Los aniversarios y recordatorios de calendario son una oportunidad para reflexionar sobre temas que la coyuntura oculta ¿Cuál es el escenario actual de la antropología, en este 27 de julio?
Día del Antropólogo. Como cada 27 de julio, se conmemora en nuestro país el Día del Antropólogo. El motivo de la celebración es, al menos, curioso en un país en el que la gran referencia de esta disciplina es el Equipo Argentino de Antropología Forense, que tomó relevancia a partir de la identificación de los restos de personas desaparecidas y asesinadas por la dictadura militar. Se recuerda en esta fecha la fundación, en 1972, del Colegio de Graduados en Antropología. Una fecha inicialmente muy poco heroica para celebrar el compromiso de los profesionales de esta disciplina. Pero aprovechando esa realidad como disparador, C5N entrevistó a cuatro profesionales de esta disciplina que se enfocaron en áreas completamente distintas entre si para conversar sobre las tensiones actuales de esta ciencia social y sobre sus recorridos posibles. Según informa: C5N
Una de las primeras cuestiones que se pone de relieve son las superposiciones con otras disciplinas hermanas con la que el público no especializado la confunde como la sociología o la arqueología. Con la primera, además de la tradición académica, se diferenció, durante el siglo XX porque la antropología se enfocaba en el método cualitativo (la convivencia con el grupo estudiado, el análisis de sus representaciones) mientras que la sociología se enfocaba en datos más cuantitativos como las encuestas y los censos.
Como afirma Andrés Ruggeri, la tradición antropológica ”en principio se orientó hacia los pueblos no occidentales que, por sus características de sociedades tribales, “étnicas”, no occidentales, debieron ser abordadas por los investigadores de las potencias coloniales (porque esa es la marca de origen de la antropología) a través de una aproximación que implicaba necesariamente la inmersión en el campo. Esa necesidad origina la amplia tradición antropológica de desarrollo de metodologías cualitativas y de trabajo en el terreno”. Sin embargo, esa distinción hoy está, como veremos, más que desdibujada.
Comer como hecho social
La antropología está en un momento de cambio, dice Diego Díaz Córdova: “Desde la perspectiva teórica, el posmodernismo está dejando de ser la hegemonía, aunque todavía no hay alguna corriente que se pueda consolidar”. Díaz Córdova se dedica desde hace 20 años a la antropología alimentaria, especialidad en la que se enfocó luego de su tesis sobre modelos de simulación aplicados a antropología económica y a metodología.
Desde sus comienzos, la disciplina estuvo interesada en las cuestiones alimentarias, dice, “no sólo por la importancia que tiene para la salud (la necesidad de comer), sino porque la comida define identidades culturales; la antropología estudia a la alimentación como un Hecho Social Total (ahí están los ejemplos de Durkheim y Mauss) es decir, como un fenómeno del cual la sociedad no puede prescindir y para el cual se crean instituciones sociales”. A su vez la alimentación tiene la ventaja de su complejidad, del hecho de que “puede ser estudiada desde el aspecto químico hasta el aspecto emocional, siempre desde la perspectiva de las relaciones sociales que la constituyen”.
Actualmente, Díaz Cordova trabaja en un proyecto de investigación sobre inseguridad alimentaria e inseguridad hídrica, y en otro proyecto en el que desarrollan herramientas informáticas para las ciencias de la nutrición. “En general –dice- uso métodos cuantitativos (estadísticas), cualitativos (etnografía) y heterodoxos (redes sociales, modelos basados en agentes, IA, etc.). La población de estudio es la población del AMBA; hace poco estuve en Canadá relevando datos sobre consumo de ultraprocesados en la provincia de Labrador”.
Complejizar la mirada de la política pública
Hay un área en franco crecimiento que es la antropología de las políticas públicas. Dentro de ese gran campo, Samanta Guiñazú, se dedicó a la antropología de las políticas públicas participativas, interculturales e interseccionales, según explica, “para pensar las maneras en las que las políticas pueden pensarse de manera más situada, local, concreta, vinculada a los territorios y trayectorias de personas específicas”.
