Por: Eduardo Van Der Kooy
La reconfiguración política que consumó la Argentina en las elecciones de ayer estaría certificando la aseveración que en los últimos días realizó el consultor Guillermo Oliveto. Habló de una sociedad con una “crisis de sentido”. Que en medio de una decadencia acentuada no alcanza a divisar un horizonte. Los resultados del domingo, que conducen a un balotaje en noviembre entre Sergio Massa y Javier Milei, parecerían otorgar vigencia plena a aquel diagnóstico.
El ministro-candidato del gobierno de Alberto y Cristina Fernández, que había quedado último en las PASO del 13 agosto, salió primero anoche con una diferencia llamativa. Más de cinco puntos de ventaja que representarían alrededor de 1.100.000 votos. La sorpresa que había representado Milei al liderar las primarias se estancó: pasó al segundo puesto. Quien había estado en ese escalón, Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio, quedó bien relegada y fuera de competencia. Es decir, los votantes que hace dos meses compusieron una escena posible ahora resolvieron darla vuelta.
Se puede considerar la presencia de nuevos actores que deben haber ejercido influencia. La asistencia creció 4 puntos respecto de las PASO. Terminó redondeando, de todos modos, la elección presidencial con la segunda menor participación en los 40 años de democracia. La fragmentación que, con más o con menos, significan los tres tercios atenuados y esa renuencia ciudadana deberían llamar la atención de todos también sobre la crisis de representación. Sobre la debilidad del sistema.
Habría que darle la razón a Massa cuando durante la semana pasada reclamó a sus amigos “el premio Guiness” si llegaba a ingresar al balotaje en medio de la profundísima crisis económico-social, a la cual supo echarle fuego detrás de su proyecto presidencial. Tendría al alcance de la mano una cosa.
Aun cuando no supere el balotaje frente a Milei, estará en condiciones de plantear la disputa por la nueva conducción del peronismo. La vicepresidenta no está ya para eso. Máximo Kirchner y La Cámpora comprenden su retroceso. Fracasaron y carecen de renovación. Se podrá decir que el excelente triunfo de Axel Kicillof en Buenos Aires (46%), donde consiguió la reelección, constituiría un potencial obstáculo. Habrá que verlo: en el principal distrito electoral el ministro-candidato también mejoró notablemente sus números respecto de las PASO. La Matanza, todo el cordón sur y oeste, fueron algunos uno de los ejemplos.
En Buenos Aires y en el interior del NOA-NEA, donde en la PASO el candidato libertario había hecho una barrida importante, podría explicarse buena parte de la recuperación de Massa. Habría sabido labrarla sin demasiadas ayudas. Le alcanzó con los fondos del ministerio de Economía para que los intendentes y gobernadores, que dejaron pasar hace dos meses la corriente libertaria, se encargaran de colocar las cosas en el lugar necesario. Lo reforzó con pasadas rápidas de campaña por esos territorios.
Tuvo además reflejos para enfrentar contextos difíciles en la campaña. Al margen de la inflación desbocada o la disparada del dólar. Anestesió con toneladas de hielo el escándalo de Martín Insaurralde, ex jefe de gabinete de Kicillof, descubierto en un yate en Marbella navegando con una modelo. El ex intendente de Lomas de Zamora fue borrado del mapa. Con eso y su renuncia alcanzó para que su inconducta pública no permeara en la sociedad. O, al menos, en una parte importante que acostumbra a identificarse con el peronismo. De hecho, el candidato a intendente de Lomas de Zamora, Federico Otermín, se impuso con el 51% de los votos.
Esa aparente indiferencia social abre interrogantes sobre otro escándalo: la caja negra descubierta en la Legislatura Bonaerense. En la cual Otermín, amigo histórico de Insaurralde, ejerce como titular de Diputados. ¿Avanzará el peritaje del celular incautado al recaudador, Julio Segundo Rigau, apodado Chocolate que tiene la fiscal platense Betina Lacki?. La apertura del aparato se hizo el viernes: habrá que auscultar el destino de la información que pudo haberse extraído.
