Corría el año 2012 y Cristian Bruno (33) era el joven indicado en el lugar correcto: Singapur. La imponente ciudad-estado oriental donde convergen las nuevas tecnologías y sus emprendedores de todo el planeta.
Acababa de invitarle una cerveza en un bar a un ejecutivo norteamericano que huía de un tórrido romance en Japón con la hija de un descendiente de samurais. El gesto fue apreciado por el hombre de negocios. “Gracias, pero te la pago a la vuelta de Estados Unidos con Bitcoins, es algo que te va a interesar”, le advirtió. Bruno era lo que en la jerga se conoce como un geek.
Un cerebro de la informática con visiones eclécticas y originales de negocios. Llevaba poco más de un año en Oriente programando para un proyecto de códigos comerciales -un antecesor del QR- que lo había llevado a mudarse desde Buenos Aires. El y sus socios no habían reunido capital suficiente y estaba por volver.
Días después recibió la transferencia prometida de los 5 dólares gastados en una cerveza convertidos a Bitcoins. “Sí, la idea me gustó aunque no entendía de qué se trataba exactamente”, confiesa hoy Bruno, mejor conocido como Nubis, sentado en las amplias y minimalistas oficinas de su empresa Bitex en el Bajo porteño.
Entre 2011 y el 2012 el Bitcoin fluctuaba entre los 2 y los 7 dólares la unidad. En diciembre de 2017 alcanzó su máximo histórico de 19.900 dólares. Por estos días ronda los 10.000. Las proyecciones lo ubican en un futuro en los 100.000.
Hagan sus cuentas y entenderán por qué invitar esa cerveza le cambió a Bruno la vida para siempre. “Fue algo que salió bien”, reflexiona el ejecutivo despojado de ironía. Reconocido en el ambiente como un genio informático, el joven lidera una de las principales firmas en compra-venta de Bitcoin en la Argentina.
En los últimos diez años, Nubis ha participado o presenciado muy de cerca los más interesantes proyectos digitales de su tiempo. Conoció en Singapur, por ejemplo, a los programadores de una aplicación similar a Snapchat, pero pensada para simular el uso de maquillaje. También escribió código para una aplicación de citas que segmentaba en grupos sociales. Y tantas otras.
La historia de las criptomonedas es un rompecabezas. En 2009 un misterioso genio de la programación, Satoshi Nakamoto, publicó un “paper” en un foro especializado donde proponía utilizar la criptografía para construir una flamante moneda mundial que no fuera controlada por ningún país, empresa o institución. Libre, segura y transparente.
¿Cómo se podía lograr algo semejante? Creando unidades digitales cuyas transacciones conforman un árbol genealógico protegido por complejísimos cifrados de acceso. Estos movimientos quedarán registrados en una cadena de información contable (como un libro abierto) e inmodificable que es “confirmada”, “chequeada” y “aprobada” por todos sus usuarios. Es decir, el blockchain.
«Anunciando el primer lanzamiento de Bitcoin, un nuevo sistema de efectivo electrónico que usa una red entre pares para evitar el doble gasto. Es completamente descentralizado sin servidor ni autoridad central», habría escrito Satoshi en SourceForge una web de intercambio de software.
El 22 de mayo de 2010 el programador Laszlo Hanyecz pagó 2 pizzas con 10 mil bitcoins cuando cotizaba 0,003 dólar. Después estalló el boom. Desde entonces cientos de monedas, como Litecoin, Ethereum, DAI, entre otras, han aparecido en el mercado y tratan de seducir a los compradores.
Pero de lo que se sabe bastante menos es acerca de la generación de empresarios, impulsores y apóstoles de las criptomonedas cultores tanto de las ciencias empresariales como de una nueva filosofía de la existencia. Figuras que parecen el resultado de un collage entre Diógenes y Bill Gates.
En la Argentina este grupo ha ido creciendo aceleradamente. Todavía no figuran en las tapas de las revistas del mundo del espectáculo, pero son lumbreras en las sombras, millonarios y excéntricos; fanáticos y monacales.
