El año del sesquicentenario de Rawson, con su conjunto de festejos e iniciativas alusivas, ha tenido también componentes novedosos que se aprecian en directo cuando el observador transita las calles de la ciudad. Distintos cruces o extensos paredones, caracterizados por la existencia de superficies vacías y sombrías, han comenzado a poblarse de trazos, colores y formas con temas propios y con una temática reconocible y propia, que han renovado el paisaje urbano y generado interés y diálogo con el entorno.
“Trabajar en la calle genera, inevitablemente, un intercambio de opiniones. Esta característica para mí es una devolución importante de una actividad al aire libre, diferente a otras propuestas más privadas en este tipo de disciplina”.
Bruno Berrettini (29), inspirador y realizador de estas imágenes, destaca el estímulo que representa ese diálogo callejero para una labor que describe como de embellecimiento urbano y que se ha sumado a otras iniciativas de muralismo, enriqueciendo un panorama artístico con varias décadas de presencia a partir de la irrupción de las obras de Esteban Ferreyra a fines de la década del ‘80.
Lápices y tableros
Por aquellos años nació Bruno en el seno de una familia “donde no había posibilidades de aburrirse. Mi viejo es maestro mayor de obras y en casa siempre hubo tableros, reglas, lápices para dibujar. Esta impronta de la bajada al papel siempre existió. Hoy en día es mi trabajo. Y estoy muy contento de volver a mi pueblo y tener esta actividad”, cuenta en un alto de la cuarta obra que lleva efectuada en Rawson a lo largo de 2015.
El artista estudió diseño gráfico en La Plata pero un día decidió empezar a viajar y no los concluyó. A su regreso a la ciudad protagonizó distintas intervenciones creativas hasta que pudo canalizar su vocación a través de un proyecto del Ministerio de Educación y el área de Planeamiento de la Provincia, entes que convinieron la realización de un conjunto de murales callejeros en el marco de la celebración del sesquicentenario de la colonización galesa y de la fundación de Rawson.
Primeros trabajos
“La primera pared que se planteó para avanzar con el proyecto fue ‘la espalda’ de la escuela N° 20, a lo largo de una cuadra de la calle Gregorio Mayo, e la continuidad de la Escuela Politécnica. No tengo recuerdos que haya estado pintada. Siempre fue gris y apagada. Lo primero que se planteó fue realizar un mural con los deportes más representativos de la ciudad. Se utilizaron referencias a los equipos de fútbol, tenis, ciclismo, rugby y el remo y realizamos un recorrido tratando de unificar todas esas disciplinas”.
Bruno Berrettini cuenta así su debut artístico en ese proyecto en el que ha tenido la colaboración de Ezequiel Domínguez de Trelew, con quien integra ‘Colectivo Capón’ y al que califica como “compañero de viaje y de pintura”.
“Después fuimos a la pared del obrador de Obras Públicas (Vacchina y Pueyrredón), con un recorrido del paisaje de Rawson y sus elementos más definidos”.
“Los molinos de viento es algo nuevo y reciente que despierta atención para alguien que llega de afuera o quien ha estado mucho tiempo en otro lugar”, explica al referirse a un itinerario visual que se extiende luego en ese paredón “hasta la desembocadura del río en el mar, con el pueblo visto desde arriba, la iglesia, el puente del poeta y la flota amarilla como elementos”.
El tercer trabajo se concretó en Diagonal 15 de septiembre y Belgrano, “cuando nos apuraban las fechas alusivas a la llegada de los colonos galeses y los festejos por los 150 años de Rawson. La premisa fue la comunión entre el originario y el colono”.
“Nuestro planteo fue una celebración de que el dragón esté encendiendo las velas de los 150 años, como testimonio de la llegada y contacto con el pueblo originario”, añade acerca de ese trabajo con predominio de los colores galeses.
Continuidad
El cuarto, en Moreno y Federicci, se encuentra en ejecución y apunta a “la flora genuina de la Patagonia, apostando a la naturaleza en general” y no significa el último del proyecto. “Seguimos trabajando. Hay más paredes. Estamos dando la vuelta permanente del perro para descubrir posibles lugares. Los temas van surgiendo y se van decidiendo en armonía”.
Hay un trabajo previo. “No es cuestión de cuestión de ir simplemente a pintar. Hay una etapa anterior de selección y arreglo de paredes, presentación y aprobación de un boceto, selección de colores y otros aspectos”.
Bruno Berrettini define a su propuesta como “arte urbano” y se entusiasma con la posibilidad de que otras personas se sumen a la vocación creadora y “después del trabajo realizado empiece a dar vuelta la rueda”.
“El muralismo tradicional posee conceptos propios y los traslada a la pintura a la hora de contar una historia. Difiere con lo mío que tiene otra carga”, explica acerca de su mirada renovadora de una actividad ya instalada en Rawson. Su evaluación lo lleva a rescatar el trabajo de Román Cura, también presente en la ciudad.
“Es un muralismo que cuenta y habla desde la pared con una forma de trabajar la imagen que es excelente a mí entender. Román es uno de los más respetables del lugar. Sus conceptos de trabajo, su soltura y su manejo entre colegas lo convierte en buen artista y buena persona”, afirma.