Elizabeth Carballo, Sebastián Álvarez y su hijo Neyén hace dos años recorren Latinoamérica. Con el lema “Utopías de un viaje”, intentan unir Ushuaia con Alaska.
Los viajeros unen los extremos opuestos del planeta. Solos o en familia, atraviesan países para que cada día sea especialmente único. Aprenden, se deslumbran como niños, conocen lugares y hacen amigos nuevos. Elizabeth Carballo tiene 27 años y con su compañero Sebastián Álvarez de 28 y su hijo Neyén de 3 un día se preguntaron “¿por qué no?” y salieron desde La Plata al mundo a vivir en tránsito y libertad.
Ella es acompañante terapéutica de Mercedes, él cocinero de La Plata, pero ya no ejercen sus profesiones, ni tienen domicilio fijo. Hace casi dos años están en viaje y piensan viajar, dos años más. En una Mitsubishi L300 modelo 1996 llamada Curumín van hacia el note. La camioneta blanca reza “Usuahia-Alaska. Utopías de un viaje” y así aparecen en Facebook e Instagram donde publican sus historias.
Elizabeth se encuentra en Manta, Ecuador, cuando por teléfono cuenta sus experiencias. Está junto a Neyén y por momento la voz del pequeño se mete en los audios para preguntar algo. Ella interrumpe y retoma con entusiasmo el relato. Cuenta que el 4 de febrero de 2018 salieron de La Plata, primero hacia el sur, por la Ruta 40, para llegar a Ushuaia. De ahí comenzaron a subir. Pasaron a Chile, Bolivia, Perú, Ecuador y piensan llegar hasta Alaska.
La previa la vivieron de a dos, cuando se fueron mochileros a Perú. En esa experiencia, como en otros viajes que venían haciendo, sintieron que viajar los hacía libres, le permitía conocer lugares, culturas y podían decidir sobre sus vidas y horarios.
“Después de unas vacaciones de 15 días en Perú, pensamos que definitivamente no queríamos pasar la vida dentro de una oficina anhelando el momento en que llegaran las vacaciones. Lo primero que pensamos fue en Ney. Lo tenía que disfrutar también”, dice Eli y jura que si eso no pasaba se volverían de inmediato.
Pero para Ney vivir así es toda una aventura. Cuando se suben a la camioneta, se pone el cinturón y dice “¿adónde vamos?”. Incluso, según cuenta su mamá, Curumín es más que una simple camioneta para él. “Muchas veces nos invitaron a casas a dormir y él llora que quiere volver a la camioneta a la que nombra como ‘mi casita’. Se cría en total libertad”, dice Eli.
La palabra libertad vuelve en cada tramo del relato. En el camino se cruzan con aprendizajes, valores y un sentido más amplio de la amistad. “En La Plata conocíamos los mismos lugares, nos movíamos en entornos reducidos. Pero el viaje nos lleva a confiar todo el tiempo en nosotros mismo, en nuestras capacidades y también en desconocidos que se convierten en grandes amigos”, dice, así lo informó Río Negro.
Hay una comunidad enorme de viajeros con la que nos cruzamos y nos acompañamos. Se generan vínculos, hermandad”.
Elizabeth Carballo , viajera, 27 años.
Para solventar gastos, cuando llegan a un nuevo pueblo, ella pone su puesto de venta de cosas que hace con macramé y ofrece sus cuadernos artesanales. Él vende pochoclos o garrapiñadas.
No todo es improvisación, tienen la ayuda de virtual o personal de cientos de viajeros.
“Overlander, es un sitio que nos es de mucha ayuda, porque ahí, otros viajantes recomiendan lugares para dormir, dónde se puede estacionar la camioneta, cargar gasoil o conseguir agua potable”, relata Elizabeth.
No solo se cruzan en las redes con personas, también lo hacen en las rutas con otros viajeros como ellos que van de mochileros, en bicicleta o en motos. Por ejemplo, en Punta Arenas, al sur de Chile, estuvieron en la casa de una familia que recibe a viajeros de todo el mundo y ahí se dio una reunión increíble.
“Nos pasó que se nos rompa la camio y siempre pasa algo mágico. O ese día vendemos re bien o aparece alguien de la nada a darnos una mano”.
Eizabeth recuerda el día que en Córdoba se les rompió el árbol de levas.
Ella, minutos antes, le había enseñado a un nene como hacer cosas con macramé. Mientras buscaban como resolverlo, el papá de ese nene se acercó a preguntar dónde comprar hilos y cuando vio lo que les pasaba, fue a buscar a un amigo mecánico y les ayudo a arreglarla.
No todo es perfecto aunque se asimila. Por eso, algunos desafíos se meten en el camino. Uno de ellos es la adaptación a los lugares. “Es el mismo idioma pero las cosas se nombran distinto, las comidas son otras. También en días de cumpleaños o reuniones familiares es difícil, nos gustaría teletransportarnos”, dice ella.
Por otra parte, como en todos lados pueden robar y eso les pasó con el panel solar. “Desapareció de arriba de nuestro techo y era muy importante para nosotros, porque con eso alimentábamos la heladera y nos iluminábamos. Ahora trabajando a full para comprar otro”, cuenta sin perder la alegría en la voz.
Hasta acá, miles de lugares los impactaron y cientos de personas los ayudaron. “Mucha gente linda que nos cruzamos en el camino”, dice Eli e invita a seguirlos en sus redes y a viajar con ellos.
Viajeros del mundo
+ Overlanding Proviene de la palabra inglesa “por tierra”.
+ La máxima: Lo importante es viajar y no el destino.
+ No ha un modo: Se puede realizar solo, en pareja o en grupo; en camionetas, pero también de mochilero, en bicicleta o en moto.