Una maravilla natural. Lejos de los clásicos destinos turísticos, esta joya del noroeste de nuestro país guarda paisajes inolvidables, aire puro y una conexión brutal con la aventura.
Argentina es un país inmenso y diverso, capaz de sorprender incluso a los viajeros más experimentados. De hecho, se puede encontrar desde selvas subtropicales hasta glaciares milenarios, pasando por desiertos, volcanes y salares, según publicó Crónica.
Por ello, el territorio guarda un sinfín de maravillas naturales que no siempre figuran en los catálogos turísticos más populares y ofrecen paisajes tan imponentes como desconocidos, pero que prometen adentrar a los exploradores a una verdadera aventura.
En lo profundo de la Puna catamarqueña, donde la altitud desafía los sentidos y el horizonte parece no tener fin, existe un rincón casi secreto. Rodeado de volcanes dormidos, rocas talladas por el viento y un cielo que parece más cercano que nunca, este lugar impacta por su belleza cruda y por la sensación de estar en otro planeta.
¿Querés vivir una aventura? A más de 3.500 metros sobre el nivel del mar, donde el aire es fino y el silencio casi absoluto, una formación geológica sorprende a quienes se animan a explorar los rincones menos transitados del norte argentino.
Se trata del Cañón de la Herradura, una joya natural que está ubicada a unos 50 kilómetros al noroeste de Antofagasta de la Sierra, uno de los poblados más aislados y altos del país, y en el extremo oeste de la provincia de Catamarca.
Para llegar, se debe partir desde dicho pueblo en vehículo 4×4, siguiendo caminos de ripio y huellas que cruzan paisajes áridos y fascinantes. Dado que el terreno puede ser exigente, es fundamental ir con guía local o alguien con experiencia en la zona.
Un paisaje que no figura en los folletos clásicos de turismo, pero que parece digno de Marte. De hecho, su nombre deriva de la curiosa forma semicircular que está rodeado de formaciones rocosas de tonos ocres, rojizos y grises, moldeadas por siglos de viento, sal y erosión.
El lugar forma parte de un circuito poco conocido que también incluye sitios como el Campo de Piedra Pómez, el Salar de Antofalla, el volcán Galán y el Valle de las Papas. En todos los casos se trata de corredores compuestos por maravillas geológicas y culturales que aún escapan al turismo masivo.
Por ello lo que más impacta no es solo su belleza, sino su aislamiento. Incluso, llegar hasta el Cañón de la Herradura implica atravesar salares, planicies infinitas y quebradas donde es más probable cruzarse con una vicuña o un suri que con otro ser humano.
Muchas de estas tierras son consideradas sagradas por las comunidades originarias. Incluso, se cree que el área del cañón fue parte de rutas de caravanas en tiempos precolombinos y se han encontrado sitios arqueológicos y rastros de antiguos asentamientos o rituales.
A su vez, a diferencia de destinos turísticos como Mendoza o Jujuy, este rincón de la Puna invita a una experiencia íntima, cruda y profundamente transformadora. Ideal para amantes del trekking, fotógrafos, viajeros curiosos y buscadores de lo auténtico, ya que no promete comodidades, pero sí un contacto con la naturaleza más salvaje.
Por último, vale la pena mencionar que no hay infraestructura turística, ni señal de celular, ni restaurantes a la vista. Pero sí hay cielo puro, viento libre y una energía “paranormal” difícil de describir. Por ello, su visita implica organizarse con guías locales, respetar el entorno y, sobre todo, abrirse a lo inesperado.