El negocio de las criptomonedas mueven más de 300.000 millones de dólares anuales. Es difícil establecer cuáles serán sus cifras en los próximos años. Pero, más allá de la especulación, el concepto de moneda sin fronteras y su plataforma de blockchain han sentado las bases del futuro, opinan sus cultores.
En el conjunto generacional que compone Bruno hay millonarios, pero sus integrantes no se consideran a sí mismos como estrictos “hombres de negocios”. Abundan los entusiastas que no ganan demasiado, curiosos, comerciantes, fanáticos y hasta impulsores sin fines de lucro. No visten como los ejecutivos tradicionales y proliferan las remeras, las zapatillas de cordones sueltos y un insólito desinterés por los bienes suntuosos. Los símbolos de estatus en esta troupe no están bien vistos.
“Yo me considero una especie de apóstol del Bitcoin, para mí no es un negocio sino la posibilidad de hacer un mundo mejor, más justo. Cuando comprendí la oportunidad que nos ofrecía este sistema, fue como una revelación”, le dice a Clarín Rodolfo Andragnes, fundador de la ONG Bitcoin Argentina. Andragnes y sus apóstoles no se han quedado en las palabras.
Desde hace más de un año los miembros de la ONG recorren pequeñas localidades de la Argentina en la Bitcoineta, una combi de 14 asientos en la cual ofrecen charlas sobre el Bitcoin y el blockchain. “Tratamos de saltarnos la ciudad para llegar a los pueblos, no vamos a venderles nada sino a mostrarles lo que se puede hacer con esta tecnología. Lo primero es que la gente comprenda un poco de qué se trata una moneda descentralizada y una tecnología que pueden hacer más transparente al mundo. Hablamos de una sociedad que puede recuperar la idea de confianza”, agrega.
Andragnes reconoce que gasta 50.000 dólares al año en mantener funcionando esta parte del proyecto y que no recibe beneficios monetarios. Entre 2018 y el 2019 la Bitcoineta hizo más de 30.000 kilómetros.
Tampoco está mal hablar del pasado “remoto”. Otros tiempos. Andragnes recuerda una anécdota de 2012 cuando tenía un instituto en el Bajo porteño dedicado a cursos de tecnología. Uno de sus inscriptos ofreció pagarle en Bitcoins. Fueron 17 Bitcoins por los servicios. Unos 170.000 dólares de ahora. “Y… hay millonarios en esta historia y no te darías ni cuenta”, remata.
El podría ser uno y no lo deja caer sobre la mesa. En el día a día, cuenta, funciona sin descansos entre sus nuevos emprendimientos, charlas y entrevistas. Una agenda full time para este hombre de remera, gorro y verbo inflamado. Sí, podría ser.
“Mucha gente se hizo rica sólo por descubrir esto, porque la existencia del Bitcoin se anunció sin pedir permiso y a mucha gente sin importar cuánto dinero tenían antes. Eso rompió una cadena donde los nuevos servicios de dinero eran pensados y lanzados por los dueños del sistema anterior”, dice Bruno.
“El Bitcoin armó revuelo entre el establishment de viejos ricos que también entraron en relación con gente como yo y se desmarcaron de lo tradicional”, agrega.
Ariel Sbdar (28) es jefe de Equities en el Bind Inversiones. (Juan Manuel Foglia) “La gente que se subió a último momento a la ola alcista del Bitcoin ya no está aquí. Los especuladores que llegan tarde no están. Hay un escenario distinto. Yo trato el Bitcoin como un activo más. No tengo esa creencia religiosa, pero sí es cierto que representa la rebeldía de una generación”, explica Ariel Sbdar (28), jefe de Equities en el Bind Inversiones.
Con formación en la Universidad Di Tella y posgrado en finanzas en París, explica que, tomando en cuenta las oscilaciones, la mayoría de los compradores no se “refugia” en las criptomonedas ante la crisis y que en la Argentina aun se mantienen los vínculos tradicionales con el dinero. “La gente tiene 5.000 dólares en el banco, se asusta y los saca para meterlos en el colchón, quieren sentir que el dinero está”, detalla.
