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El director del observatorio de Economía pasó por los micrófonos de Actualidad 2.0 y anticipó que mañana darán a conocer la medición de la canasta básica alimentaria y de la canasta básica total del mes de octubre en Comodoro.

En cuanto a los precios en la región Herrera afirmó “están en un mismo estadio, hay diferencias pequeñas entre Comodoro y Caleta entre Comodoro, Trelew y Puerto Madryn pero no tantas como solía haber antes, entonces eso hace que los guarismos sean 6,6% en la Patagonia y más o menos se maneja en el mismo nivel que el 6,2% algunas veces la Patagonia estuvo por debajo y otras por arriba”.

El economista aseguró que hubo un fuerte aumento de precios en el rubro de las comunicaciones “después de los alimentos y bebidas tanto adentro del hogar como fuera del hogar las comunicaciones son un segundo rubro de mucha importancia, eso aumentó bastante”.

Aproximadamente con el 6,6% de suba de la inflación, en Comodoro una familia de cuatro integrantes para no ser pobre en octubre necesitó $150.000.

Los argentinos están acostumbrados a vivir con una inflación de dos cifras, pero saben que pagan por ello un precio muy alto: sentir que se empobrecen cada vez más y vivir sin planes a largo plazo. En octubre, los precios aumentaron un 6,3%, con respecto al mes anterior; acumulan así un 88% interanual y 76.6% desde enero. La moneda local, en tanto, se ha devaluado más de un 30%. Es un escenario donde es difícil arriesgarse a firmar un contrato de alquiler que quizás en unos meses no se puede pagar o a realizar una inversión para un negocio en medio de tanta incertidumbre. La mayoría de los trabajadores argentinos se ven obligados a vivir al día, a menudo con varios empleos distintos, mientras sus sueños se encogen.

Tres generaciones dialogan con EL PAÍS sobre las dificultades que enfrentan en un año donde la economía del país crece (6,4% interanual en agosto, el último dato oficial) y el desempleo baja (6,9%) pero pocos se benefician de esas mejoras.

Carla López quiere irse de casa de sus padres, pero no puede. No le daban los números a principios de año, con los 55.000 pesos (equivalente a 400 dólares al cambio oficial) que recibía como trabajadora de un centro de vacunación de covid-19, pero aún menos ahora, desempleada desde que el Gobierno de la ciudad de Buenos Aires le informó en agosto que lo cerraba.

“Busqué, pero no encuentro nada y lo que aparece es por menos plata. Estoy estudiando abogacía y está la posibilidad de laburar como asistente, pero son laburos no remunerados o muy mal pagos”, cuenta esta joven en el parque Lezama de Buenos Aires, donde toma mate con excompañeras del centro de vacunación que están en una situación parecida a la suya. Sólo una de ellas pudo independizarse hace dos años, pero cuando la relación con su pareja terminó tuvo que volver al hogar familiar.

“Yo no pienso en el futuro porque me angustio. Creo que más que vivir, sobrevivimos”, dice López. Asegura que no recuerda haber visto a sus padres tan preocupados por el dinero como en los últimos años. “Cada vez les alcanza para menos”, lamenta y pone como ejemplo las vacaciones. Cuando era niña, se iban un mes a la costa; luego, tuvieron que recortar a 15 días. Este año sus padres están dudando si ir una semana o no ir. “Está carísimo. Por una semana piden el doble o más de lo que era mi sueldo de un mes”, lamenta.

Enrique Máiquez trabajaba en una tienda de música de la que le despidieron por la caída de ventas hace seis años. “A partir de ahí me tuve que acomodar, pero estoy cada vez peor”, afirma. Con la indemnización que recibió y unos ahorros que tenía compró una licencia de taxi y compagina ese trabajo con el de jardinero municipal. “Pensé en invertir en un kiosko pero no la vi clara porque [el expresidente Mauricio] Macri subió todas las tarifas y los costos eran muy altos”.

“Salgo de casa a las cuatro de la madrugada y regreso a las siete, ocho de la tarde. Necesito dos empleos porque con uno no me alcanza, pero para ganar lo mismo cada año necesito trabajar más horas”, explica Máiquez, padre de tres hijos y residente en Ezeiza, a 30 kilómetros de Buenos Aires.

