José “Pepe” Mujica, el exguerrillero tupamaro que se transformó en presidente de Uruguay y referente moral de la izquierda latinoamericana, falleció este martes a los 89 años en su chacra de Montevideo. Su muerte ha sido confirmada por el actual mandatario uruguayo Yamandú Orsi, marca el fin de una era para la política regional.
Mujica padecía cáncer de esófago y había optado por pasar sus últimos días en el lugar que mejor lo definía: su casa de techos de chapa y piso de cemento, rodeado de tierra, flores y silencios, en el rincón más modesto de Montevideo. La misma chacra donde durante años conversó con líderes mundiales, periodistas y vecinos, bajo la premisa de que “la vida no es para acumular, sino para vivir”.
«Con profundo dolor comunicamos que falleció nuestro compañero Pepe Mujica. Presidente, militante, referente y conductor. Te vamos a extrañar mucho, viejo querido», escribió Orsi, su discípulo político, en la red X.
Pepe Mujica y su historia en Uruguay
La historia de Mujica es, por donde se la mire, una epopeya del siglo XX hecha carne. Militante tupamaro, participó en acciones armadas durante los años más convulsos del Uruguay. Fue baleado en seis oportunidades, pasó 15 años en prisión –varios de ellos en condiciones infrahumanas– y salió del encierro sin rencor, convencido de que la verdadera revolución era cultural.
Desde entonces, forjó una carrera política imparable: fue legislador, ministro de Agricultura y presidente de la República entre 2010 y 2015. Lo hizo sin traicionar sus convicciones ni adoptar las formas del poder tradicional. Donó gran parte de su salario, rechazó los lujos del cargo y defendió causas sociales con una claridad que desarmaba a propios y extraños.
“Hay que volver a lo simple”, decía Mujica en una entrevista a Clarín en 2004, rodeado de huevos, tomates y margaritas en su desordenada pero simbólica mesa de cocina. Esa frase, más que una consigna, fue el corazón de su legado.
Hoy se va un hombre que eligió vivir con menos para pensar más, y que creyó, hasta el final, en el poder transformador de la ética, la palabra y el ejemplo.