La Escuela 60 del paraje Ranquil Huao debería estar cerrada. Es periodo de vacaciones de invierno por las características del calendario rural escolar que para en julio y agosto, y además las clases están suspendidas por el coronavirus, pandemia que afecta al país desde marzo.
Sin embargo, esta vez la escuela está abierta y por una razón más que importante: en la dirección está el único teléfono fijo que por estos días permite comunicarse a los habitantes de ese paraje.
Teresa Raylef es la directora del establecimiento, y cuando se enteró de la difícil situación que atravesaban los vecinos de Cushamen y sus alrededores, producto del temporal de nieve que afecta a la zona, decidió abrir la escuela y ayudar a los “vecinos del sector”, gente que vive a 2 y hasta 20 kilómetros del pequeño establecimiento educativo rural.
“La mayoría de las personas están incomunicadas acá”, cuenta Teresa a ADNSUR. “Entonces la gente viene a la escuela para poder comunicarse con su familia o su familia llama antes y uno registra el comunicado que ellos dejan”, detalla.
CONTENER Y EDUCAR
Por estos días Teresa no es maestra sino una especie de contención a los pobladores y una suerte de mensajera rural, el servicio que brindan las AM desde hace varias décadas y que es esencial para el poblador de campo.
A través de ese espacio, las familias y patrones comunican las novedades: desde la llegada de una yegua, la necesidad de abrir la tranquera, un saludo de feliz cumpleaños y también otro tipo de mensajes mucho más duros o felices. La llegada de un recién nacido o la necesidad urgente de contactarse con el médico que lo atendió.
Así es la vida en el campo de Chubut en pleno Siglo XXI, y en esta última semana se exteriorizó con toda su dureza. El metro de nieve que afectó a la zona de Cushamen dejó aisladas a familias completas y decenas de animales muertos.
En forma voluntaria, Teresa el último lunes pidió que la lleven a la escuela. Ella vive en El Maitén y quiso abrir el establecimiento para que sea un espacio de contención. Desde la Municipalidad salió en un camión de Defensa Civil que iba a dejar víveres a la zona y pudo llegar a destino.
UNA ESCUELA CON FUNCIÓN SOCIAL
En el paraje, la Escuela es el nexo de los pobladores con la vida institucional de la provincia. Allí no hay comisaría, municipalidad, ni muchos menos salita de primeros auxilios, solo el pequeño establecimiento donde este año asisten 14 chicos que viven en la zona.
El establecimiento está ubicado a 30 kilómetros de Cushamen y 70 de El Maitén y concentra a los pobladores de cuatro parajes de los 17 que tiene el sector: Tropezón, Cordillera, Ranquil Hua y Blancura.
Es que la Escuela 60 es de jornada completa, intercultural bilingüe, y revaloriza la cultura mapuche, aquella a la que pertenecen todos sus alumnos, quienes a diario llegan en una camioneta contratada por el Ministerio de Educación de Chubut.
Hace un año, a través de una suplencia Teresa asumió como directora y todos los lunes viaja para cumplir con su servicio. Por la pandemia y el aislamiento, este año fue atípico y los viajes se prolongaron cada 15 días para entregar las actividades que preparan los profesores, los cuadernillos de Nación y el bolsón de víveres que reemplaza el servicio de comedor escolar.
Por estos días su función principal es la contención, algo que la enorgullece. “Estoy días he estado recibiendo a muchísimos vecinos que pueden bajar”, dice Teresa. “Aprovechan y vienen a buscar algunas donaciones: agua, ropa o comida. Vienen a caballo, abriéndose camino, paleando para que puedan avanzar”, detalla.
“Lo que afectó mucho fue que el año pasado estuvo la tucura que devastó los campos de esta zona y encontró a los animales flacos, y después el hecho de la pandemia y no poder salir a comprar todo lo que necesitaban para el invierno. Eso los complicó más porque laa gente estaba preparada pero no para tanta nieve, tanta altura”.