Lo que la mirada disciplinaria de la antropología tiene para aportar es esta cuestión, dice, es recuperar la voz de los actores. “Es decir, no tomar como personas expertas con conocimiento para definir políticas solamente aquellos que son funcionarios o funcionarias de determinadas instituciones del Estado, sino recuperar lo que las personas que son entendidas como destinatarias de iniciativas estatales, también sienten, piensan, como operan en estos procesos de política pública”. Guiñazú dice que en el área de las políticas públicas hay “compartimentos medianamente estancos, atendemos a adultos mayores, niños, adolescencias, cuestiones de género, etcétera” y la intención es pensar “como las cuestiones se cruzan, se entrecruzan, confluyen en la trayectoria de las personas, complejizar esa mirada para pensar abordajes integrales también, más transversales, particularmente también es esta idea de participación en sentido amplio”.
En esta línea, Guiñazú trabaja en dos proyectos, en la ciudad de Bariloche donde reside. Por un lado, desde el año 2015, esa ciudad rionegrina aprobó una ordenanza que la declara municipio intercultural, y ella trabaja en la adecuación de su funcionamiento y la capacitación de su personal para incorporar esta mirada intercultural a su forma de operar cotidiana. “Por un lado, tiene que implicar el vínculo, sobre todo, entre Estado municipal y Pueblo Mapuche en el ámbito local, pero a su vez es una idea de interculturalidad en sentido amplio, que no solo abarca la relación entre municipio y Pueblo Mapuche, sino que implica a la sociedad en general, justamente entendiendo que esa idea de interculturalidad no corresponde solo a un otro que creemos diferente, sino que nos interpela a todos como sociedad”.
El segundo proyecto tiene que ver con personas en situación de calle desde la creación de un espacio participativo, no institucionalizado, que trabaja con las personas que han estado o están en situación de calle y con dispositivos estatales que participan de este espacio para también revisar los modos de atención actual que existen y para motorizar acciones”.
Poblaciones rurales y vida cotidiana
Quizás el quehacer profesional de Jorge Cladera es, en esta pequeña recorrida, lo que más se parece a la idea popularizada de Antropología. Como técnico extensionista trabajó en localidades y comunidades rurales, de la región andina de Catamarca, Salta y Jujuy en programas de promoción y fortalecimiento de las producciones ganadera agrícola, en mejoramiento de viviendas rurales, instalaciones de captura, conducción y distribución de agua de riego y consumo humano, en programas de microcrédito, entre otras acciones destinadas a mejorar la vida rural.
“Estas instancias me permitieron –dice Cladera a C5N- poner en reflexión y debate muchas preguntas: cómo se relacionan las expectativas y objetivos de esos programas de intervención con las expectativas que el público destinatario – las comunidades rurales campesino-indígenas – deposita en estas intervenciones; cómo se construyen y continúan en el tiempo las instancias de interfaz, los espacios de contacto entre poblaciones destinatarias y equipos técnicos, para la ejecución de programas, para la gestión de recursos económicos y para su motorización a escala local, y cómo estas instancias participan de las tramas de la vida cotidiana de las poblaciones rurales dispersas en la Argentina actual”.
La especificidad de la perspectiva antropológica que según Cladera le resultó valiosa, ”consiste en lo que el antropólogo brasileño Gustavo Lins Ribeiro llamó “descotidianizar”: el ejercicio de analizar como si fueran fenómenos exóticos, extraños, aquellas tramas de relaciones y significados sociales que habitamos cotidianamente, que hacen a nuestra vida diaria”. En los ejercicios analíticos de descotidianización, se toma consciencia de muchos mecanismos inconscientes de construcción social y de asignación de significados a las cosas, dice.
“Tomar consciencia de cómo algunas cosas se nos vuelven obvias, “naturales”, invisibles, nos permite tomarlas como construcciones sociales que por lo tanto pueden ser diferentes a como las hacemos todos los días” Y agrega Cladera que esto “permite abrir el horizonte de la imaginación social: algo que por estos días de pesimismo social constituye una demanda colectiva urgente”.