Massa habría sabido también interpretar lecturas prematuras que se formularon, tal vez, sobre aquellos resultados de las PASO. Una: la supuesta aparición de un bloque (Juntos y La Libertad Avanza) representantes de una interpelación firme al papel del Estado. Otra: el surgimiento de una línea de pensamiento liberal extendido entre los segmentos juveniles, al menos aquellos de entre 16-25 años. El ministro candidato colocó al Estado en función absoluta de su candidatura presidencial. Los resultados en las urnas están a la vista. Entre los sectores incorporados a la vida cívica existiría, en efecto, una revalorización del sentido de libertad. Entendido sobre todo, como un bien de vida. No necesariamente aplicada al desarrollo de políticas económicas. Afloraba ese pensamiento en la mayoría de los focus realizados por las consultoras de opinión pública.
Esa realidad es que la pudo haber dejada estacionada la sorpresa de Milei en las PASO. El postulante de La Libertad Avanza no flexibilizó un ápice sus propuestas de liberalismo extremo entre aquel triunfo de agosto y la campaña concluida el viernes pasado. Tampoco matizó su personaje, entre hostil y grotesco, en algo amable para causar alguna atracción social adicional. Le facilitó así la materia primera a la campaña del miedo de Massa. Se quedó con los 30 puntos y está obligado a replantear la estrategia de cara al balotaje del 19 de noviembre. Ya hizo una primera convocatoria para “derrotar al kirchnerismo” en su discurso de anoche.
Tal vez no sea el candidato libertario la persona más apropiada. Su potencial ministro del Interior, Guillermo Franco, dialogó con él el sábado para plantearle el proyecto de un llamado para todos los que quedaron afuera de la pelea. Existe una luz que se encendió muy fuerte para los contendientes del balotaje. Juan Schiaretti, el gobernador de Córdoba, se quedó con casi 7% de los votos. Subió cuatro puntos respecto de agosto. Massa también colocó sus ojos sobre el cordobés. La candidata a vicepresidenta de La Libertad Avanza, Victoria Villarruel, destaca siempre el diálogo fluido que mantiene con Florencio Randazzo, acompañante de fórmula de Schiaretti. Hasta ahí, nomás, por el momento.
El gran dilema queda reservado para Juntos por el Cambio. La coalición opositora ha tenido un derrotero sorprendente después que en 2019 resignó el poder. Venció en las legislativas del 2021 con el 42% de los votos. Desde esa cima, que hacía presumir un regreso, comenzó un descenso reflejado en los pálidos 23,84% que Bullrich consiguió ayer.
Fallaron, por lo visto, demasiadas cosas. Juntos terminará administrando 10 provincias pero quedó muy lejos de pelear el balotaje. La interna que Bullrich planteó con Horacio Rodríguez Larreta provocó un daño irreparable. Que no pudo compensar el amontonamiento de dirigentes que la candidata hizo al final de la campaña.
La coalición quedó a la intemperie expuesta a las presiones que sufrirá desde el peronismo y los libertarios. Cargando con un enorme interrogante: ¿Alguien estará en condiciones, después de la durísima derrota, de asumir la representación de la fuerza para encarar cualquier negociación de frente al balotaje?. Ni siquiera Mauricio Macri estaría en aptitud de dar una respuesta.
Quizás el nuevo dirigente que emerja sea su primo, Jorge, triunfador en la Ciudad y a décimas de ganar en la primera vuelta. Consolidando aquello que el ex presidente le reclamó a Rodríguez Larreta: la hegemonía macrista porteña. Fue la única satisfacción opositora junto a la victoria de Rogelio Frigerio en Entre Rios.
Se abre en estos 28 días hasta el balotaje una nueva etapa en el extenuante proceso electoral en la Argentina. Todo debería calibrarse otra vez. En agosto Milei provocó un sacudón y hasta hizo creer, en algún momento, que podía imponerse en primera vuelta. En esos dos meses muchas percepciones colectivas parecieron cambiar. Massa acaba ahora de dar un batacazo electoral y al cierre de la noche habló ante su gente como si la batalla estuviera terminada. Transmitiendo con su soledad inicial en la tarima el sentido personal que imprimió a su victoria. Tiene por recorrer un trayecto más breve hasta noviembre. Pero en un país que cada día es bien imprevisible.
Fuente: El Clarín