En los últimos años, las imágenes de botellas y bolsas acumuladas por las corrientes en medio de los océanos o las playas llenas de basura han llevado a campañas contra la cultura del todo desechable. Pero esta contaminación visible es solo la punta del iceberg.
Un equipo internacional de científicos se implicó en este tema, desplegando esfuerzos sin precedentes para dar con más desechos.
Entre 4 y 12 millones de toneladas de plástico terminan cada año en los océanos, pero los científicos estiman que solo se ven en la superficie 250.000 toneladas, y que el 99% de todo eso que ha sido lanzado al mar durante décadas está en un paradero desconocido.
Degradados por la erosión, el sol y la acción de las bacterias, la densidad de los plásticos cambia, se encuentran a merced de las corrientes y una vez que son arrastrados a las profundidades, se vuelven mucho más difíciles de rastrear.
«Es bastante difícil saber dónde están», dijo a la AFP Alethea Mountford, investigadora de la Universidad de Newcastle, en el Reino Unido. «Incluso el plástico en la superficie puede hundirse y luego volver a subir».
En lo que podría ser un verdadero avance, la investigadora usó un modelo computarizado de corrientes oceánicas sobre los plásticos de tres densidades diferentes, para ubicar los lugares donde se reagrupan los fragmentos después de que se hunden.
El modelo muestra acumulaciones de plásticos a varias profundidades en el Mediterráneo, en el Océano Índico y en las aguas del Sudeste asiático.
Los científicos estiman que una gran parte del plástico termina en el fondo del mar. Una estudio reciente permitió encontrar microplásticos en las entrañas de minicrustáceos que viven a casi 11 km de profundidad en la Fosa de las Marianas, la parte más profunda conocida de los océanos del mundo.
Todo vuelve a la orilla
Los cálculos de Alethea Mountford son preliminares, pero sus hallazgos podrían ayudar a identificar dónde realizar más investigaciones y así comprender mejor el impacto de esta contaminación en los ecosistemas, señala la investigadora, quien se inspiró en el trabajo del oceanógrafo Eric van Sebille de la Universidad de Utrecht holandesa.
«Sabemos de la existencia de ‘vertederos flotantes’, por lo que tiene sentido concentrarse en ellos. Y los plásticos de superficie probablemente tienen un mayor impacto porque los organismos viven principalmente en la superficie», dijo Van Sebille.
«Pero si quieres comprender la magnitud del problema, debes profundizar», agregó.
Sus investigaciones actuales se enfocan en el hecho de que la contaminación plástica es ahora tan importante que el rastreo de fragmentos podría proporcionar información relevante sobre cómo funcionan las corrientes oceánicas.
Su intuición, que se confirmará con simulaciones de modelos más sofisticados, es que la gran mayoría de los residuos plásticos que se tiran al mar finalmente regresan a las costas. Esto podría explicar la brecha entre el volumen que entra en los océanos y lo que realmente se puede observar hoy.
«El plástico arrastrado por un río hacia el mar permanece cerca de la costa por un tiempo y puede volver a la tierra. Y una parte importante podría hacer eso», dice.
Según el investigador, centrarse en limpiar las áreas costeras podría evitar que esta contaminación se propague en alta mar.
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