El descubrimiento fue transmitido en vivo por paleontólogos argentinos y podría convertirse en un hito de la ciencia sudamericana.
El pasado 7 de octubre, un equipo de paleontólogos del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN) protagonizó un momento histórico en plena Patagonia argentina. Durante una transmisión en vivo desde el norte de Río Negro, levantaron de la arena un huevo de dinosaurio casi intacto, conservado durante más de 70 millones de años.
La escena fue registrada por la cuenta oficial del laboratorio @paleocueva.lacev y desató una ola de asombro mundial. “¿Esto es fósil, chabón?”, exclamó el paleontólogo Federico Agnolín, visiblemente emocionado.
Una cápsula del tiempo prehistórica
El huevo apareció a pocos centímetros de la superficie, rodeado de fragmentos de otras nidadas, huesos y fósiles de pequeños reptiles y mamíferos. Según los primeros análisis, podría pertenecer al género Bonapartenykus, un pequeño dinosaurio terópodo carnívoro descrito en 2012.
El hallazgo forma parte de la Expedición Cretácica I, respaldada por CONICET, la Fundación Azara, la National Geographic Society y el gobierno provincial de Río Negro. Si los estudios de microtomografía y escaneo 3D confirman la presencia de un embrión, estaríamos ante uno de los descubrimientos más excepcionales de la paleontología sudamericana.
Una ventana al ecosistema del Cretácico
Hace 70 millones de años, el norte de Río Negro era un paisaje de lagunas y bosques, habitado por dinosaurios, aves primitivas y pequeños mamíferos. El huevo hallado ofrece una ventana directa a ese ecosistema y podría aportar información inédita sobre las estrategias de anidación y reproducción de los dinosaurios del hemisferio sur.
La región ya ha sido escenario de hallazgos notables, como los embriones de titanosaurios encontrados en Auca Mahuevo (Neuquén) en los años noventa, algunos con impresiones de piel fosilizada. Décadas después, otro estudio del CONICET describió el primer cráneo tridimensional de un embrión de titanosaurio, publicado en Current Biology, según ElDiario.es.
Más allá de su valor científico, el descubrimiento representa una nueva forma de divulgación: una ciencia que se comparte en tiempo real, que emociona y que invita al público a ser parte del conocimiento. “La ciencia también puede emocionarse, y eso no la hace menos rigurosa”, resumió Agnolín.