Trabajo y antropología
La crisis del 2001 y el surgimiento de los movimientos sociales supuso también una importante alteración de las disciplinas sociales. “Me defino más como un investigador social que desde cualquiera de las ramas de las ciencias sociales en particular”, dice Andrés Ruggeri, que desde el 2002 dirige el programa Facultad Abierta de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Su llegada a este tema no parte de un camino tradicional de investigación sino que estuvo fuertemente impactado por la emergencia en ese contexto de las recuperaciones de empresas por parte de los trabajadores. “La pregunta que me hice al empezar con el tema de las empresas recuperadas era cual era el aporte que desde mi formación podía hacer, y allí surgió la necesidad de relevar y producir información sobre el proceso que además sirviera para interpretarlo y producir un conocimiento socialmente relevante”.
En ese sentido, Ruggeri sostiene que “la escuela marxista de la antropología económica, con autores como Maurice Godelier y Claude Meillassoux, son fundamentales para poder abordar los temas del trabajo desde la antropología, y, por citar a autores de mi generación, Gastón Gordillo o Sebastián Carenzo también produjeron importantes aportes en esa misma línea, pero, en general, es la ciencia social inspirada en el marxismo el marco conceptual más consistente para la investigación”, dice.
A partir de ahí se fue construyendo todo un trabajo que parte de la extensión, pero que es también de investigación y de elaboración teórica. “Creo que la antropología es un enfoque más dentro de las varias disciplinas de la investigación social, que ha construido a lo largo de una trayectoria ya extensa”.
Hacia adelante
“En los últimos años, -dice Samanta Guiñazú- se ha demostrado que podemos trabajar con muchísimas problemáticas, que la cuestión vinculada a pueblos indígenas es una, pero no es la única, porque justamente esta mirada que busca recuperar la perspectiva de actores diversos, mirar esa diversidad de formas de pensar, de hacer, es de utilidad para distintos problemas sociales“.
Planteado el panorama de la enorme diversidad de cuestiones abordadas por la antropología contemporánea, surge las dificultades de la disciplina en la actual coyuntura y la necesidad de imaginar el escenario futuro. “En general veo a la disciplina muy encorsetada en estas definiciones tradicionales. -dice Ruggeri-. La imagen social de la antropología, en tanto, va más por el desconocimiento y el solapamiento con la arqueología o una diversidad de temas que exceden ampliamente lo que estudia la antropología. En parte, es responsabilidad de la propia antropología darse a conocer de una manera más accesible a un público amplio, salir del nicho cómodo de la academia”,
Como si no hubiera suficientes desafíos para las ciencias sociales, el contexto actual de desprestigio que sufre la comunidad científica le agrega sinsabores.
Jorge Cladera dice: “En este momento la ciencia social en Argentina está siendo terriblemente atacada y desprestigiada, pero ese ataque se da en el marco de un contexto más amplio de exaltación de la crueldad y el individualismo”, pero, según él mismo reflexiona, es mucho lo que tiene la disciplina para aportar precisamente en este contexto: “La comprensión de las condiciones de posibilidad que dieron lugar a este escenario, y las direcciones posibles a las que este escenario se proyecta, son temas de interés analítico, no sólo porque nos preocupa poder actuar en el presente para crear escenarios futuros deseables, sino además porque las instancias de crisis de los consensos éticos colectivos – como lo que vemos en estos tiempos – constituyen los momentos en los que se configuran los pilares de los futuros consensos éticos”.
Los ataques violentos que buscan desacreditar la tarea científica para justificar el recorte de gastos son moneda corriente. Diego Diaz Cordova reflexiona: “En las redes se observa un ataque a todo lo que sea académico o universitario, de hecho hay un crecimiento del fervor religioso y de creencias en cuestiones metafísicas como la astrología, el tarot, etc. que marcan también una percepción, en el sentido de pensar hasta que punto la estructura universitaria está adaptada al Siiglo XXI».
Y agrega: «Desde mi perspectiva la clave está, por un lado en volver a las fuentes, volver a leer las etnografías clásicas, estudiar como aquellos antropólogos resolvían tanto los problemas teóricos como los metodológicos; al mismo tiempo creo que la antropología debería darse a conocer más, no sólo en sus hallazgos sino como medio para darle voz (y que la sociedad pueda aprender) de las experiencias tanto de grupos etnográficos como de grupos minoritarios que existen en nuestra sociedad”.