El Palacio de La Moneda, en el centro Santiago, sigue blindado. Y en la Plaza Italia, epicentro de las mayores concentraciones, hay tensión por la presencia de los militares.
La calma asomaba en las costumbres hasta que algo la rompía. Hacia el mediodía, mientras un grupo de varones tomaba café en los bancos, un chico con la remera de Nirvana golpeaba una cacerola. Una mujer, después del mediodía, bajó las persianas de su negocio.
¿Por qué? “Porque ahora empiezan los destrozos”, dijo. Y en un puesto de diarios le subieron el volumen a “Señor Cobranza”. Es el tema de Las Manos de Filippi que popularizó Bersuit Vergarabat, la banda sonora de diciembre de 2001 en Buenos Aires.
El Palacio de La Moneda, en el centro Santiago de Chile, sigue blindado. Y en los alrededores la rutina se sostuvo hasta que el reloj marcó las dos de la tarde. El toque de queda, que obliga a todos a quedarse en sus casas, termina a las siete. Los que pudieron viajar, llegaron a tiempo al trabajo. Algunas escuelas y universidades siguen cerradas, así que muchos estudiantes no pudieron cursar. No hay otro tema de conversación en los bares. Es una sociedad en alerta.
La zona peatonal, algo así como nuestro microcentro, está taggeado. En las paredes, en las persianas, en los vidrios de los locales comerciales pueden leerse estas consigas: “Fuera Piñera”o “milicos asesinos”. Curioso: Sebastián Piñera, el presidente de Chile, no logra (o no quiere) controlar el accionar de sus fuerzas de Seguridad. Otra convocatoria pacífica terminó en gravísimos disturbios.
El presidente había anunciado el martes una serie de medidas. La propuesta es una “agenda social” que contempla, entre otras cosas, subir las jubilaciones mínimas, mantener las tarifas de luz hasta el año próximo, crear un seguro que cubra parte de los gastos en medicamentos y fijar un impuesto más alto para quienes ganen más dinero.
Otro de los anuncios del presidente fue su intención de “terminar con los toques de queda”, pero este jueves el Ejército decretó el sexto, aunque más corto: de 22 a 4 de la mañana. Quienes sepan que estarán en la calle a esa hora, deben tramitar un “salvoconducto” en una comisaría. Es un papel que deben mostrar a la policía o carabineros en caso de que los detengan en ese lapso. Otra cuestión que altera la rutina, porque el permiso sólo puede tramitarse una vez anunciado la medida de manera oficial.
Los anuncios no conformaron porque las calles volvieron a colmarse de genteque salió a pedir, otra vez, soluciones urgentes. Y por eso hacia las dos de la tarde, una de las zonas más ruidosas de Santiago, hizo silencio. Una peregrinación espontánea por la peatonal Huérfanos y por la Alameda terminaba en Plaza Italia.
Allí iba Ana Rictou, 35 años, empleada administrativa. La dejaron salir antes del trabajo y se reunirá con amigas para llegar juntas a Plaza Italia, algo así como el epicentro de las manifestaciones durante los últimos días en la capital de Chile. “Crecí en una familia despolitizada. No confiaban en nadie, en ningún partido. Trabajaron toda su vida y ahora apenas pueden pagarse los medicamentos. Yo creo que hay que organizarse y salir a reclamarporque no quiero tener una vejez como la de mis padres. No es justo”, dice Ana.
En un local de venta de accesorios para teléfonos, uno de los vendedores le pregunta a otro si saldrá a manifestarse. “No. Ya salí, ya protesté. Ahora, después de tantos días, me pregunto quién es nuestro líder, a quién seguimos”, responde. La duda del vendedor también la tiene el Gobierno: ¿quién es su interlocutor? ¿Con quién debería sentarse en una mesa de negociación? Al parecer, la respuesta no está en Plaza Italia.
La manifestación es enorme y tiene rasgos festivos (hubo actividades artísticas) y otra característica que vuelve como un eco de los indignados españoles: asambleas para decidir un plan de acción.“Chile despertó” decían los carteles. Pero terminó mal. Ana Rictou, la mujer que había ido a protestar con sus amigas, decidió irse antes: “Sentí el chorro de los carros hidrantes muy cerca. Los pacos –así llaman a la policía– están desatados. Tuve miedo y me fui”.
El Instituto Nacional de Derechos Humanos de Chile actualiza su monitoreo dos veces al día. Su último reporte indicaba que hay 2.686 personas detenidas, de las cuales 217 son menores de edad. Cuentan 584 heridos. Nueve personas presentaron demandas porque las fuerzas de Seguridad las obligaron a desnudarse, fueron amenazas de violación o las tocaron de manera indebida. La ex mandataria Michelle Bachelet anunció que enviará una “misión de verificación para examinar denuncias de violaciones a los derechos humanos” en Chile. Lo hace en calidad de Alta Comisionada en DDHH de la ONU y lo hizo después de hablar por teléfono con Piñera, informó El Clarín.