Este trabajador sostiene que los peores momentos de su infancia los vivió durante la hiperinflación de 1989, cuando el sueldo de su padre se esfumaba nada más cobrarlo y a menudo él y sus cuatro hermanos se iban a la cama sin cenar. Como adulto, cree que esta “es la peor crisis”, más que la de 2001. “Esa crisis fue de terror, pero gracias a Dios después la economía se levantó rápido. Ahora es una agonía lenta, que te roba los sueños, te saca la esperanza… Si laburás en la calle lo que ves es cada día más y más pobreza y unos políticos que sólo piensan en llenarse el bolsillo, todos por igual, no importa si son peronistas o radicales”.

El presidente Alberto Fernández afirmó este miércoles que “combatir la inflación es una tarea de todos los argentinos” y aseguró que el Gobierno nacional “le dio instrumentos a los intendentes para que ayuden en el control» del programa de Precios Justos, lanzado recientemente.

El Indec informó que el índice de precios al consumidor de octubre llegó al 6.3 por ciento, y el mandatario destacó que tras haber «tocado un techo del 7,5 por ciento» a mitad de año, la inflación «comenzó a bajar» con la llegada de Massa a la cartera de Economía.

«Tenemos que seguir bajando ese índice. La inflación es muy nociva para la economía del país y combatirla es una tarea de todos los argentinos”, señaló Fernández en declaraciones a Radio 10 formuladas desde Bali, Indonesia, donde el mandatario participó de la cumbre del G20.

En relación al programa de Precios Justos, que establece la fijación de los costos de casi 2.000 productos de primera necesidad durante cuatro meses, Fernández destacó la participación de los intendentes para la implementación de esa iniciativa.

“Se ha hecho todo lo necesario para darle instrumentos, fuerza, a los intendentes para que ellos nos ayuden en el control de los precios justos que se han acordado”, aseguró el mandatario en la entrevista que brindó en la mañana del miércoles desde Bali.

La inflación de los próximos meses difícilmente consiga perforar el piso del 6% mensual, según las proyecciones de las consultoras económicas que relevan precios. Incluso estiman que el efecto del programa Precios Justos lanzado la semana pasada por el Gobierno -con una canasta de precios congelados hasta febrero y un tope de 4% de aumento para el resto de los productos- tendrá un “efecto acotado”.

“Difícil que la inflación pueda perforar el piso de 6% mensual con el tipo de cambio oficial corriendo por encima de 6,5%, las paritarias convalidando la inflación, la emisión monetaria asociada a la compra de bonos del Tesoro en el mercado secundario y los intereses de los pasivos remunerados y las restricciones a las importaciones”, indicó Martín Vauthier, de la consultora Anker.

Según el relevamiento de la consultora EcoGo correspondiente a la segunda semana de este mes, la suba de precios de alimentos registró una variación de 1,1% con respecto a la semana anterior. “Con este dato y considerando una proyección de variación semanal del 1,5% para las próximas tres semanas del mes, la inflación de alimentos consumidos en el hogar en noviembre treparía a 6,3% mensual”, indicaron.

En tanto, la proyección de la inflación general para noviembre se ubicaría en 6,6%, en gran parte por el impacto en las facturas de los aumentos de las tarifas de gas y electricidad, que comenzaron a aplicarse desde octubre pasado. Los aumentos en servicios regulados a lo largo del mes fueron en promedio: tarifas de luz (18%), gas (10%) y agua (25%); taxis en la ciudad de Buenos Aires (20%), colegios privados en la provincia de Buenos Aires (6,5%), expensas (10%) y combustibles (7,2%), entre otros.

La inflación de Octubre trepó al 6,3% y el rubro educación llegó al 7,1%. Representantes de la enseñanza privada advierten que la aceleración de precios eleva los índices de morosidad.

Incertidumbre. Esa es la palabra que define la posición de los establecimientos educativos de gestión privada frente a la elevada y persistente inflación. Es que la hasta ahora indomable suba de precios impide proyectar, por ejemplo, a cuánto estará el valor de las cuotas para el inicio del ciclo lectivo 2023 -según publica TN-.

