El Hantavirus se transmite a partir de un tipo especial de ratón que, a su vez, tienen que estar infectado. El ratón colilargo. Su orina, saliva y heces contagian por contacto directo y porque al secarse el virus se volatiliza más fácilmente. Esto lo vuelve tan peligroso. Se puede inhalar, tragar con la comida o adquirir por tocar una herramienta con el pis del animal. Una vez infectada, la persona puede contagiar a otras sin saberlo. Se previene generando condiciones de higiene para que los roedores no habiten en los lugares donde se desarrolla la vida cotidiana. Pero si hay gente que para comer debe revolver la basura (igual que los ratones), si no hay medidas que garanticen condiciones dignas de trabajo a los peones rurales, si no hay políticas públicas que piensen la salud de manera integral, no hay forma de estar a salvo. Menos en zonas endémicas.
Cuando yo era chico mi papá compró una colección de revistas que se llamaba “Fauna Argentina”. Ahí conocí aves rapaces de nuestro país como aguiluchos, caranchos, lechuzas, predadores naturales de roedores. Argentina, en los últimos 20 años, aumentó más de 1000% el uso de agrotóxicos, y esos venenos diezmaron las poblaciones de aquellas aves rapaces. Por eso es lógico que se registre un incremento de roedores, se reproducen a una velocidad muy alta y ya no tienen casi predadores.
Hoy para las enfermedades infecciosas es fácil encontrar caminos por donde multiplicarse. El calentamiento global y la destrucción de los territorios naturales son condiciones propicias, y ambos son factores antropogénicos. El accionar humano allana ese camino, facilita el desarrollo de estas enfermedades. Así como avanzamos sobre el área natural de esos roedores, ellos comenzaron a avanzar en los territorios donde vivimos las personas. De ahí la urgencia de generar acciones para cuidar los hábitats naturales de los predadores de estos roedores.
En Epuyén, a falta de acciones de prevención, queda tomar estrategias de alto riesgo: reducir la posibilidad de contagio, controlar los casos probables y darles tratamiento a los confirmados. Hay que alertar a la comunidad, avisar a los vecinos que deben limpiar sus casas con lavandina (sobre todo las de campo), usar barbijos, guantes. Hay que evitar generar pánico. Y evaluar los costos de ahorrarse políticas públicas sanitarias y sociales que cuiden la salud de los ecosistemas y así protejan a la población.
Se hace vista gorda a la acción humana que destruye los hábitats naturales. Escuchamos: “La culpa es de los ratones, nosotros no tenemos nada que ver”.
Al mismo tiempo, decir que la culpa del brote es por la falta de un Ministerio de Salud nacional es un reduccionismo peligroso. Que no haya más Ministerio Nacional es un elemento de peso. Si tuviéramos un Ministerio manejado por los mismos funcionarios que manejan la Secretaría de Salud no es que no hubiera pasado. Pero tendríamos máximas autoridades haciéndose cargo y no cobijados detrás de alguna súper ministra que se hace la distraída porque contiene los desastres económicos del gobierno nacional con planes sociales. La falta de Ministerio de Salud Nacional agrava la situación. El blindaje mediático a la Ministra de Desarrollo Social (de quien depende la Secretaría de Salud Nacional) también.
Se dice entonces: “La culpa del brote es del ´peón rural´ que, según los medios, inició el contagio!”. ¡FALSO! Los trabajadores rurales son los primeros afectados: sus condiciones de trabajo y de vida los exponen a estos riesgos. El problema tiene que ver con una política que se origina para cuidar los intereses económicos de algunos y exponen a otros a todo tipo de problemas. Es fácil culpar del Hanta al “peón” por no cuidarse mientras trabaja (cuando no hay Ministerio de Trabajo que controle esas condiciones); es fácil culpar al productor de no hacer buenas prácticas al hacer producir el campo (cuando no hay Ministerios de Agricultura que ordene y controle los modos de producción); es fácil culpar del dengue a la mamá por no haberle limpiado bien el tacho de agua a su perro (cuando no hay Ministerio de Salud que garantice políticas de saneamiento). Es fácil culpar al ratón cuando le libramos de predadores y le generamos condiciones para que se reproduzca y alimente. La culpa siempre se carga en el otro. Pero la verdadera responsabilidad es de quienes no garantizan condiciones objetivas de vida en salubridad para toda la población. La gran responsabilidad es de quienes vacían al Estado.
