Lo que tendría que haber sido un partido para calmar las aguas en Can Barça, terminó siendo una tarde problemática, que no hace más que sembrar dudas entre los culés. El Barcelona ganó de milagro. Ni el más optimista de los barcelonistas salió de su estadio pensando que su equipo tiene hechuras de campeón. Mucho menos de que, tal y como están hoy, pueden volver a reinar en Europa.
Los azulgranas ganaron a la Real Sociedad 1- 0 y se fueron a dormir con el liderato en el bolsillo, pero las sensaciones que dejaron son preocupantes. Hasta ahora el Camp Nou era el gran bastión culé. La zona de confort del equipo catalán. Lo ocurrido sirvió para mantener la imbatibilidad en casa, pero también para poner nerviosos a los socios, que ya están desgastados por tanto problema extradeportivo, tanto espectáculo.
Tocaba fútbol y lo que se encontraron fue un equipo lento, con problemas preocupantes en la circulación de balón y que volvió a repetir los errores que se llevan cometiendo desde que Quique Setién desembarcó en el banquillo del Barça. Los azulgranas insisten en una salida de balón para la que no están preparados. Y se volvió a ver. Cada vez que la Real se decidía a presionar, a adelantar líneas, el Barcelona se ahogaba. Ter Stegen mantuvo en vilo a su afición varias veces. Los donostiarras no tuvieron suerte, pero estuvieron cerca de encontrar petróleo en alguna de esas acciones.
Que el mejor del equipo fuera el último en llegar, Martin Braithwaite, no habla muy bien del resto del conjunto. Messi marcó de penalti, pero volvió a demostrar que no está pasando por un buen momento. Tampoco tuvo su día Antoine Griezmann, para el que esto ya empieza a dejar de ser noticia. Como en ocasiones anteriores, el francés fue una isla dentro del equipo, con escasas intervenciones y poca capacidad de generar inquietud para la defensa de la Real.
El equipo de Imanol, por cierto, se plantó en casa del Barcelona con un plan claro: dominar a su rival. Sin complejos, los vascos se atrevieron a pelearle la posesión al equipo de Quique Setién. En varios momentos de la contienda lo consiguieron, pero en el cómputo global del encuentro la pelota fue del Barcelona, con un 54-45 por ciento de posesión.
El Camp Nou se enfada
Lo que está claro es que al barcelonismo ya se le está acabando la paciencia. En algunos momentos del encuentro, los aficionados manifestaron su descontento con el juego del equipo mediante silbidos. Los ataques ya no recaen sólo sobre Bartomeu, sino que se empieza a señalar a los jugadores como responsables de los problemas futbolísticos de su Barça.
A Jordi Alba no le gustaron las críticas y en su gol -luego anulado- le dedicó un gesto a la afición en el que se tapaba los oídos. El ambiente sigue caliente… y faltan dos semanas para la visita del Napoli.