Teresa está preocupada. Asegura que de algunos vecinos aún no tienen novedades. La tranquiliza que ve volar el helicóptero de rescate y el trabajo de Gendarmería, Ejército y Defensa Civil. Asegura que no es fácil abrir camino en el campo. Las maquinas para poder avanzar un kilómetro trabajan cuatro horas.
Las distancias hacen todo más difícil. El vecino que vive más cerca de la escuela está a 2 kilómetros, y la nieve no ayuda. En estos momentos en la escuela hay 40 centímetros, pero en las zonas más altas de la precordillera supera el metro y medio. Así es imposible para los pobladores subir a las lomas para buscar señal de celular y se centran en las necesidades básicas.
La situación fue más crítica a lo que es ahora. A la nieve se sumó la falta de luz por un inconveniente eléctrico que se produjo en Cushamen, lo que sería una especie de capital del sector. Entonces, los vecinos se acercaban a la escuela a cargar sus aparatos para intentar comunicarse.
La mala noticia era que está vez no podían contar con señal de internet, algo que si sucede el resto del año.
Según contó Teresa hace dos meses la escuela tiene el motor del generador roto, “así que internet no tenemos. La única vía de comunicación es el teléfono. Tenés momentos en que anda muy bien y otros que no”.
Lo que dice Teresa me consta, comunicarse con la escuela no fue sencillo. El teléfono se cortaba, se quedaba sin tono y parecía que la línea estaba muerta. Luego arrancaba como si nada.
Por esa razón, el servicio del Mensajero Rural se convierte en la mejor forma de comunicación entre el campo y la ciudad. “Los vecinos saben la hora de Mensajes al poblador. Ellos están pendientes de los horarios, es la vía de comunicación que tienen. Si llegaron a destino, si tienen que enviar algo”, cuenta, asegurando que algunos mensajes se enviaron a las radios desde la escuelas.
El mejor ejemplo de su efectividad es la presencia de Romina en la dirección mientras ella habla con ADNSUR. La joven madre de 29 años escuchó en Radio Nacional Esquel que habían llegado donaciones y no dudó en recorrer los 2 kilómetros que separan su casa de la escuela para buscar algo de alimento y abrigo.
Para Teresa realizar este trabajo, en este contexto es un placer, por varios motivos. “Primero es devolver un poco lo que la comunidad le da a la escuela, porque la existe porque la comunidad la sigue defendiendo, pero también es importante porque la escuela además de brindar educación cumple una función social muy importante, es un punto de encuentro. Las comunidades hacen reuniones se hacen distintos eventos y se llevan adelante distintos proyectos”, explicó.
El tercer motivo es mucho más importante, básico y fundacional de lo que significa el sistema educativo para la Nación. Se trata de escolarizar, un fundamento básico de la vida.
“Ese es el fin. Acá la vida es totalmente diferente, primero que nada por la calidez de las personas, tienen otro vínculo con los docentes. Al ser pocos alumnos podés trabajar de manera más personalizada con los chicos pero también trabajás mucho a partir de los conocimientos previos que ellos poseen. Ellos tienen otros conocimientos que son distintos de los chicos de las ciudades. Tenés que aprovechar a aprender muchísimo con ellos. Ellos conocen todas las partes del cuerpo pero con los nombres de ellos, entonces tenés que trabajarlo con los nombres científicos, lo mismo las plantas, las conocen todas, o saben cuándo va a llover o las fases de la luna. Aprendés mucho con ellos a través del campo. Ellos saben cuándo se va a descomponer el tiempo porque observan los animales, los pájaros, el cielo. No tienen casi contaminación tecnológica: son chicos que juegan, que trabajan en el campo, que ayudan a los padres con la crianza de los animales, en la huerta. Es todo muy sano, y se trata de escolarizar, enseñarles y aprender de ellos mismos”, sentenció Teresa, esta maestra que decidió abrir la puerta de la escuela para comunicar a un paraje con el resto de la provincia.