El aumento sostenido de la temperatura proyecta para el centro y norte de la Patagonia deshielos tempranos, reducción del caudal de los ríos, aumento de la aridez y degradación de los suelos. En ese marco, el gobierno provincial busca habilitar la minería a gran escala, una actividad resistida desde hace dos décadas por la población.
El invierno de 2021 transcurrió en la provincia del Chubut, en el sur de la Argentina, con una reflexión común para cualquier conversación sobre el clima: se viene un verano difícil. Para fines de septiembre, en la ciudad de Esquel había llovido un 40% menos que el año anterior —otro año seco—. La situación era similar en el resto de la cordillera, por lo que se espera que en las ciudades de la costa falte agua en el verano y que se repitan las condiciones para que se desarrollen incendios forestales como los que afectaron, en marzo pasado, a la Comarca Andina.
Si bien es normal que haya ciclos húmedos y otros secos, en general, llueve y nieva cada vez menos en las nacientes de los ríos. El agua atraviesa la gran mayoría de los problemas provinciales por falta de control y planificación en su uso: lagunas, lagos y ríos secos, comunidades con pozos que ya no logran extraerla; tormentas que enturbian ríos con cada vez menos caudal y generan problemas en la potabilización.
El cambio climático implica, para la región, la profundización de estos problemas. El aumento sostenido de la temperatura proyecta, para el centro y norte de la Patagonia, deshielos tempranos, reducción del caudal de los ríos, aumento de la aridez y degradación de los suelos, mayor frecuencia e intensidad de eventos extremos (como tormentas localizadas) y condiciones favorables para el desarrollo de incendios forestales.
En ese marco, y a pesar de ese pronóstico, el Gobierno provincial busca habilitar la minería a gran escala, una actividad resistida desde hace dos décadas por la población. El proyecto, presentado a fines de 2020, lleva las firmas de todos sus ministros, dos de los cuales fueron candidatos por el oficialismo en las elecciones legislativas que tuvieron lugar el pasado 14 de noviembre y quedaron en el cuarto lugar, apenas arañando al 10% de los sufragios.
Falta de agua: sin control ni planificación
El río Chico conectaba la cuenca del río Senguer con el río Chubut tras recorrer casi 300 kilómetros. Hace 80 años, su cauce dejó de ser permanente y son contadas las veces que volvió a correr agua. Su nacimiento era provocado por el desborde del Colhué Huapi, un enorme espejo de agua que hoy también está seco. El lecho del lago, expuesto, es levantado por el viento patagónico, generando un campo de dunas que avanza hacia el este. Y, los días de mucho viento (nada raro en Patagonia), se genera una pluma de polvo que desde el espacio parece una erupción volcánica. Los sedimentos desertifican el suelo, cubren la ciudad de Comodoro Rivadavia, afectando la salud de la población, y llegan incluso a depositarse en los hielos de la Península Antártica.
El río que abastecía el Colhué Huapi fue cerrado artificialmente para intentar sostener el nivel de su vecino, el lago Musters. De allí se abastece un importante acueducto que corre riesgo de no poder tomar agua por la contínua bajante del lago. Este año, se habló de avanzar con una obra de bombas flotantes para evitar que la población de Sarmiento, Comodoro Rivadavia, Rada Tilly y Caleta Olivia (más de 250.000 personas) se queden sin agua durante el verano.
Sin embargo, el consumo de agua de la población no es el principal responsable de la falta de agua en el lago. Al ciclo climático seco se suman años de utilización del recurso por parte de petroleras y, como causa principal, la reconocida por el organismo oficial encargado de su control (el Instituto Provincial del Agua): río arriba, cientos de canales clandestinos sin compuertas desvían el río Senguer para hacer riego por inundación en estancias ganaderas, sin medición ni control por parte del Estado, sin siquiera dejar de inundar los campos en invierno cuando el agua debería llegar en grandes cantidades a los lagos.
Lluvias extraordinarias
En las últimas décadas, Chubut ha registrado tormentas excepcionales y localizadas sobre terrenos afectados por la desertificación. Las más recientes y recordadas son el desborde del arroyo Telsen en 2014 (198 milímetros en 24 horas) y la de Comodoro Rivadavia en 2017 (232 milímetros en 24 horas), principalmente por cómo afectaron directamente a poblaciones urbanas, viviendas, chacras, caminos y servicios. Sin embargo, se desarrollan en distintos puntos del territorio y muchas veces, como en los casos mencionados, descargan en pocas horas lo que normalmente llueve a lo largo de todo un año. Este tipo de tormentas generan la activación de cauces de arroyos que no son permanentes, arrastrando sedimentos cuenca abajo y enturbiando el río Chubut: es común que se dificulte la potabilización y se deba cortar o racionalizar el agua para la población en localidades como Rawson, Trelew, Gaiman, Dolavon y Puerto Madryn.
La tormenta de Comodoro Rivadavia, por ejemplo, alcanzó la cuenca seca del río Chico, que venía acumulando los mencionados sedimentos del fondo expuesto del Colhué Huapi. La crecida llegó hasta el Florentino Ameghino, embalse que hoy ocupa lo que era la confluencia con el río Chubut, elevando repentinamente su nivel 12 metros y volviéndolo turbio por dos meses. En esa ocasión, la falta de agua potable para la población duró dos semanas; las restricciones, tres meses.
Los estudios científicos demuestran que cada vez hay más tormentas localizadas y que el cambio climático las hará más extremas. Un informe de la Universidad Nacional de la Patagonia sobre la tormenta de 2017 revela la complejidad y la fragilidad de la realidad hídrica de la comarca del Valle Inferior del río Chubut: “Sequías, inundaciones y problemas con la calidad del agua son problemas intrínsecos de las características biofísicas de este sistema, y sólo pueden ser agravados por el cambio climático y las actividades humanas no planificadas”.