tonada del viejo amor”, “Las golondrinas”, “Vidala del nombrador”, entre muchos otros. En la actualidad es Julia Elena Dávalos, nieta de Juan Carlos y una de las figuras más conocidas en el ámbito folclórico, quien continúa la tradición.
Conocedor de los valles calchaquíes, de las yungas y los montes, Juan Carlos Dávalos nació un 11 de enero de 1887 por la zona de la Quebrada de San Lorenzo. A 10 km de Salta Capital, donde el agua surca la tierra y da origen a una frondosa vegetación. Su pertenencia a la elite salteña no impidió que pudiera adentrarse en el paisaje y en la vida de sus pobladores y construir, desde su mirada. Relatos que nos hablan de los animales, de los hombres y las mujeres habitantes de la tierra, sus creencias y sus costumbres.
En una época donde no abundaba la narrativa local, Juan Carlos Dávalos fue el impulsor de una corriente genuina de la literatura regional del norte argentino. Comenzó a escribir acerca de las creencias y costumbres populares que había escuchado en su niñez contar a las criadas indígenas. Y de los hombres de campo que trabajaban en su casa.
“(…) en la edad madura las hubiese olvidado, si en mis continuas incursiones por las montañas y selvas, no las hubiese oído contar de nuevo, muchas veces andando de caza. En rueda nocturna de conversadores, junto al fuego, por boca de gauchos barbudos, ingenuos como niños”.
(Prólogo Los casos del zorro, 1925)
El impulso por narrar estas historias se despertó a sus 13 años, cuando murió su padre. En sus cartas al escritor Juan José de Soiza Reilly el poeta recuerda sus primeras letras y sus primeras censuras familiares.
«El año que murió mi padre pasé el verano con mi abuela Isasmendi, en su finca Colomé, en tierras calchaquíes (…). Las originales costumbres, los quehaceres domésticos, morales e industriosos de mi abuela, sus colerones. Sus rezos, sus reniegos con la servidumbre, en fin, todos los aspectos de un carácter excepcionalmente apasionado y enérgico, los consigné en un cuaderno escolar, y en secreto. Uno de mis tíos me sorprendió escribiendo, leyó los apuntes y se armó un alboroto. Sofocón de mi abuela, llanto, reprimenda de mis tíos, y por último secuestro y destrucción de las páginas indiscretas e irreverentes».
El Portal Oficial del Estado Argentino le rinde homenaje e indica que su vocación por las letras lo llevó a publicar artículos periodísticos en diarios locales. Su madre ansiaba que su hijo fuera abogado, pero Dávalos tuvo otras ideas. En esa misma carta le cuenta a su amigo: “(…) como yo disponía de harto dinero, en vez de estudiar, me dediqué a la vagancia y a la lectura “. Después de intentar algunos negocios frustrados, Dávalos comenzó a dar clases de nivel secundario en el Colegio Nacional de Salta e hizo carrera. Convirtiéndose en el Director del Archivo General de la Provincia y Director de la Biblioteca Provincial «Dr. Victorino de la Plaza”. Mientras tanto, continuó escribiendo y publicando.
En viajes por el interior de la provincia fue escuchando, recopilando y escribiendo relatos acerca de seres fantásticos para algunos pero no para otros. Como la mula ánima, la salamanca, la viuda negra y la luz mala, que poblaron las páginas de sus libros. De mi vida y de mi tierra, Los valles de Cachi y Molinos, Salta, su alma y sus paisajes, Los casos del zorro, Los tres consejos del sabio Moisés. Y del El viento blanco, una de sus obras más reconocidas. Entre 1914, año de su primera publicación, hasta 1936, publicó cerca de una veintena de libros de narrativas, poemas y dramaturgia.
La figura del gaucho también tuvo un lugar especial en su literatura. En su libro Los Gauchos (1928), Dávalos le dedica muchas páginas a la figura de Martín Miguel de Güemes, lo representa como un héroe gaucho y mestizo, símbolo cultural de Salta. “El gaucho es la primera, la más antigua, la más eficaz adaptación del europeo a la naturaleza indígena. Y por eso resulta cronológicamente el primer argentino”, escribe.
Dávalos llevó la figura heróica de Güemes al teatro en su obra La tierra en Armas, representada entre los años 1926 y 1928. Y luego fue llevada al cine por Leopoldo Torre Nilsson en 1971 y protagonizada por Alfredo Alcón y Norma Aleandro.
Amante del buen contar acompañado del buen beber, una noche sufrió un malestar extraño y el poeta vaticinó su muerte. Una hemorragia cerebral terminó con su vida el 6 de noviembre de 1959. Su entierro se produjo en el cementerio de la Santa Cruz pero casi diez años después sus restos, junto a los de su hijo Arturo León. Fueron llevados al cementerio de San Lorenzo, cumpliendo con la voluntad del poeta. Su traslado fue un gran homenaje popular.
«Comprendo que tarde o temprano se ha de reprochar mi indiferencia por la gente de mi clase cuya psicología se refleja apenas en mi obra», citaba en su texto Mi literatura.