El discurso oficial hace de la responsabilidad individual el eje de las campañas de prevención. Detrás del “si te enfermás es culpa tuya” viene el “no me exijas que me haga cargo de tu problema de salud”. De esta forma se responsabiliza a la víctima. Claro que hay hábitos personales que influyen en la prevención. Sin embargo, ¿si estás rodeado de roedores porque destruimos a sus predadores al estimular políticas de producción agroindustrial y minero-petroleras que destruyen sus hábitats naturales, y porque no tenemos políticas de reducción y tratamiento de residuos, quien es el principal responsable? Sostener esos discursos individualistas, es desresponsabilizar al Estado para responsabilizar al otro, al vecino, al trabajador, al que no usa guantes ni barbijo, al más débil, al que se enferma y se muere. Y al ratón.
En este momento más de 80 personas en Epuyén están aisladas y bajo custodia policial. La imagen remite a las épocas de las epidemias del Siglo XIX cuando se usaba a las fuerzas armadas o policiales para que la población acate determinadas prácticas establecidas con el objeto de frenar las epidemias (y así cuidar los intereses económicos de los poderosos).
Chubut es la zona con mayor virulencia del actual brote de Hantavirus. Puede propagarse. También puede frenarse. El Hanta tiene una gran capacidad de contagio. La velocidad a la que nos trasladamos las personas hoy en día hace que podamos pasar unas vacaciones en el sur, sin mayores sobresaltos, volver a nuestros hogares y tres semanas después, cuando ya hemos estado contagiando a otras personas, comenzar a presentar síntomas.
Hoy los esfuerzos parecen enfocados en aislar a quienes presentan la enfermedad para cortar con la cadena de contagio y generar condiciones ambientales que eviten la presencia de roedores en los alrededores de los domicilios con acciones individuales. ¿Y después qué? ¿Esperar que el próximo brote no sea en épocas de turismo? ¿O alguien va a asumir el desafío de pensar y generar acciones de Estado para cuidar la salud de las personas y de los territorios donde éstas vivimos?
En Argentina existen cuatro regiones endémicas de Hanta (es decir, regiones donde el virus existe y circula): la Sur (Chubut, Neuquén y Río Negro), la Norte (Salta y Jujuy), la Noreste (Misiones) y la Centro (Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe). En esta última, también es endémica la Fiebre Hemorrágica Argentina, sin embargo sus casos están controlados. Se lo debemos al esfuerzo y a la investigación del Doctor Julio Maiztegui, de Pergamino. Él fue uno de los que más estudió esa enfermedad, y logró avances innegables en su control, al proponer políticas públicas sanitarias que fueron más allá de cargar la responsabilidad en los afectados. Maiztegui está olvidado, murió empobrecido. Es un héroe a rescatar en la historia de nuestra salud pública.
Claramente la solución no viene de la mano de acciones individuales. Es necesario una política sanitaria nacional e integral, que defina el sistema productivo a partir del cuidado de la salud de los territorios, de los ecosistemas, de los que somos parte las personas. Sin territorios sanos, no hay pueblos sanos.
En febrero, entre otras cosas, se van a definir las candidaturas políticas, y eso va a ayudar a renovar las tapas de los diarios. En unas semanas se terminarán las vacaciones y el brote de Hantavirus en Epuyén probablemente deje de ser un problema, para los medios al menos. Algunos, desde sus oficinas en la Capital, respirarán aliviados. Los ratones también.
Por Damián Verzeñassi- Revista Anfibia
Ilustración: Sebastián Angresano