Pero lo que más preocupa a los empresarios del sector es la morosidad en los pagos de las cuotas mensuales. Allí el impacto inflacionario se siente más.

“La situación actual es de mucha incertidumbre. A diferencia de otros años, no podemos estimar ahora a cuánto estará el valor de la matrícula en Marzo próximo. Perdimos mucha matrícula en 2020 por la pandemia y pensábamos que este año podíamos recuperarnos, pero nos agarró la inflación y eso está provocando una fuerte morosidad”; resumió Gonzalo Peveri, asesor contable de la Asociación de Institutos de Educación Privada de la Provincia de Buenos Aires (AIEPBA).

Crece la preocupación por el índice de morosidad

De acuerdo con un informe realizado durante Octubre por esa entidad, el 60% de las escuelas bonaerenses tiene un índice de morosidad que llega a más del 30% del total de inscriptos. Sin embargo, en comparación con los dos años anteriores, los incumplimientos bajaron en 2022 por dos razones: la pandemia provocó en 2020 y 2021 el registro de deudores más alto de toda la historia y las tasas de interés por mora se incrementaron.

Según ese trabajo, en la actualidad cae notablemente el porcentaje de matriculación en los niveles educativos iniciales.

A lo largo de 2022, el incremento del costo de la matrícula en los colegios bonaerenses llegará al 89%, algo por debajo de la inflación anual proyectada, que se ubicaría por encima del 100%, según proyecciones privadas. Pero como la paritaria docente no está cerrada, se estima que los salarios se habrán ajustado por encima de las cuotas.

“Nuestros costos fueron este año más altos que los ingresos. Y eso se tradujo en pérdida de rentabilidad y acceso a moratorias para postergar pagos de cargas sociales. Hay que tener en cuenta que del 100% de los costos, el 82% son salarios”, puntualizó Peveri.

AIEPBA agrupa a 2300 establecimientos de la Provincia e incluye colegios de educación inicial, primario, secundario, escuelas agrarias y de educación superior.

De ellos, el 40% tienen hasta ahora menos matrícula para 2023 en comparación con 2022 y solo el 25% registra más inscriptos.

En la Provincia, las cuotas oscilan entre los $10.000 y los $150.000, dependiendo del nivel de subvención estatal que tenga cada colegio. Pero la gran mayoría de las escuelas que cuentan con el aporte del Estado cobran, en promedio, $20.000.

Peveri comentó que existe mucha movilidad dentro del sector privado, de padres que anotan a sus hijos en establecimientos con cuotas más económicas. “Pero la gente trata de quedarse en la enseñanza privada”, resaltó.

No obstante, aseguró que el combo más inflación-más morosidad “implica que está en riesgo el proyecto educativo”.

Llega un nuevo aumento en las cuotas de los colegios privados

En Octubre las cuotas de los colegios privados subieron 20% en la Ciudad de Buenos Aires y 6,2% en la Provincia de Buenos Aires. Los incrementos fueron autorizados por los gobiernos de ambos distritos para los colegios que reciben subvención estatal, como parte del plan de aumentos previstos para este año. El próximo aumento será el mes que viene.

En cuanto a la vertiente salarial, el sueldo mínimo inicial subirá a $77.137 a fin de año a nivel país.

En la Argentina hay unas 17.000 instituciones educativas privadas, de las cuales casi un 60% cuenta con algún tipo de subvención estatal.

El mundo tiene un grave problema con la inflación, pero Argentina mucho más. Los precios subieron un 6,3% en octubre con respeto a septiembre; acumulan un 88% interanual y un 76,6% desde enero. Las previsiones para diciembre se acercan peligrosamente al 100% por primera vez en 30 años, según los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) difundidos este martes, pese a los esfuerzos del Gobierno de Alberto Fernández por evitarlas. Un dato preocupa especialmente: el resultado de octubre supone el fin de la curva descendente que la inflación había iniciado en julio, cuando alcanzó el 7,4%.

