Publicó The Economist que un récord de 2.000 argentinos inició en 2020 trámites para radicarse en Uruguay. Otras fuentes afirman que más de 2000 lo hicieron en Paraguay. Y según el Ieral durante 2020 se cuadruplicaron las búsquedas de los argentinos en Google sobre “emigrar” en comparación con el promedio 2011-2018. Parece estar produciéndose la pérdida del principal capital del siglo XXI: las personas. Hay 1.150.000 argentinos registrados como residentes en el exterior, pero cuando comenzó el siglo XXI la cantidad era la mitad (555.000). Nuestro país es proveedor al exterior de personas calificadas: se estima que casi 200.000 profesionales argentinos actúan en posiciones de cierta relevancia en el extranjero. Por caso, se dice que el 30% de los argentinos en Estados Unidos posee una licenciatura y 30.000 son ingenieros o científicos. La cuestión no es menor: la sociedad del conocimiento requiere, antes que dinero o máquinas, personas preparadas.
Los pronósticos de una reversión de la globalización motivada por la pandemia de Covid-19 son rechazados por la realidad. Pero una globalidad adaptada muestra patrones actualizados: rotundo cambio tecnológico, empresas desnacionalizadas, nueva geopolítica, alianzas entre países forjadas sobre exigentes estándares cualitativos y decisiva relevancia de “personas globales”.
Vivimos una globalización integral y sistémica (que se consolidará con la salida de la pandemia) que puede ser denominada “globalización hexagonal”. Una vorágine que integra seis flujos: el comercio internacional de bienes (que se redujo menos de lo previsto en 2020 y ya recupera fuerzas) y la inversión extranjera directa; pero también el comercio internacional de servicios (más dinámico que el de bienes), flujos de financiamiento internacional (que apuntalan proyectos innovadores) y dos movimientos propios de la época: el tráfico internacional de datos, conocimiento e información (que creció 1500 veces en diez años) y las modernísimas migraciones (físicas y especialmente virtuales).
Señala el World Intellectual Property Report en “La geografía de la innovación” que están consolidándose las global innovation networks, que son redes internacionales de empresas, instituciones y personas que construyen el desarrollo tecnológico mundial. Y que en ellas las innovaciones son creadas por grupos de personas (75% del total) y no por individuos aislados. Más del 80% de todas las patentes o productos innovativos registrados en el planeta está generado por inventores o investigadores que operan en equipos de trabajo que son multiorigen. Ahora la globalización se apoya en “redes complejas de valor” (complex value networks) en las que interactúan estaciones intensivas en conocimiento ubicadas en aglomeraciones locales con condiciones apropiadas. Esas “estaciones” no son necesariamente países, sino ciudades y regiones y se caracterizan por atraer personas globales superpreparadas.
Hay una cualidad de la nueva globalidad: las migraciones funcionales. Y no solo las físicas. En el planeta se computan unos 300 millones de migrantes físicos, de los cuales dos tercios son migrantes laborales. La India es el país del que más han salido y Estados Unidos el que más ha recibido. Pero a ello debe añadírsele que crece –y se acelerará en la pospandemia– la cantidad de telemigrantes. Dice Richard Baldwing (en The Globotics Upheavel) que la presente fase de la globalización es la del telecommuting: personas que trabajan desde sus ciudades para organizaciones ubicadas en otro país.