Los insultos suelen provocar insultos aún más gruesos y las amenazas, desencadenar amenazas aún mayores. Después de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, mencionara la posibilidad de “destruir totalmente” Corea del Norte, y se refiriera al líder de ese país como “el hombre cohete” en su discurso ante la Asamblea General de la ONU, Kim Jong-un ha replicado, finalmente, con una declaración al menos tan ofensiva e igualmente inquietante: “Con seguridad voy a domar con fuego al desequilibrado y viejo chocho americano”.
La primera respuesta del líder supremo al agresivo estreno de Trump en la ONU, que por primera vez amenazó con aniquilar a otro Estado en lo que se supone que debe ser un oasis de diálogo internacional, ha llegado apenas unas horas después de que el presidente estadounidense anunciara nuevas sanciones unilaterales contra el régimen norcoreano. En concreto, contra “personas y sociedades que financian y facilitan los intercambios con Corea del Norte” en sectores como el textil, la energía o la construcción.
Kim ha dejado claro que no le ha hecho ninguna gracia que el inquilino de la Casa Blanca le pusiera entre la espada y la pared. Ni que le perdiera el respeto en una intervención en la que se encontraban presentes los líderes de todo el mundo.
“Haré que el hombre que tiene la prerrogativa del mando supremo en Estados Unidos pague muy caro su discurso en el que pide la destrucción total de la República Democrática Popular de Corea”, sostiene el heredero de la dinastía Kim. “Ahora que Trump ha negado la existencia e insultado tanto a mí como a mi país frente a los ojos del mundo, y hecho la declaración de guerra más feroz en la historia, que destruirá [Corea del Norte], consideraremos seriamente la puesta en marcha de una contramedida correspondiente, del mayor nivel de dureza”.
El lenguaje incendiario y belicoso de Corea del Norte es ya una tradición. Los insultos a Estados Unidos y su presidente, sea quien sea, también. Pero suelen ser declaraciones atribuidas a entidades, no a una persona en particular y mucho menos al líder. En este caso, Kim Jong-un ha querido emplear la primera persona, para dejar constancia de su furia ante las palabras de Trump y de la seriedad detrás de sus amenazas de respuesta.
“No se trata de una de las expresiones retóricas que le encantan a Trump”, subraya el líder supremo. “Me planteo qué respuesta podía haber esperado cuando permitió que unas palabras tan excéntricas salieran de su boca. Fuera lo que fuese, tendrá que afrontar resultados más allá de sus expectativas”.
Tensión en niveles insólitos
Acerca de cuál pueda ser esta respuesta, su ministro de Exteriores ha avanzado una posibilidad poco tranquilizadora, según la agencia surcoreana Yonhap. Si el mes pasado Pyongyang amenazaba con lanzar un cohete hacia la isla estadounidense de Guam, en el Pacífico, ahora Ri Yong-ho, en Nueva York para participar en la Asamblea General de la ONU este sábado, ha declarado a medios del sur que su país podría probar una bomba de hidrógeno en el Pacífico. Una medida que podría llevar la crisis más allá de cualquier posibilidad de diálogo, cuando la tensión ya se encuentra en niveles insólitos tras la imposición de dos rondas de sanciones en lo que va de año, numerosas pruebas de misiles norcoreanos y el sexto ensayo nuclear de este país a comienzos de este mes.
Un diálogo que, como ha dejado claro Kim en su discurso, está al menos de momento fuera de la mesa. El gran argumento de Corea del Norte ante sus ciudadanos para promover el programa de armamento nuclear -un coste que el país podría dedicar a otros sectores muy necesitados- es la necesidad de defenderse frente a unos Estados Unidos siempre a punto de atacar y destruir el país. Y las palabras de Trump han venido a apuntalar esa tesis.
“[Las declaraciones del presidente de EE UU] me han convencido, en lugar de asustarme o detenerme, de que el camino que he elegido es el correcto y que es el que tendré que seguir hasta el final”, sostiene Kim Jong-un.