Las subidas se han ensañado especialmente con los costos en vivienda, electricidad, agua y gas, resultado de la reducción de los subsidios a la energía y la consiguiente subida de las tarifas de los servicios públicos que pagan los hogares. Los alimentos, el sector que más preocupa al Gobierno por su incidencia entre los más pobres, se mantuvieron apenas por debajo del promedio del mes, un 6,2%. Por fuera del promedio, el impacto fue especialmente duro en verduras y frutas, con una subida del 9%.

El presidente, Alberto Fernández, anunció en marzo pasado que iniciaba una “guerra contra la inflación”. No le ha ido bien en el frente de batalla. El IPC de febrero había subido 4,7% y el del mes siguiente escaló hasta el 6,7%. La derrota le costó el cargo al ministro de Economía de entonces, Martín Guzmán, artífice del acuerdo que Argentina firmase a inicios de este año con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para postergar pagos por 44.000 millones de dólares. En agosto, y en medio de una agria disputa entre Fernández y su vice, Cristina Kirchner, por el rumbo de la economía, asumió como ministro Sergio Massa, tercera pata de la coalición peronista en el Gobierno. Massa llegó con poderes de superministro -esto es, la venia del kirchnerismo- para hacer un duro ajuste fiscal, detener la emisión monetaria, sumar reservas al Banco Central y, sobre todo, bajar la inflación, como le exige el FMI.

Massa se ha convertido en un malabarista. Mientras trata de contener el gasto, destina fondos extraordinarios a la ayuda social y negocia con el sector exportador para que liquiden ante el Banco Central los dólares que reciben por sus ventas al exterior. El problema de fondo es la falta de reservas internacionales, cercanas a cero, una sequía que limita las herramientas oficiales para contener la depreciación del peso. Ha sido, hasta ahora, como verter agua en una canasta de mimbre a la que se llena de parches contra las fugas. Los esfuerzos están puestos en contener una devaluación brusca que dispare aún más el IPC y los índices de pobreza, hoy por encima del 35%. Las armas elegidas por Massa han sido variadas. Algunas ortodoxas, como tasas de interés positivas; otras extraordinarias.

Esta semana, entró en vigor un nuevo listado de precios máximos para más de 1.800 productos. La intención es mantenerlos a raya al menos durante cuatro meses, y luego se verá. Gabriel Rubinstein, viceministro de Economía, fue en el pasado un crítico de los precios controlados, pero ahora que está en la trinchera ha decidido respaldarlos. En una charla ante ejecutivos de finanzas, dijo que se trata de salvar el consumo. “El 100% de inflación que estamos teniendo ahora es una suerte de overshooting, una inercia. Estamos en un círculo vicioso. Cuando es así, tiene incentivos hacer política de consumo”, dijo.

La otra cara de la escalada de los precios es la depreciación de la moneda. Rubinstein descartó una devaluación violenta, por el impacto social que tendría. “Estamos a brazo partido todos los días para llegar a cumplir las metas del presupuesto y con el Fondo. Nadie quiere financiar al Estado y no se puede hacer sin acuerdo de precios y salarios”, dijo. Sin embargo, hay una devaluación de hecho que apenas puede disimularse. Argentina tiene hoy más de diez tipos de cambio diferentes, donde el oficial está fijado a razón de 168 pesos por cada dólar. Ese cambio se usa para comprar divisas para saldar importaciones o fijar precios de commodities como los combustibles en el mercado interno. Para el resto de los mortales hay una larga lista de cotizaciones que duplican a la fijada por el Gobierno: soja, tarjeta, Qatar, ahorro, MEP, cripto o mayorista. Los productores presionan a la Casa Rosada para tener su propio tipo de cambio para liquidar divisas, atentos a la desesperación oficial por sumar reservas al Banco Central.

El escenario para la guerra contra la inflación no es, además, el mejor. En octubre de 2023 Argentina elige nuevo presidente y no es buen momento para hacer ajustes fiscales o recortar la ayuda social, imprescindible para millones de familias que no llegan con sus ingresos a fin de mes. Las tensiones políticas complican cualquier solución.

Este martes el INDEC informó la suba de precios de los alimentos, el cual alcanzó el 6,2% en octubre y acumuló un alza del 91,6% en los últimos 12 meses.