“Argentina todavía está lejos de la digitalización del dinero. Por ahora, lo más común es el QR, pero debemos avanzar hacia otras posibilidades que aceleren los procesos de pago, inversión, y esa es una de mis metas. Bitcoin va a hacer lo que el WhatsApp le hizo al correo. El Sol no se puede tapar con las manos: la gente quiere cosas simples y baratas, sino te cambia. O cambias o morís. Así es la evolución del mundo desde el Big Bang”, recalca el chico de apenas 28 años que administra un fondo de 10 millones de dólares.
Nadia Alvarez es desarrolladora de negocios y apasionada por las criptomonedas. (Juan Manuel Foglia) “Si le dedicas dos horas por día durante una semana a estudiar el tema de criptomonedas y blockchain ya está, vas entender bastante bien todo”, asegura Nadia Alvarez, desarrolladora de negocios para MakerDao. Esta empresa lanzó en 2017 DAI, una moneda digital atada al dólar. En el mundo hay 100 millones de DAIs «acuñados».
“Ahora sabemos que es posible tener un grado de transparencia que no existía hasta hoy. Gracias al blockchain podemos tener un registro y seguir el curso de un gasto, por ejemplo. Los gobiernos podrían ser mucho más transparentes con esta tecnología y la gente podría saber en qué se gastan sus impuestos”, señala Alvarez. “Uno no está aquí sólo por un trabajo sino por lo que son las cripto en sí. Uno quiere trabajar en algo que lo apasiona, yo me despierto el lunes y tengo esa suerte de decir ‘Qué bueno». No me había pasado en otros emprendimientos”, sigue.
Alvarez observa que las empresas tradicionales van atrás de lo que ocurre con el blockchain. “Sus tiempos son en años y las tecnologías en cripto avanzan en días. Es la sociedad la que va a terminar pidiendo el cambio. Somos una comunidad abierta y muy generosa con la información”, asegura esta ingeniera que ha pasado por Oracle e IBM. De paso cuenta que no tiene oficina ni horarios. Trabaja en un coworking cerca del Malba y está online “24 horas al día”. «No creo en los símbolos de estatus, solo quiero hacer una sociedad mejor», remata.
Se estima que anualmente las criptomonedas mueven alrededor de 330.000 millones de dólares. En lo que refiere al Bitcoin su valor se encuentra por debajo de los 10.000 pero hay voces, como la del excéntrico empresario John McAfee, que lo ubican para finales del 2020 a 1 millón el Bitcoin. Otras estimaciones hablan de un crecimiento más pausado y le auguran cifras que van desde los 8.000 a los 500.000 dólares, pasando por los 100.000 en la siguiente década o incluso antes.
El mercado está multipoblado de criptomonedas y cada una espera acrecentar su valor en los años por venir. ¿Hay ya futuros Bitcoins en el horizonte? Esa es una de las preguntas que mueve a muchos de los compradores del sector.
En la práctica los Bitcoins son limitados. En 2140 se terminará de emitir la cifra total imaginada por su creador Satoshi Nakamoto de 21 millones de Bitcoins. ¿Cómo se generan? Básicamente mediante la solución de complejos problemas matemáticos que encaran fanáticos de todo el planeta diariamente. A medida que avanza la “producción” internacional los problemas se van volviendo más y más complicados y requieren de una maquinaria más avanzada y costosa. Los llamados “mineros” reciben por su trabajo Bitcoins y comisiones. La ecuación económica a resolver para ellos es que el acto de “minar”, el cual requiere el consumo de mucha energía eléctrica por parte de los equipos, no resulte más caro que el producto obtenido.
Los especialistas en el rubro aseguran que “esto recién comienza”. En la web se pueden encontrar numerosos medios dedicados a las alternativas cotidianas de las criptomonedas. En los últimos diez años se han creado más de 1.300 y sus actores y profetas se multiplican también.
De manera cotidiana aparecen en estos magazines digitales recomendaciones acerca de cuáles son las “cripto” del momento y sus proyecciones. Una de las tantas webs aconseja, por ejemplo, apostar por Ethereum, Ripple, Stellar, IOTA, Litecoin, entre otras. Por ahora, la palabra apuesta define el escenario. No pocos sueñan con invertir unos pocos dólares hoy para recibir en algún momento millones de veces esa cantidad.