Aunque suele asociarse con México, el Día de los Muertos tiene en Argentina una rica tradición que une raíces andinas y católicas.
En el imaginario popular global, el Día de los Muertos está íntimamente ligado a México y su colorido folclore, impulsado por la cultura popular y películas como Coco (2017). Sin embargo, Argentina también celebra esta fecha desde hace generaciones, combinando la tradición católica del Día de los Fieles Difuntos con ceremonias ancestrales de los pueblos originarios.
Hasta mediados del siglo XX, el 2 de noviembre era en el país una jornada de recogimiento: las familias visitaban los cementerios y recordaban a sus seres queridos en silencio. En 1910 se sumó el Día de los Muertos por la Patria, en honor a quienes dieron su vida por la independencia. Con el paso del tiempo, las grandes ciudades fueron perdiendo esta costumbre, aunque en el interior —sobre todo en el noroeste argentino— la tradición se mantiene viva y llena de color.
Según informó C5N, en provincias como Jujuy, Salta o Catamarca, esta fecha no se vive con luto sino con alegría, en un verdadero encuentro entre el mundo de los vivos y el de los muertos.
El Día de las Almas: cuando los difuntos regresan a casa
El 2 de noviembre es conocido en el norte argentino como el Día de las Almas, un momento del calendario en el que se cree que los espíritus regresan a las viviendas que habitaron en vida. Lejos de ser un día triste, se trata de una celebración de reencuentro y gratitud.
Las familias preparan mesas con banquetes, hojas de coca, flores de colores, bebidas preferidas y panes con forma de animales o figuras humanas, conocidos como t’antawawas o wawas de pan. Estos panes representan al difunto y, en algunos casos, adoptan la forma de escaleras simbólicas que ayudan al alma a ascender al cielo.
“No cumplir con este ritual puede ocasionar que las fuerzas de la naturaleza se vuelvan en contra de la familia”, relatan los habitantes de la región, reafirmando la fuerza espiritual de esta tradición.
El colorido de los cementerios en la Puna y los valles Calchaquíes contrasta con la visión occidental del duelo. Allí abundan las flores vivas, la música alegre y las ofrendas, en una atmósfera que celebra la vida más que lamenta la muerte.
Un sincretismo entre fe católica y cosmovisión andina
El Día de los Muertos en Argentina es un claro ejemplo de sincretismo: la fusión entre el catolicismo europeo y las creencias indígenas andinas. Mientras el 1° y 2 de noviembre la Iglesia Católica conmemora el Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos, en los pueblos andinos se cree que las almas visitan a sus seres queridos.
Las familias comienzan la preparación desde el 1° de noviembre, cuando se dispone una mesa con alimentos y objetos que gustaban al fallecido. Al día siguiente, las celebraciones se trasladan al cementerio y las iglesias locales, donde la misa se combina con música, flores y ofrendas.
El color negro solo se utiliza en casas donde ha habido un muerto reciente, ya que se cree que el alma todavía purifica sus culpas y necesita ayuda espiritual para ascender. En estos casos, los rituales son más intensos y las ofrendas más numerosas, reflejando una profunda conexión entre lo terrenal y lo divino.