Se trató del rubro que más incidió en la inflación de todas las regiones, con verduras, tubérculos, legumbres y frutas como los productos que más se incrementaron, todos estacionales.

Los alimentos que forman parte de la canasta de los sectores más desprotegidos se encuentran entre los que mayor aumento de precio registraron en la comparación interanual.

En el top 10 se encuentran cebolla, papa, batata, azúcar, aceite de girasol, huevos de gallina, fideos secos tipo guisero, café molido y harina de trigo común 000, todos por encima del 120%, y hamburguesas congeladas, apenas rozando ese porcentaje.

Los únicos tres productos cuyo aumento interanual no superó el 50% fueron arroz blanco simple, tomate entero en conserva y tomate redondo.

Top 10 de los alimentos que más subieron de precio.

De acuerdo con los datos del INDEC, la cebolla fue el alimento que más subió de precio en octubre respecto del mismo mes de 2021, al pasar de $56,67 a $380,97, el kilo, lo que representó un incremento del 572,26% en apenas 12 meses. La papa le siguió de cerca, con un aumento del 323,87%, al subir de $52,86 a $224,06 el kilo. En ambos casos se trata de productos básicos de consumo para la mayoría de las familias argentinas.

El tercer aumento más alto fue el de la batata, que pasó de $82,07 a $307,11 el kilo, lo que representó una suba de 274,20%. El azúcar se incrementó 214,83% (subió de $78,87 a 248,31 por kilo); mientras que el aceite de girasol creció un 146,22% (de $290,33 a $714,85 el litro).

Por debajo se ubicaron los huevos de gallina, 145,27% (pasaron de $153,69 a $376,96 la docena); los fideos secos tipo guisero, 128,44% (de $77,52 a $177,09 el medio kilo); el café molido, 124,96% (de $429,75 a $966,76 el medio kilo); la harina de trigo común 000, 123,26% (de $59,29 a $132,37 el kilo) y las hamburguesas congeladas, 119,58% (de $310,7 a $682,25 por cuatro unidades), el único producto que no superó el 120% interanual dentro del top 10.

De las diez frutas y verduras que releva el INDEC dentro del Índice de Precios al Consumidor (IPC), tres encabezan los primeros tres alimentos y bebidas que más subieron de precio, y en total son cinco las que forman parte del top 20 (cebolla, papa, batata, manzana deliciosa y zapallo anco). Todos más que duplicando su valor en apenas un año.

Solo dos, lechuga y tomate redondo, se encuentran entre los cinco que menos subieron, pero con cifras también muy altas, 62,94% y 20,04% interanual, respectivamente.

El diputado Nacional, Matías Taccetta, se refirió a la situación económica que atraviesa el país y que afecta también al Ejecutivo Municipal.

En este sentido, Taccetta, indicó que dialogó con el Intendente de Esquel, Sergio Ongarato, sobre la inflación y «hay imprevisibilidad porque e presupuesto 2022 no rinde y no se sabe que va a pasar el próximo año».

Asimismo, explicó que este año el incremento de impuestos fue del 65% promedio, «la idea era tener masas salariales de reservas, pero hay variables que no se manejan desde el Municipio».

Por otro lado, el legislador manifestó que los trabajadores ven que «la plata no les alcanza, pero hay que hacer malabares para poder mantener las cuentas públicas en orden como lo hicimos durante los siete años de Gobierno de Ongarato».

De confirmarse el cálculo, incluido en el último el Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM) que realizó el Banco Central (BCRA), la inflación de octubre se habría elevado respecto del 6,2% de septiembre.

El Gobierno lanzó el viernes el programa Precios Justos, que congelará los valores de 1.788 productos de la canasta básica por cuatro meses, entre diciembre y marzo, luego de un acuerdo alcanzado con 102 empresas y grandes cadenas de supermercados.

“El acuerdo de Precios Justos resuelve uno de los problemas de la inflación, pero debemos seguir trabajando en el sendero de la política fiscal y la acumulación de reservas”, señaló el ministro de Economía, Sergio Massa, durante la presentación del programa.