El ejemplar tenía dos metros de longitud y habitó nuestro planeta hace 70 millones de años, durante la era Cretácica. Por sus características, es un hallazgo único.
En la escala biológica, los cocodrilos y caimanes, son uno de los pocos reptiles predadores que apenas han evolucionado con relación a sus antepasados prehistóricos del periodo Cretácico tardío. Para corroborar esta especulación, basta con observar el esqueleto casi íntegro de un cocodrilo descubierto por un grupo de científicos locales. El animal, en vida, llegó a tener dos metros de longitud y habitó la Patagonia hace 70 millones de años. El trabajo fue recientemente publicado en la revista Cretaceous Research.
Tras varios años de analizar las partes óseas, un grupo de investigadores argentinos, liderados por el paleontólogo del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) Rodolfo Coria, presentaron este jueves el esqueleto del Barrosasuchus neuquenianus.
El fósil fue hallado en 2001 en la zona de Sierra Barrosa, a 30 kilómetros de Plaza Huincul, una localidad fosilífera ubicada en el centro de Neuquén, donde los investigadores se encuentran trabajando desde hace varios años.
Y si bien este tipo de cocodrilos fósiles se conocen desde hace más de sesenta años, la particularidad de este fósil es que, por primera vez, se encontró un esqueleto prácticamente completo. El hallazgo incluyó el cráneo, el postcráneo, las mandíbulas, las patas, las manos, las costillas y sus vértebras.
«Fue un hallazgo excepcional, ya que es muy raro dar con esqueletos completos de vertebrados fósiles. Barrosasuchus es un aluvión de información peirosáurica. Y está absolutamente todo, lo único que no tenemos es la cola”, señaló el científico.
El primer peirosaurio fue hallado sesenta años atrás en la localidad de Peirópolis, en el centro de Brasil. Más adelante, los científicos de la época notaron que ese ejemplar representaba a una familia de cocodrilos diferente a otras, y los denominaron peirosáuridos, por ser Peirosaurus el primer género reconocido de la familia.
Estos cocodrilos, que habitaron en la era Cretácica – división de la escala temporal geológica que pertenece a la Era Mesozoica- son abundantes y frecuentes en toda América del Sur, especialmente en la Patagonia, pero la mayoría de esos ejemplares se habían registrado de un modo muy fragmentario.
Los cocodrilos sudamericanos incluyen varios linajes primitivos conocidos como mesoeucocodrilos. Entre ellos se encuentran los notosuquios, de aspecto perruno; los araripesuquios, de aspecto zorruno; y los peirosaurios, grandes cazadores de colmillos aserrados.
“Hasta ahora se habían hallado trozos de mandíbula, de hocicos, cráneos incompletos, sin mandíbula. Si bien es frecuente encontrar restos de estos animales, y a veces los restos han permitido proponer especies nuevas, el hecho de encontrar esqueletos completos como Barrosasuchus es excepcional y totalmente único”, destacó Coria.
“En Sierra Barrosa hallamos huesos de dinosaurios carnívoros, herbívoros, mamíferos, pero nos llevó muchos años poder clasificar y registrar todo lo hallado en aquellas campañas de principio de este siglo. Por eso recién ahora logramos estudiar el ejemplar completo del cocodrilo y presentamos a Barrosasuchus”, informó el investigador del Conicet.
La etimología del nombre Barrosasuchus neuquenianus, proviene de “Barrosa”, en alusión a la Sierra Barrosa, donde se encontró el espécimen, y “souchos”, en referencia a la divinidad egipcia con cabeza de cocodrilo y que es de uso normal en nombres científicos para especies de cocodrilos. Por otro lado, el nombre de la especie, “neuquenianus”, se eligió en referencia a la provincia de Neuquén.
“Este ejemplar nos permite apreciar las maravillas que tenemos en la naturaleza y la fantástica fortuna que tenemos de que exista el proceso de fosilización, que nos permite atestiguar y observar restos de formas de vida extinguidas hace 70 millones de años en un estado tan bueno de preservación”, apuntó Coria.
“Barrosasuchus nos permite conocer muchísimo de la anatomía del resto de estos animales. Desde las proporciones de las patas, el tipo de anatomía de las manos y de los pies, si las costillas eran rectas o curvas. Con lo que se abre un ventanal de información que había permanecido cerrado a los científicos por muchos años, al menos sesenta años, desde que se describió el primer peirosáurido en Brasil”, indicó el científico.
Clarin